Capítulo 15 - Domesticando la Burla

—Si completan el ritual —murmuró—, si sus plantas alcanzan poder de Bronce 2...

No solo ganarían más fuerza y mejores oportunidades de trabajo. La vitalidad aumentada les daría varias décadas adicionales de vida. Curaría a su padre.

Ren solo vería a sus padres una vez al año, si lograba reunir dinero para el viaje. Unos 100 cristales deberían ser fáciles de conseguir, o eso pensaba.

Lo que no sería fácil sería conseguir las runas y materiales necesarios para su propia evolución.

Pero no importaba, Ren quería sobresalir en la escuela y hacerlos sentir orgullosos, tal vez incluso hacerse rico y comprarles una casa en la ciudad. Sabía que sus padres lo merecían más que nadie.

Pero todo a su tiempo. Tendría 2 años para lograr su primer objetivo. 8 años para el segundo.

Ocho visitas en total antes de graduarse. Ocho oportunidades para verificar su progreso con el ritual, para asegurarse de que seguían cada paso correctamente.

En el mejor de los casos, ya para la tercera visita...

El carruaje cruzaba por las calles de la ciudad, llevándolo cada vez más lejos de las afueras donde sus padres comenzarían otro día de duro trabajo, siempre creyendo que seguían un ritual sin sentido solo para hacer feliz a su hijo.

Los dedos de Ren trazaban inconscientemente el Núcleo de Mantís en su bolsa, el conocimiento sobre su propia espora fluía por su mente.

Pero antes de que pudiera contraerla, necesitaría convertirla en un huevo y evolucionar su hongo a rango Bronce.

Para evolucionar, necesitaría:

1 - Primero, absorber la esencia de la muerte. Cargar un Cristal de rango Bronce con el musgo que crece sobre los cuerpos desechados de Bestias de Bronce.

2 - Luego, mezclarlo con esporas venenosas de Hongos de rango Bronce.

3 - Finalmente, sellar el proceso con el moho que se forma en algunas runas mágicas cuando absorben demasiado mana.

Tenía que absorber esos cristales procesados y costosos durante 100 días antes de consumir la pieza final.

La pieza para el último día era el hongo dorado en su mochila.

Las setas en su cabello pulsaban suavemente, como respondiendo a sus pensamientos sobre el cultivo.

—Les demostraré —susurró Ren, sus setas brillando con determinación—. Les demostraré que su fe en mí, aunque fingida, no fue en vano.

El carruaje se detuvo para recoger a más estudiantes en el distrito comercial.

Ren se hundió en su asiento, consciente de las setas brillantes en su cabello. Antes, habría expelido su espora con la esperanza de evitar el escarnio, pero ahora...

La idea de perder ese flujo constante de conocimiento, de volver a la ignorancia sobre las bestias y sus secretos, era insoportable.

Un grupo de tres niños subió, sus bestias fusionadas ya les otorgaban cambios visibles y frescos: garras metálicas, marcas de tigre, escamas relucientes. Se detuvieron al verlo.

—Oh, mira quién está aquí —sonrió el más alto, un chico con rasgos felinos gracias a su bestia tigre—. El chico podrido.

—¿Son esas... setas brillantes en tu cabeza? —La única chica del grupo arrugó la nariz—. ¿No puedes al menos ocultarlas? Es asquero.

—Déjalo —se rió el tercero, sus escamas verdes brillando—. Probablemente ni siquiera puede controlar su bestia correctamente. ¿No es así chico-podrido? Tu espora es tan débil que tiene que aferrarse a tu cabeza para moverse.

La risa llenó el carruaje.

Ren apretó los puños, el conocimiento fluía por su mente: la tigre espiritual del primer chico alcanzaría su límite en rango Bronce 1, incapaz de evolucionar más debido a un defecto en su método de cultivo.

Derivando su Tigre Espiritual en un "maduro" Tigre Terrenal. En lugar de alcanzar el Tigre Espectral Mayor en Plata 3.

La bestia de la chica, un Águila de Fuego Menor, tenía un defecto en su patrón de absorción de maná que limitaría su control del fuego y su crecimiento a Bronce 2.

Derivando su Águila de Fuego Menor en un "maduro" Águila Roja. En lugar de alcanzar el Águila del Sol Mayor en Plata 3.

Y las escamas del tercer chico...

Pero ese conocimiento era inútil ahora.

Solo lo hacía más doloroso, viendo los defectos y limitaciones en sus métodos de cultivo de bestias pero siendo incapaz de decir algo sin parecer loco.

—Al menos mis setas brillan —finalmente dijo, con una voz más firme de lo esperado—. Tu tigre espiritual tiene un defecto de cultivo que hace que su pelaje sea opaco.

El silencio cayó en el carruaje. El chico del tigre lo miró con sorpresa y furia.

—¿Qué has dicho? —preguntó.

—Nada —Ren se volvió hacia la ventana—. Solo que tal vez deberías preocuparte más por tu propia bestia que por mis setas.

—¿Qué sabes tú de cultivo, chico-podrido? —gruñó, sus rasgos felinos intensificándose con la ira—. Tu patética espora ni siquiera tiene un verdadero desarrollo, ni siquiera califica como bestia.

El conocimiento ardía en la mente de Ren, tentándolo a revelar más, a explicar exactamente cómo el cultivo del tigre afectaría su futura evolución y mostrarle lo estúpido que era. Pero se mordió la lengua.

—Solo digo lo que veo —murmuró.

—¿Lo que ves? —El chico lo agarró por el cuello de la camisa—. Te mostraré lo que veo, un debilucho con setas en la cabeza que necesita que le enseñen su lugar.

Sus compañeros se rieron, formando un círculo a su alrededor. El carruaje de repente se había vuelto más pequeño, más asfixiante.

—Mira, hasta está temblando —se burló la chica del águila—. ¿No es adorable?

Ren no temblaba de miedo. Temblaba de frustración. Podía ver claramente los defectos de sus bestias: el patrón irregular de maná en las plumas del águila, la inestabilidad en las escamas verdes del otro chico.

Conocimiento inútil cuando estás a punto de ser golpeado.