Capítulo 17 - Domesticando la Ceremonia de Inicio

—Salgan —ordenó Luna—. Todos ustedes.

—Esto no ha terminado, niño podrido —gruñó Jin—. Nos veremos después.

Mientras los abusones huían de Luna, Ren tocó gentilmente los hongos en su cabello. El conocimiento que le proporcionaban valía cada burla, cada amenaza.

Aunque eso no hizo las cosas más fáciles.

Mientras los demás se apresuraban a obedecer, Luna miró a Ren por un momento. No había simpatía en su mirada, solo una especie de curiosidad calculadora.

O eso pensó Ren, todavía...

—Gracias —dijo Ren cuando los demás se habían ido—. Por ayudarme.

Luna lo miró como si fuera una ecuación particularmente molesta que necesitaba resolver.

—No lo hice por ti —su voz era fría, práctica—. Lo hice porque me disgustan los que abusan de su poder. Tres bestias de rango Plata contra el más débil de todos... —sacudió la cabeza—. Es patético.

Su lobo sombrío la observaba con sus ojos brillantes, inclinando la cabeza mientras ella continuaba:

—Harías bien en mantenerte alejado de los problemas. Y francamente, deberías considerar mantener tu espora separada de tu cuerpo. Esos hongos en tu cabeza solo te hacen un blanco más visible.

—No lo haré —la respuesta de Ren fue inmediata, firme—. Mi espora no es débil. Y voy a demostrarlo.

Luna levantó una ceja, lo estudió por un momento...

—Interesante —murmuró, más para sí misma que para él.

Ella recordaba a este chico del día de la invocación, ¿cómo podría olvidar al único con un huevo gris entre tantos colores brillantes, casi todos hijos de familias ricas y poderosas?

Luna no había entendido por qué alguien que solo podía comprar ese tipo de huevo estaba en esta escuela. El terrible resultado fue aún más inesperado.

Él había estado visiblemente deprimido ese día, tan derrotado...

Pero ahora había algo diferente en él.

No solo los hongos luminiscentes en su cabello, sino algo en su postura, en sus ojos. Se veía más... brillante. Y no se refería a los hongos en su cabeza.

—¿Delirio o valentía? —murmuró, más para sí misma que para él—. Muy interesante.

Ella se giró para irse, pero se detuvo por un momento.

—Veremos si esa confianza tuya dura al menos el primer año —dijo por encima del hombro, su lobo desapareciendo en las sombras junto con ella—. Aunque lo dudo.

Ren la vio desaparecer antes de poder preguntar qué era lo 'interesante', los hongos en su cabello pulsando suavemente... Pero no necesitaba que ella creyera en él.

No necesitaba que nadie creyese.

Aún no.

La Academia Imperial se levantaba ante él, sus torres proyectando largas sombras sobre la ciudad.

El Gran Salón de la Academia Imperial era impresionante. Columnas de mármol veteadas con líneas de mana ascendían hacia un techo abovedado donde bestias talladas parecían moverse en las sombras.

Los nuevos estudiantes se reunieron en filas ordenadas, sus bestias fusionadas creando un espectáculo de colores y transformaciones.

Excepto Ren, por supuesto. Los hongos en su cabello sobresalían como una mancha gris en medio de tanta brillantez.

Aunque él era el que brillaba... literalmente.

—Bienvenidos —la voz del Director resonó a través del salón.

Era un hombre alto y delgado, con una bestia dorada fusionada, un fénix real cuyas plumas doradas se entrelazaban con su cabello blanco. —A la institución más prestigiosa de cultivo y evolución de bestias.

Ren observó fascinado. Su nuevo conocimiento le permitió ver algunos de los patrones de mana del fénix, la complejidad de su evolución, aunque todo lo relacionado con el cultivo de bestias de rango Oro permanecía nebuloso en su mente.

—Durante los próximos ocho años, aprenderán no solo a fortalecer sus bestias, sino a entender la verdadera naturaleza del vínculo entre domador y criatura. Algunos de ustedes alcanzarán el rango Plata. Unos pocos, muy pocos, podrían ir más allá —su mirada se detuvo brevemente en Luna, cuyo lobo sombrío tenía potencial Oro. Luego, casi imperceptiblemente, en Ren.

—Sin embargo —continuó—, el rango no lo es todo. La historia está llena de domadores que lograron lo imposible con bestias aparentemente débiles. Todo depende de su dedicación, su comprensión y, sobre todo, su disposición a ver más allá de lo obvio.

Los murmullos comenzaron de inmediato. Todos sabían que era una mentira diplomática, una forma de consolar a aquellos que, como Ren, tuvieron mala suerte en su invocación.

Por supuesto, para Ren la ironía del mensaje sonó diferente.

—Los profesores asignarán sus dormitorios y horarios. Las clases comienzan mañana al primer rayo de luz —el Director hizo una pausa—. Una última cosa: en la Academia Imperial, valoramos el progreso individual, pero también la contribución a la sociedad. No recompensamos el abuso directo basado en el rango de bestia, los niveles sociales dependen unos de otros, por lo que perderán puntos por mal comportamiento pero ganarán puntos por contribuir. Todos tienen potencial... No lo desperdicien.

Esta vez, su mirada se detuvo claramente en el grupo que había golpeado y amenazado a Ren en el carruaje. El chico del tigre se movió incómodo.

Mientras los estudiantes comenzaban a dispersarse, Ren notó algo curioso.

Los hongos en su cabello pulsaban con un ritmo diferente cerca de ciertas áreas del salón, como si respondieran a un poderoso estímulo debajo del suelo.

El conocimiento fluía por su mente: quizás la Academia había sido construida sobre ruinas antiguas. Ruinas donde...

Puede que encuentre las runas que necesitaba sin tener que comprarlas si tenía suerte.

—Todos los estudiantes de primer año, ¡por aquí! —interrumpió la voz de un profesor—. ¡Es hora de asignar dormitorios!

Ren siguió a la multitud, pero su mente ya estaba trabajando. La Academia albergaba más secretos de lo que aparentaba.

Y tenía ocho años para descubrirlos.