—Primero, lo básico —susurró Ren mientras se acercaban a un grupo de árboles—. ¿Ven cómo los hilos brillan diferente dependiendo del ángulo?
Taro y Min asintieron bajo sus mantas de camuflaje, moviéndose con la lentitud deliberada que Ren había enfatizado. Cada movimiento era cuidadosamente calculado para evitar alertar a las criaturas de arriba.
—Los más brillantes son más antiguos, pero no son los más valiosos —continuó Ren, su voz apenas un susurro—. Busquen hilos con un brillo tenue y transparente. Esos son nuevos y todavía no han absorbido mucho mana. Su sensibilidad es todavía perfecta.
—¿Cómo los alcanzamos? —susurró Min, observando los hilos que se extendían varios metros sobre sus cabezas, creando una red etérea en la luz del sol filtrada.