—¡Al diablo! —exclamó—. Voy a recuperar ese huevo.
Las garras del grifo se hundieron en la piel cristalizada, buscando el punto exacto donde reposaba el núcleo.
No debería ser muy difícil recuperarlo, pero no podía permitirse bajar la guardia. No después de sentir a alguien observándolo, aquella presencia sutil que casi se le escapa.
Las garras encontraron su objetivo. El núcleo de la hidra pulsaba débilmente, su poder aún activo incluso después de la muerte de la bestia. Sus últimos alientos resonaban con fuerza menguante.
«Alguien estaba allí», pensó mientras trabajaba. Las marcas de mana en el aire eran sutiles, pequeñas distorsiones donde alguien se había transportado, como ondas en un estanque invisible.
«¿Un espíritu fuego fatuo? ¿Una hada de luz mineral? ¿Un lobo sombrío?»
Las 3 eran posibilidades, pero tenían algo en común... Eran bestias muy costosas, del tipo que solo los verdaderamente privilegiados podían permitirse.