Todos tragaron audiblemente, intercambiando miradas de resignación mezcladas con nerviosismo. Finalmente, asintieron uno por uno, sus rostros una mezcla de temor y determinación.
—Supongo que es lo menos que podemos hacer —admitió Mira—. Considerando que con lo que hemos recogido, el examen está básicamente aprobado.
—Exactamente —sonrió Ren, sus hongos pulsando con aprobación—. Y no te preocupes, tengo un método que minimiza el riesgo.
Dos cámaras de muda más tarde, sus mochilas estaban completamente llenas, y algunos incluso tuvieron que improvisar bolsas adicionales con tela que llevaban para emergencias. El peso hacía que los hombros de algunos dolieran, pero la promesa de éxito superaba la incomodidad.
—No podemos cargar más —anunció Taro, ajustando su carga ya desbordante—. Es hora de regresar.
—Primero —intervino Ren, sacando el hilo de tejedor de su mochila—, tenemos un último asunto pendiente.