Min lo miró con incredulidad, sus ojos se agrandaban. —Espera un minuto. Todo este tiempo nos has estado diciendo lo peligroso que sería alertar a las hembras porque son demasiadas y letales en grupos. ¿Y ahora quieres que entremos directamente en su nido?
—El punto era evitar que el macho las alertara —explicó Ren mientras revisaba sus herramientas—. Si mantenemos el ruido al mínimo y no las despertamos, no moriremos.
—No moriremos —repitió Min—. Genial. Muy reconfortante.
A pesar de sus dudas, nadie protestó seriamente cuando Ren comenzó a avanzar hacia la entrada primero. Todos sabían que, a pesar de sus métodos extraños, Ren había demostrado durante sus visitas a las profundidades que no los pondría en peligro a menos que estuviera seguro de poder protegerlos en el peor de los casos.