Ren corrió, cada músculo de su cuerpo impulsado por la fusión con la hidra, cada movimiento maximizado por el implacable entrenamiento de Lin. Pero la bestia abisal no permaneció paralizada después de perder momentáneamente su visión. En un movimiento que desafiaba todo entendimiento natural, la criatura hizo algo que congeló la sangre de Ren: voluntariamente se desprendió de sus ojos. Los órganos visuales cayeron de su cabeza como semillas maduras cayendo de una planta, aterrizando en el suelo con ruidos húmedos y enfermizos. La criatura había decidido que la vista era una debilidad en esta batalla. Sin la distracción de los estímulos visuales, la bestia se reconectó completamente con sus otros sentidos.