Klein Goldcrest observó su reflejo en el espejo mientras un auxiliar médico aplicaba el tratamiento final a las marcas de quemaduras que aún persistían en sus brazos. Las llamas oscuras de Liora habían dejado cicatrices que estaban tardando en desaparecer por completo, pero su condición general era notable considerando la intensidad del combate que había enfrentado. Las palabras de Kassian resonaban en su mente como un mantra ineludible, cada sílaba grabada en su conciencia.
—Al menos tu imagen no estará completamente arruinada —le había dicho su hermano durante su visita a la enfermería, su tono mezclando desprecio con un toque de aprobación renuente—. Tu estrategia contra los Ashenway y los Dravenholm fue decente esta vez. Supongo que el padre estaría... menos decepcionado que de costumbre.
Viniendo de Kassian, eso casi calificaba como un elogio.