—¿Algo para los nervios?
Dos frascos de cristal que contenían un líquido ligeramente luminoso con un brillo nacarado. Los recipientes parecían casi ceremoniales, grabados con delicadas runas.
—Esto ayudará —continuó Ren, ofreciendo un frasco a cada uno de sus padres con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora. Sus dedos temblaban casi imperceptiblemente mientras los extendía.
Fern miró la poción con sospecha, estudiando la forma en que se arremolinaba dentro del vidrio.
—¿Qué es esto?
—Una bebida que les traje de la ciudad —respondió Ren con falsa naturalidad, aunque sus ojos evitaban el contacto directo—. Ayudará con la fatiga y la tensión.
Reed, demasiado agotado para cuestionar, aceptó el frasco con gratitud.
—A este punto, incluso bebería ese licor casero que trajo nuestro vecino.
Lin intercambió una mirada cómplice con Ren, formándose una pequeña sonrisa en la comisura de sus labios reflejando su anticipación.