Reed y Fern se intercambiaron miradas de sorpresa.
—Una pequeña casa, dentro de la ciudad —continuó Ren—. No está muy céntrica, todavía a unos cinco horas de la academia, pero lo importante es que está fuera del territorio de Goldcrest. Es un comienzo... Así que pueden visitarme a mitad de año y... —su voz llevaba orgullo pero también incertidumbre, el tono de alguien que espera que su regalo sea bien recibido.
—¿Una casa? —Fern parpadeó, todavía luchando por asimilar la noticia—. ¿Ya has comprado una casa? —el concepto parecía casi surrealista después de meses de preocuparse por pagar el alquiler.
Ren asintió, una pequeña sonrisa formándose en sus labios.
—Finch, mi banquero favorito, me convenció de no gastar todo en una casa más cara en el interior. Me sugirió comenzar con algo modesto que podría vender más tarde, cuando tuviera más ahorros, y usar ese dinero como base para algo mejor.