Cuando el chico guapo aparece

Gabriel no pasó por alto el cambio en su actitud ni cómo Noah apretó los labios, claramente molesto. El ceño fruncido de su amigo y la forma en que cruzó los brazos sobre el pecho delataban su incomodidad, aunque intentó disimularla con una pregunta sarcástica.

—¿Y qué tiene de especial este Asher? Aparte de parecer salido de un anuncio de perfume.

Enid lo miro exasperada.

—No sé, tiene algo que llama la atención —respondió, encogiéndose de hombros como si no pudiera explicarlo del todo.

Para sorpresa de los tres, Asher giró la cabeza en su dirección y se acercó con una sonrisa tranquila, deteniéndose justo frente a su mesa.

—Enid —saludó con una voz profunda, como si el resto del mundo se desvaneciera a su alrededor.

Ella parpadeó, y por primera vez en todos los años que la conocían, sus amigos la vieron reaccionar con una timidez que no le era propia. Sus mejillas se tiñeron de un ligero rubor, y sus palabras salieron titubeantes.

—A-Asher. Hola.

Noah y Gabriel intercambiaron miradas rápidas, como si estuvieran comprobando que no eran los únicos que notaban lo extraño de la situación. ¿Desde cuándo Enid tartamudeaba? ¿Desde cuándo se ruborizaba? Esto sí que era nuevo.

Enid carraspeó, intentando recuperar la compostura antes de mirar a sus amigos.

—Ah... Asher, estos son Gabriel y Noah. Hemos sido amigos desde siempre —dijo, haciendo un gesto hacia cada uno.

Asher sonrió con amabilidad y asintió, extendiendo su mano primero hacia Gabriel.

—Un gusto conocerlos.

Gabriel estrechó su mano sin pensarlo mucho.

—Lo mismo digo —respondió con una sonrisa cortés.

Noah, en cambio, apenas asintió con una expresión impasible, como si estuviera decidido a no participar en la interacción. Gabriel lo miró de reojo, notando la tensión en sus hombros y la forma en que su mirada se clavaba en cualquier cosa que no fuera Asher.

La conversación continuó con temas triviales, de dónde venía Asher, qué clases tenía, cómo le estaba pareciendo la universidad. Enid intentaba mantener la charla amena, haciendo preguntas y sonriendo. Sin embargo, no podía ignorar la forma en que Noah respondía con monosílabos, sin siquiera intentar ocultar su mal humor.

Hasta que, de repente, Noah se levantó de golpe, arrastrando su silla y ocasionando un chirrido seco que cortó el aire como un cuchillo.

—Tengo que irme —dijo, sin dar más explicaciones.

Enid parpadeó, desconcertada.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó, mirándolo con frustración.

Noah solo sacudió la cabeza, evitando su mirada.

—Nos vemos luego.

Sin decir más, giró sobre sus talones y se alejó a paso rápido, dejando a los tres en un incómodo silencio. Enid, por su parte, parecía dividida entre correr tras él y quedarse donde estaba. Finalmente, optó por lo segundo, aunque su expresión delataba su incomodidad.

Asher, que hasta entonces había permanecido en silencio, arqueó una ceja con curiosidad.

—¿Le pasa algo? —preguntó, con un tono que podía interpretarse como preocupación o simple cortesía.

Enid suspiró, frotándose la sien como si intentara alejar un dolor de cabeza.

—No, no es nada. Solo es... Noah —dijo, como si eso explicara todo.

Gabriel decidió intervenir, intentando aligerar el ambiente.

—Bueno, ya lo conoces. Tiene sus días —dijo, encogiéndose de hombros con una sonrisa forzada.

Asher asintió, aunque su expresión sugería que no estaba del todo convencido. Sin embargo, no insistió en el tema.

El descanso terminó poco después, luego, se inclinó hacia Gabriel y susurró con preocupación.

—¿Qué demonios le sucede?

Gabriel se encogió de hombros, fingiendo ignorancia, aunque en el fondo tenía una idea bastante clara de lo que pasaba. Noah nunca había sido bueno ocultando sus sentimientos, y su reacción ante Asher era tan obvia como el sol en un día despejado. Sin embargo, decidió no decir nada. No era su lugar.

—Ni idea —respondió, con un tono que intentaba sonar despreocupado.

—Bien. Nos vemos luego —se despidió, tuvo que irse apresurada a su siguiente clase con el ceño aún fruncido, como si estuviera intentando descifrar la actitud de Noah.

Cuando se giró para irse también, notó que Asher seguía ahí, observándolo con una expresión tranquila.

—Parece que tenemos la misma clase —comentó con una leve sonrisa, rompiendo el silencio.

Gabriel levantó una ceja, sorprendido. No había notado a Asher en ninguna de sus clases antes, pero supuso que no presto mucha atención.

—¿En serio? Entonces vamos juntos —dijo, intentando sonar casual, aunque no pudo evitar notar cómo Asher parecía relajarse un poco ante su respuesta.

El resto del día transcurrió rápido. Las clases pasaron volando, y aunque intentó no prestarle demasiada atención, sintió en más de una ocasión la mirada de Asher sobre él. No era una mirada molesta ni intimidante, pero sí lo suficientemente insistente como para notarla. Cada vez que levantaba la vista, encontraba a Asher mirándolo, como si estuviera esperando algo. Gabriel decidió ignorarlo, concentrándose en sus apuntes y en las explicaciones de los profesores, pero la sensación de ser observado no desaparecía.

Cuando finalmente sonó la campana de salida, guardó sus cosas con rapidez y se levantó de inmediato, ansioso por salir de allí. No quería darle a Asher la oportunidad de acercarse de nuevo, al menos no por ahora.

—Nos vemos luego —se despidió sin detenerse demasiado.

Salió del aula a paso rápido y atravesó el campus sin mirar atrás, dirigiéndose directo a su auto. Noah ya estaba apoyado contra el auto cuando salió del edificio. Al verlo, suspiró y destrabó las puertas sin decir nada. Subieron en silencio, el motor rugió al encenderse, y condujo hacia la salida del estacionamiento.

—¿Quieres hablar? —preguntó finalmente, mientras se detenían en un semáforo.

—No —respondió de inmediato, mirando por la ventana con una expresión sombría. Pero después de un momento, añadió—. ¿Viste cómo la miraba? Ese chico trama algo. No me agrada.

Lo miró de reojo, notando la tensión en su voz y la forma en que apretaba los puños contra sus piernas.

—Relájate, Noah. Solo estás celoso —dijo, intentando sonar casual.

Noah se volvió hacia él con una mirada de sorpresa genuina, como si la idea nunca se le hubiera pasado por la cabeza.

—¿Yo? No —respondió, pero su voz vaciló por un momento. Luego, miró hacia adelante, frunciendo el ceño—. ¿Lo estoy?

 Gabriel lo miró con incredulidad, dándose cuenta de que su amigo ni siquiera se había dado cuenta de sus propios sentimientos.

—Noah —dijo, con un tono más suave—. ¿En serio no te has dado cuenta?

Se quedó en silencio, mirando fijamente el tablero del auto como si estuviera intentando descifrar un acertijo. Finalmente, suspiró y se reclinó en el asiento, pasándose una mano por el rostro.

—No sé, Gabriel. Solo... no me gusta cómo la mira. No me gusta cómo ella lo mira a él —hizo una pausa, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado—. Nunca me había sentido así antes. No sé qué hacer.

—Está bien no saberlo. Pero no puedes ignorarlo para siempre. Enid es tu amiga, y si sientes algo más por ella, tal vez deberías decírselo. Antes de que sea demasiado tarde.

Noah lo miró con incertidumbre en sus ojos.

—¿Y si arruino todo? —preguntó, con una voz tan baja que apenas se escuchó.

Sonrió levemente.

—Bueno, si lo arruinas, al menos sabrás que lo intentaste. Y si no lo haces, siempre te quedarás preguntándote qué hubiera pasado.

No respondió de inmediato, pero Gabriel notó cómo sus hombros se relajaban un poco, como si el simple hecho de hablar al respecto lo hubiera aliviado. El resto del camino lo hicieron en silencio.

Cuando llegaron a la casa de Noah, este se bajó del auto y cerró la puerta con suavidad. Antes de alejarse, se detuvo y miró a Gabriel.

—Gracias.

Gabriel asintió, sonriendo.

—Nos vemos mañana, Noah.

Una vez que desapareció de su vista, respiró hondo y puso el auto en marcha. Tenía que recoger a sus hermanas de la escuela, pero antes hizo una parada rápida en la pizzería que quedaba de camino. Al ver la caja con piña sobre el mostrador, frunció el ceño, claramente no muy fan de la idea.