Episodio 3: ‘Un viaje interrumpido’ Parte 5

[Yo había escuchado historias sobre el mar. Al vivir en Zaun y poder estar cerca del puerto de Piltóver, pude escuchar muchas historias de parte de los pescadores y exportadores sobre lo que pasa en el océano. También he estudiado sobre eso así que puedo decir que sé algunas cosas, pero jamás pensé que viviría en una de esas historias…]

—¡Carguen los cañones, alimañas!—gritó el capitán, apretando con fuerza el timón.

Después de trazar la nueva ruta, Kalika se quitó el sombrero y lo arrojó a un lado. Con una potente voz, dijo: —¡Capitán, veinte grados a babor!

—¡Veinte grados a babor!—la voz del capitán reverberó con fuerza. Con esa misma fuerza, giró el timón y el barco se movió en consecuencia.

—¡Capitán! ¡Perdimos a Lan! ¡Se fue por la borda!—junto a Midas, uno de los hombres miró al océano. Gritó para que el capitán lo escuche.

—¡Lan ya es comida para los peces! ¡Ahora todos concéntrense en mantenerse con vida!

Las voces gritaban, las olas golpeaban y los ojos carmesíes observaban. Midas se quedó congelado al ver la muerte de una persona. A pesar de que vio a Briar asesinar a muchas personas en la capital de Noxus, la muerte frente a sus ojos seguía siendo su mayor trauma.

La muerte, su significado… Midas estaba asustado, pero en el fondo había algo más que miedo.

—¡Idiota! ¡No te quedes cerca de la borda!

Tiana le gritó a Midas mientras lo agarraba por el hombro. Con fuerza, ella arrojó a Midas al suelo. Al caer, los ojos de Midas se encontraron con los de Briar, quien estaba junto a Tiana.

—Yo… no…

—Midas. ¡Vamos a pelear contra esas cosas!

A pesar de lo serios que estaban todos en el barco, Briar estaba sonriendo emocionada. Esos monstruos ya estaban demasiado cerca del barco, moviéndose bajo las aguas.

—¡No podemos pelear! ¡Nos matarán a todos!

Midas sonaba desesperado, pero todos en el barco sonrieron ante eso. Con esto Midas lo había entendido. Esta gente está loca, pero, ¿quién es él para juzgar la cordura de la gente?

—¡Jajaja! ¡Eres un cobarde, mocoso! ¡Solo observa y aprende!—gritó el capitán, riendo extasiado mientras la fuerte lluvia le golpeaba la cara.

Los rayos brillaron en el cielo. El barco fue azotado por las bestias marinas y la muerte parecía segura.

De pronto, una de esas bestias marinas se levantó del agua. Se veía como una gigantesca serpiente de dientes afilados, con ojos rojos brillantes parpadeantes y escamas negras como la noche misma. La serpiente era tan grande como el barco, con cuernos grandes y blancos, parecidos a púas espinosas. Se veía tan aterradora como la muerte misma.

—¡Fuego!

La orden del capitán recorrió el barco y los cañones se dispararon. Múltiples balas de cañón volaron y atravesaron el cuerpo del Leviatán, salpicando sangre morada que se mezcló con el agua. La bestia se retorció de dolor, golpeando el barco y hundiéndose en las profundidades donde, cada vez que un rayo destellaba, se veía a más bestias de ese tipo nadando bajo el barco. 

Como resultado de esa breve victoria, las risas de los marinos resonaron.

—¡Si puede sangrar puede morir! ¡Que no se te caigan los pantalones del miedo, mocoso! ¡Somos los dueños de este lugar!

Como siempre, el capitán era demasiado agresivo y salvaje, pero eso animaba a la tripulación. Con esas palabras, Kalika se acercó a Midas y lo agarró de la mochila. Ella lo levantó del suelo con mucha facilidad.

—Mantente concentrado, flacucho—y ella le dio una sonrisa seductora, que por un segundo calmó el miedo de Midas.

Pero no era momento de quedarse mirando. Los Leviatanes comenzaron a hacer lo mismo que el que murió antes. Subieron por el casco del barco y azotaron la cubierta con sus cabezas. Fueron tres en total y parecía que iban a hundir el barco en cualquier momento. Sin embargo, estas personas no lo iban a permitir.

Tiana usó su magia para reforzar el casco del barco. Kalika cargó y disparó su revólver diez veces y el resto de la tripulación continuó manteniendo los cañones cargados. Y Briar no se iba a quedar atrás. Cuando uno de los Leviatanes azotó el barco, su cabeza se quedó enganchada en una cuerda. Briar aprovechó eso y se le lanzó al cuello.

La picota se rompió en pedazos y el sello se liberó. La locura de Briar se manifestó con su expresión demoníaca y las espadas de sangre surgieron de sus brazos. Como una loca vehemente, clavó sus espadas en la bestia y la cortó innumerables veces en un segundo. Se rió vigorosamente mientras lo hacía, lamiéndose la sangre morada de la cara cada vez que las espadas cortaron.

—¡Delicioso! ¡Más! ¡Más!—se repitió a sí misma, extasiada con la nueva sangre que su paladar probó.

De pie en medio del caos, Midas cerró los ojos sintiéndose de vuelta en el campo de batalla. La sangre cubrió su cuerpo y el dorado brillante llenó el escenario. Como en aquel momento en el campo de oro, así como en la pelea contra Darius, Midas no pudo hacer nada para salvarlos.

Al abrir los ojos, observo como todos peleaban con tanta pasión, con sonrisas locas en sus rostros. Ellos sin duda estaban locos, pero no le temían a la muerte. Toda esta gente parece entender que, si mueren, entonces morirán todos juntos, peleando por la vida. A pesar de que ya perdieron a un compañero, siguen peleando, siguen hacia el futuro.

—¡Carajo! ¡Son demasiados, capitán!

—¡Lo sé, Tiana! ¡No me lo recuerdes! ¡Sigan cargando los cañones! ¡Sigan disparando!

Toda la tripulación asintió. Briar había logrado matar al Leviatán bastante rápido, por lo que ahora había cerrado su picota para esperar a la siguiente serpiente.

—¡Esto es muy divertido!

Tiana extendió sus manos y tocó su espalda con la de Briar. —¡Estas cosas suelen pasar más seguido de lo que nos gustaría! ¡Pero es divertido romperles el culo de vez en cuando!

—¡Jajaja! ¡Todos ustedes son asombrosos! ¿Quieren ser mis amigos?

—Aquí todos somos amigos, Briar. De eso se trata todo esto.

Los ojos de Briar se iluminaron. Ella ahora tenía más ganas de pelear junto a esta gente.

—¡¿Cuándo vamos a salir de la tormenta, Kalika?!

—¡No lo sé, capitán! ¡Todo está muy oscuro para saber!

—Carajo… ¡¿Cuántas balas quedan, inútiles?!

—¡Aún tenemos cuarenta balas, capitán!

La situación parecía complicarse momentáneamente. Los Leviatanes no dejaban de aparecer. Eran demasiados para este barco pequeño. Por lo general, es bastante fácil matar a uno solo. Si son más de cuatro, aun con dificultad, es posible, pero…

En ese momento había cerca de veinte Leviatanes. Es más, parecía que más Leviatanes seguían llegando. Las aguas eran feroces, los rayos y truenos no paraban y los nervios de la tripulación aumentaron.

¿Qué debemos hacer? Si esto sigue así, nos hundiremos y todos moriremos… Los pensamientos de Midas fueron como la misma tormenta que los azota con fuerza. Seguía congelado sin hacer nada, pero, ¿qué puede hacer él al respecto? Con el inhibidor puesto, usar magia es imposible. Incluso así, era mejor seguir peleando con los Leviatanes que liberar el sello.

De un momento a otro, Midas vio como el capitán recibió a uno de los Leviatanes con un martillazo en la cara. Ese hombre no solo era un buen capitán, era un luchador pesado nato.

—¡Se nos están acabando las balas, capitán!

—El casco no va a resistir mucho más. Ya me estoy quedando sin maná—Tiana intentaba aguantar los golpes que el barco recibía con todo su poder, pero el coste de maná fue abismal. Comenzó a sentirse cansada debido a eso.

El capitán cambió la expresión de su rostro al ver a Tiana, su hija, caer de rodillas aguantando todo el daño que el barco estaba recibiendo. Luego vio a Kalika, disparando desesperadamente a uno de los Leviatanes que se acercaron al barco. Los demás tripulantes, catorce hombres fornidos, seguían cargando los cañones y disparando a quemarropa, pero casi no quedaban balas.

Briar hacía lo que podía cada vez que un Leviatán acercaba la cabeza a la cubierta del barco y Midas se quedaba como una lechuga, plantado en el centro mirando a todos lados, buscando qué hacer.

—No esperé que fuéramos atacados por tantos bastardos…—con un susurró, el capitán dejó el timón y tomó su martillo con fuerza. —Si hubiéramos comprado más balas habríamos salido de esta… Nah. Ni siquiera con eso habríamos salido de este problema. —apretó la empuñadura del gigantesco martillo de hierro. Sus ojos mostraron ira hacia las bestias del mar. —¡Alimañas, tal parece que vamos a morir! ¡¿Están listos para irse del mundo rompiéndoles el hocico a estos hijos de puta?!

Toda la tripulación gritó. Kalika sonrió nerviosamente y Tiana suspiró cansada.

—Oye, cap. Yo no me quiero morir aun. Aun tengo un mundo y un montón de islas para mapear—cargó el revólver y lo apuntó hacia uno de los Leviatanes. Kalika sonrió cansada. —¿Estás seguro de que no eres tú el que se quiere morir?

—No tenemos opción. ¡Tiana! ¡¿Cómo te sientes, mocosa?!

De rodillas en el suelo, respirando con dificultad, con la ropa mojada y la mirada vacía, Tiana miró a su padre. —Se me está acabando el maná, papá… Nos van a matar…

Midas no tenía palabras. En unos pocos minutos la situación fue volcada por completo, pero así es como es este mundo, el océano feroz. Cualquier cosa puede pasar. Las balas de cañón se acabaron. El casco del barco comenzó a sufrir daños. Las olas eran más agresivas y los Leviatanes no se detenían.

De la nada. Así como así… ¿Vamos a morir? La mirada de Midas se ensombreció. Sus manos comenzaron a picar y el sonido de los gritos resonó. Uno de los tripulantes fue devorado por el Leviatán. El capitán alcanzó a golpearlo con el martillo, pero no fue suficiente para salvar al marino.

Entonces Midas lo sintió, esa misma sensación que tuvo cuando su madre murió. Ese dolor en su pecho y ese trauma que nació como el pequeño brote de una semilla. La misma sensación que creció ese día hace diez años y la misma sensación que cuando intentó salvar a Briar.

Esa impotencia. La ira de no poder hacer nada. Ahora tiene el poder para salvarlos, pero tiene miedo de usarlo. Teme que todo vaya a resultar tan mal.

Otra vez…

—Otra vez me voy a quedar mirando…

—¡Aaah!—gritó Briar, estrellándose en el mástil. Fue lanzada por la fuerza de un leviatán.

Ella pasó frente a los ojos de Midas, desangrándose, pero con una sonrisa emocionada. Ella quería seguir peleando, pero de hacerlo, moriría sin duda alguna. Aun así, se levantó y avanzó.

—Briar…

Ella también va a morir… Midas cayó de rodillas, rindiéndose por completo. La gente de este barco frente a él peleaban frenéticamente contra las bestias del mar. ¿Y él? Se hundió en la oscuridad de su propio fracaso.

Pero en medio de esa oscuridad, una suave luz iluminó su camino y la voz de un recuerdo le acarició el corazón.

[¿Te vas a rendir? ¿Así de fácil? ¿Otra vez?]

Maissa… Lo siento. Agachó la cabeza, cerrando los ojos. Sintió que no iba a poder llegar hacia ella, pero en su memoria, el día en que se fue a Noxus se mostró y las palabras de su hermana resonaron con más fuerza.

[Midas, te lo he dicho demasiadas veces, pero tienes la mentalidad de un perdedor. Así nunca vas a mejorar]

Un niño frente a una chica lastimada llena de vendas.

[Sé fuerte, Midas. No solo para mí, sino para tí mismo]

Fue como una revelación divina envuelta en recuerdos dolorosos. Los gritos de los demás siguen alzándose, la tormenta seguía arrasando, pero Midas se levantó con su mirada sombría y miró al capitán. Cada paso que daba pesaba demasiado, con las consecuencias de sus propias acciones retumbando en el fondo de su mente. Cada momento era una tortura. En cada instante él seguirá siendo el mismo asesino de siempre, pero, al final…

—Capitán… Necesito algo…—susurró, con un tono de voz aburrido. —Quiero que rompas mi inhibidor.

—¿Esa cosa en tus manos?

—Así es. Al hacerlo, quiero que todos se alejen de mí tanto como puedan. Voy a usar mi magia…—miró al capitán con determinación.

En cuanto al capitán, él no entendió muy bien la petición de Midas. Todos iban a morir pronto, pero miró a Tiana y ella asintió en respuesta, confirmando que Midas decía la verdad.

—Aah… Mocoso… Siéntete orgulloso, pues en este momento tienes la mirada de un hombre en la cara. Desde ahora dejaré de llamarte así. Serás solo Midas.

Midas asintió y puso sus manos sobre un barril. El capitán sostuvo su martillo, preparándose mientras los Leviatanes golpeaban el barco.

—¿Midas? ¿Vas a usar magia? ¿Magia del tipo que explota?—parecía que Briar estaba al borde de la muerte, pero seguía sonriendo y haciendo preguntas ridículas.

Midas, sin embargo, no miró a Briar a los ojos. —Bebe otra botella de sangre y recupérate, Briar. Después de eso, deberás prepararte.

Sus palabras fueron confusas para Briar, pero mientras que ella pensaba que la magia de Midas iba a ser algo asombroso, Midas solo esperaba la tragedia.

Con eso, el capitán levantó el martillo y golpeó el inhibidor. Un fuerte golpe metálico resonó mezclado con la lluvia y el metal del inhibidor mostró una grieta, para luego romperse en pedazos. Todos vieron las manos doradas de Midas y lo que sostenía en esas manos.

Una piedra roja de un brillo tenue…

Al ver sus manos libres, Midas recordó todos sus pecados y su cuerpo tembló tratando de contener su ataque de ansiedad. Soltó la piedra y esta cayó al suelo, después de eso, cayó de rodillas, sin quitarse la mirada de las manos.

—Está libre…

—¿Midas?

Briar sintió algo extraño. La expresión de Midas, antes determinada, se había torcido en una triste mueca de miedo y trauma. Sus manos temblaban y su respiración se volvió muy rápida. Antes de que alguien pueda decir algo, notaron que algo cambio en el ambiente. Los rayos se detuvieron, la marea comenzó a calmarse y los Leviatanes miraron en silencio, como si tuvieran miedo.

—No me digas que, a lo que los Leviatanes le tenían miedo era a…

Si… Ellos le tenían miedo a Midas. 

De repente, gotas pequeñas de agua se levantaron, flotando con un brillo místico. Todos, confundidos, miraron a Midas, pero de inmediato cayeron de rodillas por la extraña y repentina falta de oxígeno. Nadie pudo hablar ni gritar ya que esa misma falta de oxígeno se los impedía. Al mismo tiempo, cuando todos estaban ahogándose, la superficie de sus cuerpos comenzó a mancharse de color dorado.

Midas vio esto y solo pudo ver la misma horrible escena de hace diez años. Sus lágrimas cayeron, pero no pudo emitir ningún sonido de llanto. 

Su cuerpo débil se encogió en el suelo, patético y débil, asustado y traumatizado por su propio poder. —No quiero. No quiero esto—dijo finalmente, con la voz quebrada. —Por favor… otra vez no… No quiero. No quiero matarlos…

Briar lo miró, tirada en el suelo mientras su cuerpo se cubría de oro. Era extraño para ella, pero sentía algo doloroso al verlo llorar. Midas no estaba bien, no como ella creía. En estos últimos días, ella había visto un lado de Midas que jamás escuchó cuando estaban en esas celdas. Midas tenía esperanza, pero ahora regresó a ser el mismo tipo deprimido de esa celda.

—Que alguien me ayude… Por favor—se agarró la cabeza intentando calmarse, pero fue imposible. Sin embargo…

—Midas…—era Briar, hablándole sin dificultad por alguna extraña razón.. Ella sonrió con su cuerpo en el suelo mientras se convertía en oro. Al menos sus manos y su espalda se habían manchado de oro. —No sé qué es lo que pasa, pero…—cerró los ojos. —No llores… No llores más, bebe llorón.

Briar podrá no entender las emociones humanas, pero conoce a Midas, al menos la superficie de él. Sabe que, cuando él está solo, Midas se ve inusualmente triste, pero eso cambia cuando ella está ahí, cuando están juntos, viviendo aventuras por el bosque mientras viajan.

Era divertido…

—Briar…

Ella volvió a abrir los ojos. —Muéstrame tu increíble magia, Midas. Después… vayamos juntos a comernos a un gromp…

Tal vez Midas está demasiado mal, pero esas palabras calmaron por completo sus nervios. ¿Por qué? Porque en lugar de ver su horrible pasado, Midas solo podía ver a Briar, solo a ella y nadie más, sonriendo y siendo rara como siempre.

Aun nervioso, destrozado, se levantó del suelo y extendió las manos, apuntando a los Leviatanes. Toda esa extraña contaminación que generó antes se juntó en sus manos, lo que le quitó un poco del oro de encima a todos y les regresó el oxígeno. 

Las gotas de agua cayeron y el mar se volvió turbulento. Justo en esa fracción de segundo, Midas flotó unos pocos centímetros y, repentinamente, de sus manos de oro, disparó un inmenso rayo dorado de luz, que atravesó la superficie del agua y a todos los Leviatanes, desintegrándolos y reduciéndolos a la nada.

Era como un cañón de luz imparable, inmenso y de poder infinito, tanto, que cubrió todo el océano visible mientras se extendía hacia el cielo.

***

En algún lugar del mundo, un hombre de piel azul, cabeza calva y barba espesa que viste la ropa de un viajero, observó al cielo. Los tatuajes de runas que tenía en todo el cuerpo brillaron tenuemente al ver como la gigantesca luz se extendió por el cielo.

—Imposible…—susurró consternado.

Este hombre es Ryze, quien busca las Runas Globales de este Mundo…