Capítulo 4: La primera grieta:

Desde que aceptó el trato, Elena había intentado mantener su distancia, pero Sebastian no se lo 

permitía. Cada interacción con él era un recordatorio de que estaba atrapada en su juego. 

—¿Por qué me quieres aquí, Sebastian? —preguntó Elena, cruzándose de brazos. 

Sebastian la observó en silencio durante unos segundos, su mirada afilada como una daga. 

—¿Realmente crees que eres tan irrelevante en mi mundo? —respondió con una media sonrisa. 

Elena sintió un escalofrío recorrer su columna. Había algo en su tono que le decía que Sebastian 

tenía más razones de las que estaba dispuesto a admitir. 

—No me subestimes, Vaughn. Sé que hay algo que no me dices —lo desafió. 

Sebastian dejó escapar una leve risa y se acercó a ella, reduciendo la distancia entre ambos. 

—Tienes razón, Elena. Pero también sabes que cuando descubras la verdad, no habrá vuelta atrás. 

Elena sintió que su respiración se volvía más pesada. Había querido creer que todavía tenía 

control sobre su destino, pero cada palabra de Sebastian la hacía dudar. Lo que ella no sabía… era 

que la verdad estaba a punto de destruir todo lo que creía conocer. 

Elena intentó mantener la compostura, pero cada día que pasaba en la casa de Sebastian, se sentía 

más atrapada. Él jugaba con su mente, la desafiaba con cada palabra, y ella odiaba que una parte 

de sí misma comenzara a acostumbrarse a su presencia. 

—No puedes tenerme aquí para siempre —espetó Elena una noche. 

Sebastian se apoyó en la puerta, con una sonrisa lenta y peligrosa. 

—No necesito para siempre, Elena. Solo necesito que te des cuenta de que nunca tuviste 

elección. 

—Tal vez sí la tenía, pero tú me la arrebataste —susurró ella, con un nudo en la garganta. 

Sebastian no respondió. Solo la observó con una intensidad que hizo que su piel se erizara. 

Y eso era lo que más la aterrorizaba.