Capítulo 26: Descubierta:

Elena sintió su corazón golpear contra su pecho mientras los pasos se acercaban. Se deslizó rápidamente hacia un rincón de la oficina, donde la luz tenue de una lámpara no alcanzaba a iluminar del todo. Contuvo la respiración cuando la puerta se abrió lentamente. Un hombre alto y robusto entró en la sala. No era Lorenzo, pero su imponente presencia bastó para hacerle saber 

que se trataba de alguien de confianza de su tío. Vestía un traje negro y escaneó la habitación con una mirada afilada. —¿Quién está aquí? —preguntó en voz baja, con un tono amenazante. 

Elena se pegó contra la pared, su mano aferrándose al sobre dentro de su bolso. Si hacía el más mínimo ruido, la descubrirían. El hombre avanzó unos pasos más, inspeccionando el escritorio. 

Su mirada se posó en los cajones abiertos y frunció el ceño. Sacó su teléfono y marcó un número. 

—Señor Castellanos, hay señales de que alguien estuvo aquí. 

Elena sintió un susto qué la tenía paralizada,no sabía qué hacer. Tenía que salir de allí antes de qué trajeran refuerzos. Vio 

su única oportunidad cuando el hombre se giró para cerrar los cajones. Aprovechó el momento y, con pasos ligeros, se deslizó hacia la puerta abierta. Apenas su pie tocó el umbral, el crujido del suelo la delató. 

—¡Alto ahí! —El hombre se volteó de golpe. Elena no esperó. Se lanzó al pasillo y corrió con todas sus fuerzas. Escuchó los pasos del hombre corriendo detrás de ella, Su única esperanza era perderlo entre los pasillos del hotel. Doblando una esquina, vio una salida de emergencia. Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta y bajó las escaleras a toda velocidad. Detrás de ella, el sonido de pisadas apresuradas y una voz maldiciendo confirmaban que la perseguían. 

Cuando alcanzó la planta baja, se mezcló con la multitud en el salón principal. Caminó con 

rapidez hacia la mesa donde había estado con Sebastian, tratando de recuperar el aliento sin 

levantar sospechas. 

Sebastian, quien aún conversaba con Lorenzo, la vio llegar y sus ojos se entrecerraron con 

entendimiento. Sin perder la calma, tomó una copa y se la ofreció, disimulando. —¿Todo en 

orden? —murmuró entre dientes. 

Elena asintió levemente, aún sintiendo la adrenalina en su cuerpo. —Creo tener algo importante, puede que sea lo que necesitamos, 

—Le susurró. Antes de que pudiera relajarse, un grupo de seguridad irrumpió en el salón. 

Lorenzo se puso de pie con el ceño fruncido. —Busquen por todo el hotel. Hay un intruso entre nosotros —anunció con voz firme. 

Elena sintió que la sangre se le helaba. Sabía que la estaban buscando. Y lo peor era que no tenía un plan de escapatoria.