Tan pronto como Selina terminó de hablar, toda la sala privada quedó en completo silencio. Todos intercambiaron miradas, demasiado atónitos para decir una palabra.
Por un lado estaba Angelica—la mujer que había salvado la vida de Logan, la «luz de luna blanca» que él había buscado durante los últimos cuatro años. Por el otro estaba Selina—su recién casada esposa, aparentemente no amada, pero con el legítimo título de Señora Reid.
Dos mujeres, enfrentándose una a la otra. ¿Quién saldría victoriosa?
—Selina, querida hermana, ¿de qué estás hablando? —Angelica mantuvo su suave sonrisa.
—Creo que sabes exactamente de qué estoy hablando. Todos aquí saben lo que tienes en mente—no hay necesidad de hacerse la tonta —permaneció tranquila Selina.
La multitud asintió en acuerdo. La admiración de Angelica por Logan era evidente para todos.
—Selina, ¿realmente quieres que sea honesta? Me contuve porque no quería ser demasiado dura contigo como mi hermana —suspiró dramáticamente Angelica.