I

Pertenecí a un grupo de asesinos que se llamaban Las Sombras de Stenlaut. Éramos la sombra que nadie veía del emperador. Estábamos en todos lados y en ninguno al mismo tiempo. Nadie sabía de nosotros, y al mismo tiempo todos sabían de nosotros, solamente con un nombre falso, una acción o un título falso. Es muy fácil engañar a la gente, y eso lo aprovechábamos, aunque algunos éramos más mañosos que otros con este tema.

Éramos huérfanos. Niños que hubieran muerto si nadie nos sacaba de las horribles condiciones donde nos encontrábamos. Así que ya vieron por qué servimos ciegamente a nuestro emperador.

Cuando un niño huérfano es recogido, se le enseña el arte de la esgrima y a disparar, ya sean armas de chispa, ballestas o arcos. Además de eso, al huérfano también se le brinda una educación muy buena, que incluso llega a ser la envidia de varias universidades de todo el continente. Esos conocimientos no son en vano, ya que con esos conocimientos nosotros hacemos nuestras propias herramientas y armas, aunque eso es algo de mentira, ya que lo único que sí nos dan es una espada ropera, una daga, una ballesta (con su respectiva munición) y una máscara de un acero duro, y bastante efectivo en combate.

Solamente hay diez Sombras de Stenlaut, las cuales están por todo el continente, repartidas, ocultas, haciendo su trabajo. La ley de los diez. Es una ley que el primer emperador de Stenlaut escribió al aire, y que solamente nosotros —Las Sombras— conocemos. Esa ley dicta que solamente puede haber diez Sombras, y que solo se recogerá y entrenará a un huérfano nuevo cuando se confirme la muerte de una Sombra.

La historia que les contaré ocurrió un día lluvioso (como casi todos los días en Dinas Gaerog). Yo estaba en el nido (un lugar que se encuentra en lo más alto del palacio del emperador) haciendo virotes para la ballesta, unos virotes que pudieran atravesar las armaduras de los soldados. En el nido no estaba solo, ya que también había otras tres Sombras: Arnoldo, Brandan y Hércules.

Arnoldo y Brandan estaban entrenando esgrima. Su entrenamiento era muy intenso, incluso podría decir que si se tratara de matar de verdad.

Hércules se acercó a mí, con dos cervezas en mano, y se quedó viendo como hacía mi trabajo. Dejó una cerveza en la mesa y la otra se la empezó a tomar.

— ¿Aún no acabas? —preguntaba Hércules con un suspiro, para después seguir tomando su cerveza.

—Ya casi, solo déjame acabar estos detalles.

—Qué bueno, porque llevas ahí todo el día. —Hércules volteó a ver a Arnoldo y a Brandan, y después me dio un codazo. —¿Y quién crees que gane?

—Apuesto 50 Stens a que gana Brandan —decía mientras acababa los detalles del último virote.

Hércules se rió, y después de un "trato" se hizo la apuesta, mientras que yo seguía en lo mío.

Brandan era un hombre alto y fornido, con una barba larga, al igual que su pelo. Él era pelirrojo, con una cicatriz en el cachete izquierdo. Mientras que Arnoldo no tenía pelo, pero sí una barba de candado negra. Al igual que Brandan, Arnoldo era alto y fornido, aunque la verdad, Brandan era un poco más alto.

La batalla estaba en su punto más alto. Los golpes tanto con la espada como con los puños eran más frecuentes. Arnoldo iba a dar una estocada en el pecho a Brandan, pero este la bloqueó moviendo un poco la espada, le dio un golpe con su mano derecha a Arnoldo (Brandan es zurdo), y este soportó el golpe, y contraatacó de la misma manera. Brandan también soportó el golpe, y fue ahí cuando Brandan hizo un movimiento muy ágil, y le pegó a Arnoldo en el cachete con el pomo de su espada. Todo pasó tan rápido, y Arnoldo aceptó la derrota.

—Déjame adivinar, gané, ¿verdad? —dije con una sonrisa en la boca, mientras seguía con el mismo virote.

—Ja, tienes la suerte de tu lado, Giovanni.

Ahora que caigo en cuenta, no he descrito a Hércules. Bueno, Hércules sí estaba fornido, pero no era tan alto. Lo que diferencia a Hércules de todos es una cicatriz que está debajo de la boca.

Los dos rivales estrecharon sus manos y siguieron sus caminos. Arnoldo levantó sus cosas y se fue a comer algo, mientras que Brandan se acercó a mí, y con su voz gruesa y bromista dijo:

— ¿Aún sigues con eso? Llevamos toda la mañana entrenando, y mientras yo le estaba dando la paliza de su vida a Arn, tú estabas haciendo... ¿esto? —Brandan puso cara de duda, después vio que en la mesa aún estaba una cerveza, la cual yo no había probado. Brandan, con una velocidad rápida, tomó la cerveza, mientras exclamaba— ¡Presta!

—Una buena preparación es la que gana las batallas. Ah, y eso —señalé la cerveza— era mío.

—Pues ya ni modo. —Brandan soltó una pequeña risa, y de un trago se tomó la mitad de la cerveza— Tú sigue haciendo tus preparaciones, yo me iré a dormir un rato. Luego los veo.

Brandan se fue del lugar, y después también se fue Hércules, dejándome solo en el nido. Me senté cerca de una ventana, mientras veía la lluvia caer en esa ciudad de piedra, gas y electricidad.

—Sé que estás aquí, cuervo —gritaba Lord Tighern entrando al nido, mientras caminaba con ayuda de un bastón—. El emperador necesita hablar contigo.

— ¿Es algo serio?

—Es más que serio, muchacho, es urgente.

Lord Tighern era una Sombra retirada (muerta según él). Ahora él se dedica a la política y a la ciencia. Él nos enseñó a todos el arte de la esgrima, y sobre todo, la química. Aunque a todos les aburre la química, hay algo en esa ciencia que me gusta, es por eso por lo que siempre que podía le pedía a Lord Tighern que me enseñara más química. Esa es una de las razones por las cuales lo estimo mucho, mientras que Lord Tighern espera que yo logre grandes cosas.

Acompañé a Lord Tighern hasta el lugar donde el emperador de treinta años estaba pintando. La cara del emperador estaba llena de preocupación, y esa preocupación se traspasaba a sus trazos y a la pintura que estaba haciendo.

—Disculpe, mi emperador —dijo Lord Tighern inclinando la cabeza levemente—. Aquí tiene a Giovanni.

—Perfecto. Puedes hacer que pase, por favor.

Entré a la habitación, que tenía un olor muy fuerte a pintura y alcohol, e incliné la cabeza ante el emperador.

—No seas tan modesto, Giovanni. Esto va a ser rápido —replicó el emperador, mientras me veía con curiosidad.

Levanté la cabeza y, después de unos pocos segundos, dije: — ¿A quién toca matar hoy, señor?

—Directo al grano, ¡me gusta! Pero desafortunadamente, hoy no tendrás que sacarle los ojos a alguien, cuervo. No, tendrás que buscar información.

— ¿Qué tipo de información?

El emperador soltó una pequeña risa y prosiguió diciendo: — Eso es lo que quiero que investigues. Tal vez sea algo que no tenga importancia, o tal vez sea algo serio, la verdad no sé, pero presiento que algo se está cocinando en los barrios bajos de Dinas Gaerog, y siento que ese plato está envenenado.

—Investigaré de inmediato. —Y con estas palabras me fui a prepararme, para inmediatamente ir a los barrios bajos de Dinas Gaerog.