Me fui vestido como siempre: una gabardina, un chaleco (en uno de sus bolsillos llevaba un reloj de bolsillo, regalo de Lord Tighern, para calcular el tiempo), una camisa, unos guantes de cuero, pantalones de vestir y unos zapatos. Todo era de color negro, excepto la camisa y los guantes, que eran de un azul rey. Además de mis armas y municiones, llevaba una que otra arma casera. Pero lo más importante, lo que me ganó el apodo de Cuervo en las sombras, era la máscara de metal con la forma de un cuervo. En la punta de la boca del cuervo, tenía un compartimento para insertar hierbas aromáticas, que usaba cada vez que iba a las alcantarillas o a lugares donde las enfermedades eran comunes. Los ojos de la máscara estaban hechos de grandes vidrios oscuros, lo que causaba que quien no la llevara puesta solo pudiera ver una oscuridad infinita.
Me movía por los techos con gran velocidad y agilidad, y siempre que encontraba un hueco lo suficientemente grande, bajaba a la calle o, lo más probable, disparaba un virote con mi ballesta, el cual estaba atado a una cuerda de plástico flexible y resistente. Esta cuerda me ayudaba a columpiarme de un lado a otro o a subir edificios con facilidad y en silencio.
La ballesta era fácil de guardar, pues tenía forma de "T", y solo cerrando los lados formaba una "I", lo que la hacía compacta y práctica.
Pasé por las dos grandes puertas. La primera daba al palacio del emperador, la segunda a la zona comercial, donde se encontraba la gente con más dinero, y al final, la tercera, que llevaba a la zona baja y pobre. En ese sector solían estar las fábricas, zonas de pesca, aserraderos y otros lugares donde trabajaba la gente obrera. Pasé sin pagar ni un Sten.
Mientras me desplazaba, observé a un grupo de personas con ropas rotas. No sé por qué, pero algo me llamó la atención. Bajé a investigar. Llevaban a un hombre que parecía tambalear, probablemente por el estado en el que se encontraba. Supuse que esa era la idea, que pareciera borracho, pues así evitarían la intervención de la policía. Además, lo habían rociado con una sustancia inflamable, ya que olía bastante. Los seguí sigilosamente, moviéndome entre las sombras, hasta que uno de ellos miró a su alrededor y, al comprobar que estaban solos, dijo:
—Ya estamos solos. Ahora sí tenemos vía libre.
El más grande del grupo empujó al "borracho" hacia una tienda de madera vieja, cuyas ventanas estaban rotas. El interior estaba lleno de ratas y arañas.
— ¡no hagas esto tan difícil! —exclamaba ese sujeto grande mientras amenazaba con un cuchillo oxidado el ojo derecho del "borracho".
—ya te dije que yo no le tengo, el escapo, él...él se lo llevo todo—lloriqueaba aquel borracho. Sus ojos estaban llenos de miedo, y aunque se movían de un lado a otro, su cuerpo estaba totalmente estático.
— ¡deja de decir mentiras! —grito el sujeto grande, mientras golpeaba al "borracho", provocado que este cayera al piso—nuestro informador nos dijo que tú lo ayudaste.
El "borracho" se tocó el ojo, y siguió diciendo con miedo en sus palabras: —no, no, te lo juro, no lo ayude, no hice tal cosa.
El sujeto grande pareció enojarse más, y se acercó a golpear varias veces a ese "borracho", mientras este último solo soltaba quejidos de dolor, y palabras inconclusas e inentendibles. Los golpes seguían, y la sangre poco a poco cubría la cara de ese pobre hombre. No sé con sinceridad si el sujeto grande dejo a ese hombre que se disfrazó de borracho por que se cansó, o porque sabía que si seguía golpeándolo lo mataría. El sujeto grande se levantó, y se limpió las manos que estaban llenas de sangre y dijo con gran seriedad y enojo: — más te vale que tengas la información de ese maldito para mañana, eh, para mañana, tú me la darás a mí en la pelea de mañana, no tardes, ni te intentes ocultar, porque—soltó una pequeña carcajada—bueno, eso ya te lo puedes imaginar.
El sujeto grande ya iba a salir con todos sus hombres, pero al llegar a la puerta se detuvo, agarró a uno de sus hombres por el hombro y le susurró:
—Oye, Ángelo, llévalo a casa e invéntate una excusa. —El sujeto grande sacó una cartera de cuero y le dio algunos billetes de 50 Stens—. Ten, por si no te creen.
Ángelo se llevó a aquel "borracho", mientras que este último (con la cara toda ensangrentada y goteando sangre de la nariz y boca) apenas y podía caminar.
Era normal que alguna que otra persona fuera golpeada o asesinada por deber dinero, y por eso me pareció más raro aquel suceso. ¿Por qué buscaban a esa persona que escapó tan desesperadamente? Cuando todos se alejaron un poco, entré rápidamente al lugar, dejé un pañuelo en el suelo para que se manchara con algo de sangre y luego comencé a seguir al sujeto grande y su grupo.
La altura siempre me había sido de gran ayuda, y gracias a eso pude seguir a esos sujetos sin ningún problema. Ellos pagaron los 5 Stens para pasar a la zona baja, mientras yo me deslizaba por encima.
Los pasos de los sujetos se volvieron más tranquilos, y mientras caminaban lentamente, comenzaron a platicar sobre cosas sin mucho sentido. Sin embargo, una de sus preguntas me llamó la atención.
— ¿Quién crees que gane la pelea de hoy? —le preguntó uno de los sujetos al más alto.
—Sinceramente, no me importa. Solo voy a ese lugar porque es un buen sitio para vender la mercancía —respondió el sujeto grande, sin dejar de caminar.
—Ya te lo he dicho —replicó el sujeto que hizo la pregunta—. Mete al gran E., él ganará la pelea. Y así como estoy seguro de que ganará, también sé que si apuestas por él, ganarás mucho dinero.
—No vale la pena. Estoy seguro de que si lo metiera en una pelea, acabaría muerto. Y si eso pasa, ¿de qué me serviría un muerto? Pero supongamos que gana, ¿cómo sabemos que me van a dar el dinero acordado? Y no solo eso, tú lo sabes, ¿no?
—Creo que no lo entiendo —murmuró aquel sujeto torpe e inferior.
—¡Sí que eres idiota! Mira, si gana el gran E., es muy probable que no me den mi dinero. Y además, estoy seguro de que el gran E. terminaría muerto. Tal vez tú no lo sepas, pero en la cloaca son muy rencorosos y no les gusta perder, así que es mejor no tentar las aguas.
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Los sujetos continuaron avanzando hasta un túnel que llevaba a uno de los centros de venta más populares de los barrios bajos de Dinas Gaerog: el pescado sin cabeza. En ese lugar se vendían pescados, legumbres, tubérculos y, si había suerte, algo de pan.
Bajé del lugar alto donde estaba, saqué mi reloj de bolsillo y lo guardé en la bolsa trasera del pantalón. Me quité la máscara y la escondí en la gabardina. También me quité los guantes y los guardé. Desarreglé un poco mi cabello, subí el lado derecho del cuello de la camisa y comencé a rasgar mis ropas. Luego busqué algo de alcohol, lo cual no fue muy difícil de encontrar, ya que vi a un borracho durmiendo cerca. Tomé un poco de ese alcohol y me rocié con el líquido inflamable. Me ensucié la cara, las manos y la ropa con tierra y algo de cenizas, para finalmente entrar al lugar.
Empecé a caminar como si estuviera algo tomado, mientras mi mirada se deslizaba lentamente sobre los negocios que había en el camino, como si estuviera buscando algo para comprar.
Seguí a esos sujetos entre el montón de gente, manteniendo mi disfraz. Varias veces me detuve en algunos puestos para comprar unas pocas cosas y, por supuesto, algo de alcohol, ya que ese era el objetivo de mi disfraz: seguir la farsa hasta el final.
El final de el pescado sin cabeza estaba cerca, y yo continuaba impecable con mi disfraz. Seguí caminando y, poco a poco, dejé de ver a los sujetos que estaba siguiendo. Sin embargo, no me alejé del personaje, ya que podría ser que ellos se hubieran dado cuenta de que los seguía y me estuvieran esperando en algún lugar. Y si eso no sucedía y realmente los había perdido, preguntaría por allí para ver si alguien conocía o sabía dónde estaba el sujeto alto y sus secuaces.
Tal y como lo supuse, ellos estaban al final, escondidos en las sombras de un rincón, esperándome. Comencé a tararear una canción algo vieja, pero popular.
Pasé frente a ellos. Solo me miraban atentamente, observando cualquier movimiento raro o que no coincidiera con mi disfraz.
—Vieron, no tiene nada de raro. Creo que te estás poniendo algo paranoico —dijo el sujeto grande—. Además, si hubiera pasado algo, uno de mis vendedores me lo habría dicho.
El sujeto grande tenía, como mínimo, a cinco vendedores en el pescado sin cabeza. Esos vendedores estaban armados y, ante cualquier cosa fuera de lugar, le avisarían a su jefe.
Pasé de largo y seguí caminando. Después de unos minutos, me empecé a mover más rápido, buscando un lugar donde nadie me viera para poder usar mi ballesta y regresar a los techos. Pero en ese momento, Ángelo (el hombre que había ido a dejar al "borracho") chocó conmigo. Él siguió su camino, murmurando: <
Rápidamente me puse la máscara, saqué mi ballesta y regresé a los techos. Empecé a seguir a Ángelo, quien se movía con rapidez. Lógicamente, en la otra entrada (donde estaban los sujetos observándome) ya no estaban esos hombres.
Ángelo soltó una maldición y luego siguió corriendo, pero esta vez no pasó por el pescado sin cabeza, sino que se dirigió a una calle poco transitada.
Lo seguí hasta que se detuvo frente a una casa grande de madera, abandonada.
—Ya... ya... ya estoy aquí —decía Ángelo, mientras respiraba con dificultad.