Tan pronto como las palabras salieron de la boca de Joelson, la atmósfera se congeló.
Chesterton miró fijamente a Joelson; sus ojos llenos de odio como una serpiente venenosa. No había rastro de la dignidad y elegancia de la autoridad de Dios.
Las cadenas de llamas azules se aflojaron, y Chesterton, quien tenía el brazo roto, cayó débilmente al suelo.
Joelson pisó la espalda del dragón de acero. Este último levantó sus alas, y la violenta presión del viento barrió toda el área.
Todos retrocedieron instintivamente unos pasos.
Pryce notó que el aterrador monstruo metálico se dirigía hacia él. Al ser observado por los fríos ojos dorado oscuro, sintió como si fuera a ser devorado en cualquier momento.
Joelson se paró en un lugar alto y miró a Pryce con indiferencia.
Si usara un poco su cerebro, podría adivinar que debe ser por culpa de Pryce.
Levantó su mano casualmente.
¡Bang!