¡Despierta!

El cielo estaba negro como la noche, cubierto por nubes oscuras y niebla. Capas de nubes grises se congregaban sin intención de dispersarse.

No se podían ver señales de luz solar en este cielo completamente negro.

De vez en cuando, un relámpago rojo oscuro destellaba a través del cielo oscuro. Se entrelazaban entre sí y proyectaban luz sobre el suelo.

El suelo grisáceo-negro estaba agrietado y desolado. Se extendía hasta el horizonte, áspero y ondulado.

La cordillera estaba tallada en la tierra como una enorme cicatriz. El interminable bosque grisáceo-negro parecía extenderse hasta el fin del mundo.

Todo este mundo exudaba una especie de oscuridad, oscura pero misteriosa y carente de cualquier aliento de vida.

La espesa niebla gris velaba el bosque negro, haciéndolo siniestro y lleno de peligro.

Destellos de relámpagos carmesí golpeaban la tierra como pitones venenosas, partiendo los enormes árboles en dos justo desde su cintura.