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La Vía Láctea deslumbraba mientras permanecía suspendida en el cielo. Brillante y resplandeciente, era vasta e ilimitada.
Meng Lei estaba sentado con las piernas cruzadas en la bifurcación de un gran árbol mientras realizaba su meditación diaria. El cultivo era un proceso similar a remar contra la corriente: uno debe avanzar constantemente, o de lo contrario sería arrastrado hacia atrás. Uno debe ser diligente e implacable con su cultivo.
El bosque en la noche no era un lugar tranquilo y pacífico, y los rugidos de las bestias distraían la mente de vez en cuando. Sin embargo, Meng Lei ya se había acostumbrado a ello, y se concentraba en refinar su poder mágico y mejorar su poder espiritual.