Alas de Oro, Monstruo de Trueno

—¡Lo tengo!

Morodo no era una persona obstinada y engreída.

Después de echar un vistazo a la situación actual en el campo de batalla, respiró profundamente. Sabía que si esta situación continuaba, la tropa que había traído consigo sería aniquilada.

Así que inmediatamente gritó una orden:

—¡Transmitan mi orden! ¡Todas las bestias de ataque a larga distancia deben avanzar sin demora! ¡Juntos, todos ustedes pulverizarán esas detestables enredaderas en el Rey de los Gigantes de Montaña!

Su mirada estaba fija en lo que tenían por delante, y no pudo evitar desear poder cargar él mismo en el campo de batalla.

—¡Morodo, esto es imposible!

—La distancia es demasiado grande, la mayoría de nuestras bestias no tienen ese tipo de precisión cuando atacan.

—¡Y si está demasiado cerca, con el Tiranosaurio de ese tipo cerca, me temo que tendremos que perder un puñado de nuestras bestias de ataque a larga distancia!