Capítulo:El encuentro

David camina por las calles de la ciudad, su katana Nichirin Negra atada a su espalda con una correa de cuero, oculta bajo la chaqueta. Cada paso se desliza con la gracia de un gato, casi imperceptible en el bullicio de la multitud. A pesar de la modernidad que lo rodea, con sus luces brillantes y pantallas gigantes que gritan por atención, algo dentro de él se resiste a este ritmo. Él, un vestigio de un tiempo que ya no existe, no pertenece a este mundo de ruido.

En los pasillos de la secundaria, su presencia es como una sombra. Los demás lo miran de reojo, como si supieran que es diferente, pero nadie se atreve a hablarle. Él no lo necesita. A veces, en las horas de receso, se aleja del grupo, buscando refugio en el rincón más solitario del campo de deportes. Allí, entre las paredes que sólo los viejos recuerdos de su entrenamiento pueden comprender, saca su ocarina. El sonido, suave y melancólico, corta la contaminación sonora, trayendo una paz que ni siquiera los autos, los teléfonos ni las pantallas pueden borrar.

Pero hoy algo es diferente. En medio de una melodía tranquila, una figura se acerca, su silueta recortada contra el sol de la tarde. Es una chica, con cabello corto y ojos que brillan con una curiosidad que David no espera. El viento mueve su ropa con suavidad, pero hay algo en su presencia que no es común. Es como si también viniera de un lugar lejano, tan distante de este mundo como él. Sin embargo, no se detiene, y sus pasos se aproximan con una certeza silenciosa.

David deja de tocar, guardando su ocarina con una calma calculada. La chica se detiene frente a él, mirando la katana.

— ¿Tienes una katana? — pregunta, con una sonrisa intrigada.

David no responde inmediatamente. Sus ojos, fríos y observadores, la examinan. No parece ser una simple estudiante. De alguna manera, hay algo en ella que lo hace sentir incómodo, como si, de algún modo, estuviera consciente de lo que él es.

— Es un accesorio — responde finalmente, su voz baja y distante.

Ella se ríe suavemente, sin inmutarse ante su indiferencia.

— ¿Una katana como accesorio? — pregunta, levantando una ceja — ¿Eres... un cosplayer o algo así?

David apenas se mueve, pero su mirada se aguanta.

— ¿Por qué estás aquí? — pregunta con tono más grave, fijando la vista en sus ojos.

Ella titubea, pero luego responde, casi con una risa nerviosa:

— Es que... me parece interesante. Aunque tal vez no debí acercarme tanto.

A pesar de la respuesta, David siente que algo más se esconde en sus palabras. Algo que no puede explicar, pero que lo hace sentir la incomodidad de estar siendo observado, como si no estuviera tan oculto como pensaba.

— Deja de mirar — dice él, haciendo un gesto con la mano, como si alejara la energía que ella emite sin darse cuenta.

Ella se queda allí, un segundo más, antes de alejarse lentamente. Pero antes de irse, lanza una última mirada hacia él.

— El mundo puede ser más interesante de lo que crees... Si decide abrir los ojos, claro. —Y se va.

David se queda en silencio, las palabras resonando en su mente. Ella, como un eco de algo perdido, lo hace preguntarse si aún está realmente escondido o si su camino está a punto de cruzarse con algo más grande.