Capitulo:El fin del combate

David, con la precisión de un guerrero que ha entrenado toda su vida en las sombras, esquivó el siguiente ataque de Aiko y, en un solo movimiento calculado, barrió sus piernas con una velocidad que ella no pudo prever.

Aiko cayó al suelo con un impacto seco, pero antes de que pudiera reaccionar, David ya estaba encima de ella, con la rodilla ligeramente apoyada en su abdomen, inmovilizándola. Su mano quedó cerca de su cuello, en una posición que, en un combate real, significaría el fin.

El gimnasio entero quedó en silencio.

David no mostró ninguna emoción. Solo la miró con esa frialdad inquebrantable que lo caracterizaba.

Y entonces, en voz baja, casi como si hablase consigo mismo, murmuró:

— ¿De qué sirve ser inmortal si no se puede morir?

Aiko lo miró con los ojos entrecerrados, aún sin moverse. No había miedo en su expresión. No había sorpresa. Solo una leve sonrisa, como si hubiera encontrado algo que buscaba.

— Interesante — susurró ella.

David se apartó con la misma calma con la que la había derribado. Se puso de pie y le tendió la mano, pero Aiko se levantó sola, sin aceptar su ayuda.

El profesor pareció reaccionar por fin y se aclaró la garganta.

— Eh… Bueno. Buen combate. Sigan así.

Los murmullos entre los estudiantes se intensificaron, pero David los ignoró.

Aiko, sin embargo, seguía mirándolo con interés.

— Nos vemos luego, David — dijo antes de alejarse.

Él la observará por un instante, antes de tomar su toalla y darse cuenta de la vuelta.

No le gustaba esto. No le gustaba nada.

Porque en los ojos de Aiko, no vio derrota.

Vio expectativas.