David se paró en el centro de la cancha, relajando los hombros, pero sin bajar la guardia. Frente a él, Aiko adoptó una postura ligera, con los pies bien apoyados en el suelo. Su expresión seguía siendo tranquila, pero sus ojos… sus ojos eran distintos. Había algo calculador en ellos, algo que no encajaba con una simple estudiante de secundaria.
El profesor levantó la mano.
— ¡Empiecen!
Aiko se movió primero. Su velocidad era superior a la de cualquier otro estudiante en la clase, pero para David era un movimiento claro, casi demasiado fácil de leer. Se inclinó ligeramente hacia atrás, esquivando su primer golpe con la precisión de alguien acostumbrado a reaccionar en fracciones de segundo.
"Interesante", pensó David.
Sin perder el tiempo, Aiko giró sobre su eje e intentó barrerle las piernas con una patada baja. David saltó con facilidad, aterrizando con suavidad. Hasta ahora, no había contraatacado. Estaba observando. Analizando.
Aiko sonrió.
—No eres un novato, ¿eh?
David no respondió.
Entonces ella atacó de nuevo, pero esta vez algo cambió. Su movimiento no era el de alguien que simplemente hacía deporte. Era fluido, eficiente. Sus golpes iban dirigidos a puntos clave del cuerpo: el diafragma, la mandíbula, las costillas. No estaba peleando como un estudiante cualquiera. Estaba peleando como alguien entrenando.
David bloqueó un golpe con la palma abierta y, por primera vez, contraatacó. Se deslizó con rapidez, atrapando su muñeca y torciéndola suavemente en un ángulo que la obligó a retroceder.
Los murmullos crecieron a su alrededor.
El profesor los miraba con atención, pero no los detenía. Tal vez pensó que solo eran estudiantes con talento. Pero David sabía que esto era otra cosa.
— ¿Quién eres? — susurró él, apenas audible.
Aiko sonrió.
— Alguien que lleva tiempo observándote.
Entonces, sin previo aviso, ella giró sobre sí misma con una patada dirigida a su cabeza. David la bloqueó con el antebrazo, pero sintió algo extraño. La fuerza de su ataque no era normal.
Aiko aterrizó con suavidad, y esta vez, su mirada era completamente diferente.
—Eres bueno, David. Pero diez centavos… ¿Hasta dónde puedes llegar?
El combate no era solo un juego.
Era una prueba.