CAPÍTULO: Despertar en el Abismo

El sol apenas asomaba por la ventana cuando David abrió los ojos. El resplandor débil de la mañana no era suficiente para disipar la niebla en su mente. Había algo en el aire, algo en su interior que le decía que ese día no era como los demás. El mundo seguía girando, pero él ya no quería ser parte de esa rutina. Ya no quería vestirse y caminar hacia la escuela, seguir las mismas conversaciones vacías, las mismas miradas indiferentes.

Se quedó allí, en su cama, mirando al techo mientras el sonido distante de los autos y el bullicio de la ciudad comenzaban a colarse por las ventanas. Sabía que debía levantarse, vestirse, seguir con su vida como si todo estuviera bien. Pero una sensación extraña lo mantenía atrapado. Era como si el peso de la existencia le presionara el pecho, como si algo dentro de él estuviera a punto de estallar, y esa explosión no tendría lugar entre las paredes de un salón de clases.

— No hoy — murmuró para sí mismo, sin realmente decidirlo, solo sintiendo que no podía ir. No podía seguir como siempre.

Se levantó lentamente de la cama, sus pies tocando el suelo frío. Caminó hacia la ventana y miró hacia afuera. Los edificios altos, las calles llenas de gente, todo seguía su curso sin él, como si nunca hubiera existido.

David se dio la vuelta, mirando su mochila sobre el escritorio. La idea de cargarla, caminar hasta la escuela y encajar en ese mundo le parecía absurda, vacía. Sentía que estaba al borde de algo mucho más grande. Algo que ni siquiera él entendía por completo.

Con un suspiro, se alejó de la ventana. No iría hoy. No iría más. Algo estaba por cambiar, y no podía seguir dejando que la vida decidiera por él.

Se dejó caer sobre el borde de la cama, su katana Nichirin Negra aún recostada contra la pared, recordándole su pasado, su entrenamiento, su propósito oculto. Había algo en ese filo negro que le hablaba de la verdad, de la oscuridad que se encontraba más allá de las fronteras de su vida cotidiana.

No sabía qué haría con ese día, ni hacia dónde lo llevaría. Pero sabía que, por primera vez, era él quien tomaba la decisión. Y el primer paso hacia lo que fuera que viniera era quedarse, no ir al colegio, dejar que las horas pasaran mientras él se preparaba para enfrentar lo que estaba por venir.