David levantó la vista de su manga y encontró a su hermanita mirándolo con esos enormes ojos brillantes que no aceptaban un "no" como respuesta.
— Onii-chan, me aburrí de la tele... ¡Vamos a jugar a la casita de té!
David parpadeó. Su mente entrenada para la guerra, la estrategia y el sigilo no tenía una respuesta rápida para ese ataque sorpresa.
— ¿Casita de té? —murmuró con voz seca .—murmuró con voz seca.
— Sí, sí, tú serás mi invitado especial. Tienes que sentarte y tomar té imaginario conmigo.
David suspir. Podría haber inventado una excusa para escapar, pero algo en la forma en que su hermana lo miraba le impidió hacerlo.
Con un movimiento lento, como si estuviera aceptando una misión secreta de alto riesgo, se levantó del suelo y la siguió hasta su pequeño juego de tazas de juguete.
Se sentó con las piernas cruzadas y su hermana le sirvió con mucho cuidado un poco de "té" en una tacita rosada.
— Aquí tienes, onii-chan. Es de fresa mágica con pétalos de luna.
David tomó la taza con una seriedad digna de un guerrero aceptando un brebaje sagrado. Se llevó el borde a los labios y simultáneamente bebió.
— Sabe... poderoso.
Su hermana irritante, encantada.
— ¡Claro! ¡Es el mejor té del reino! ¿Quieres más?
David ascendiendo y ampliando la tacita.
Entre combate y combate, entre sombras y secretos, ahí estaba él, un ninja legendario jugando a la casita de té con su hermanita.
Y por alguna razón, en ese momento, no le pareció una mala forma de pasar el tiempo.