CAPÍTULO: Enfrentando las Sombras

El auto se detuvo frente al dojo.

David bajó sin prisa, mirando el lugar con la misma expresión fría de siempre. Su madre lo observó desde el auto, como si se tratara de una rutina más, pero él sabía que en realidad estaba por enfrentarse a algo mucho más profundo que solo clases de kendo.

—Recuerda lo que te he dicho —dijo su madre con voz tranquila, pero con ese tono que le dejaba claro que no esperaba respuestas.

David solo asintió con un leve gesto y cerró la puerta del auto sin decir una palabra.

El dojo ante él era silencioso, un lugar donde las sombras parecían moverse con el viento, como si en cada rincón se escondiera una historia no contada.

Entró con la katana en la mano, la sensación de familiaridad con el lugar apoderándose de él. Kendo, kenjutsu, tameshigiri e iaidō: cada uno de estos estilos le había enseñado a conocer la espada, pero también a conocer su propio ser.

El maestro lo esperaba al fondo, de pie, como una figura inquebrantable.

David sabía que esta clase no solo sería física. El verdadero combate comenzaría cuando se enfrentara a sí mismo, como siempre lo hacía cuando desenvainaba su katana.