Capítulo 10: El eco del tiempo

Miraba el reloj cada cinco minutos mientras movía el lápiz con impaciencia, pensando que tal vez así el tiempo pasaría más rápido. Solo diez minutos más. Diez minutos para un merecido fin de semana, luego de varios días agotadores y repletos de trabajos.

Han pasado dos meses, y sin duda empiezo a sentir la presión de la universidad. Trabajos, tras trabajos y largas horas de clase. Resultaba tan agotador. Y como si fuera poco, tal y como predije, Zeth parece estar a mi alrededor casi todo el tiempo. Después de su encuentro con mi hermano, de alguna forma empezó a pasar más tiempo con nosotros. Y como si fuera inevitable para nosotros, nuestras peleas han ido aumentando desde entonces. Al punto que parecía que no podíamos estar en la misma habitación sin terminar discutiendo.

Miro de nuevo el reloj y suspiro con resignación, la aguja está en el mismo lugar que hace un momento. Es como si, mientras más se acercaba la hora en la que se acababa la clase, más lento pasaba el tiempo.

—Atención chicos. Tengo algo importante que mencionarles antes de irse— dice el profesor mientras se recuesta del escritorio y todos lo miramos expectantes —Bien, como saben, ya solo queda un mes para las vacaciones de invierno— habló y todos comenzaron a murmurar entre si Si, lo sé. Están impacientes por ello. Así que seré breve asegura con jocosidad, provocando algunas risas.

De todos los profesores que he tenido este semestre, el Sr. Robbins ha sido de mis favoritos. Sus clases son entretenidas y bastante dinámicas, tiene una particular forma de enseñar que hace que incluso la teoría no sea algo aburrido.

—Como decía, queda poco para sus vacaciones. Pero esto por igual, significa que la nota final se aproxima y el final de esta clase también— nos recuerda y continua —Para la nota final, he decidido plantearlo de una manera diferente este año. Y a los que no les ha ido muy bien últimamente, esta será su oportunidad de reivindicarse— siguió hablando mientras caminaba de un lado a otro—Entonces, en lugar de tomar un examen, será un trabajo practico en parejas, las cuales yo elegiré. Nada muy complicado, solo un portafolio con algunas fotos mostrando lo que han aprendido hasta ahora— explica con simplicidad y nuevamente se escuchan murmullos de la clase, probablemente no creyendo que iba a ser tan fácil.

—¿Eso es todo? ¿Nuestra nota final será tomar unas cuantas fotos y entregárselas? — cuestiona Holden confundido y todos miramos al profesor, expectantes.

—Exacto— responde sencillamente y yo frunzo el ceño. Eso realmente se escucha demasiado fácil —Pero no deberá ser cualquier fotografía. Con la pareja que les tocará, van a fotografiar un solo lugar. Uno que sea especial para los dos y que cautive la esencia de ambas personas en sus fotos. Tiene que ser un lugar que les guste a los dos y aún mejor, si es un lugar que solo ustedes conocen, eso tendría puntos extras. Un lugar donde les guste estar para desahogarse, pensar o simplemente estar solos. Como su propio escape de la realidad— concluye con la explicación, volviendo a su escritorio para empezar a recoger sus cosas.

Ya sabía que esto no podría ser tan fácil.

—¿Y dónde se supone que vamos a encontrar un lugar así? — pregunta Holden nuevamente y todos asentimos de acuerdo con él. El profesor sonrío y se encogió de hombros.

—Eso tendrán que descubrirlo ustedes— afirma con diversión y todos se empiezan a quejar. Creo que hubiéramos preferido un examen antes que esto —El lunes elegiré a las parejas, tendrán exactamente un mes para la entrega. Que tengan un buen fin de semana, chicos— se despide, dando por terminada la clase.

Camino sola hasta mi casillero, ya que Holden había decidió aplicar para el equipo de rugby y hoy eran las practicas. Espero que su repentino deseo hacia el deporte no sea debido a las chicas. En cuanto a Sam, debía recoger a su hermano del aeropuerto, el cual venia de Latinoamérica tras un largo viaje, y se había tomado el día libre para ello. Por suerte, solo tenía dos clases el día de hoy. En estos meses, Sam realmente se había convertido en una gran amiga para mí. Resulta que luego de que la conoces y deja su timidez de lado, es muy divertida y carismática. Rachel, ella y yo pasábamos tanto tiempo juntas, que se sentía como si hubiéramos sido amigas las tres desde siempre.

Por lo que sabia, Sam había perdido a sus padres desde muy pequeña y sus abuelos se habían hecho cargo de ella y su hermano, que era dos años mayor. Su hermano, que, según ella, era todo lo contrario a su personalidad al ser tan espontaneó y relajado, había decidió tomarse un año sabático para viajar por el mundo. El cual luego se convirtió en dos. Por lo que ella estaba realmente emocionada por verlo. Según lo que me había contado, nunca habían estado separados del otro por tanto tiempo.

Tal vez por eso nos llevábamos tan bien. De cierta forma, yo también sabía lo que era perder a un padre y tener una relación aún más estrecha con tu hermano debido a ello.

Al llegar a mi casillero, empiezo a dejar la mayoría de las cosas que no iba a necesitar por el fin de semana. Mientras acomodaba los libros, miro con confusión de mi bolso y al casillero, notando que me mi celular no estaba. Los reviso nuevamente, pensando que tal vez se había mezclado entre mis cosas, pero no tenía caso. No estaba aquí.

Suspiro con pesadez y paso una mano por mi cabello, sintiéndome estresada. Esta semana he tenido la cabeza completamente en las nubes.

—¿Buscabas esto? — preguntan de la nada, haciéndome sobresaltar en mi sitio debido a la sorpresa.

Cierro el casillero y veo al culpable, sonriendo vagamente hacia mí. Zeth. Despreocupadamente apoyado contra los casilleros y sosteniendo mi celular en su mano.

—¿Dónde lo encontraste? — cuestiono arrebatándolo de su mano y entrecerrando los ojos hacia él con suspicacia. Hoy no me sentía particularmente de humor para discutir con él. Tal vez por eso salí tan deprisa de la clase, para no tener la oportunidad de hablar.

—Lo dejaste en clase. Si sigues repitiendo estas cosas, empezaré a creer que lo haces a propósito, cariño— insinúa jocosamente mientras sonríe con diversión. Enarco una ceja hacia él sin dejar de mirarlo con seriedad, viendo como siempre, parece que todo fuera una broma para él.

—Gracias, supongo— respondo con cansancio, girando sobre mis pies para continuar con mi camino. De repente, su mano toma mi brazo, impidiendo que me vaya. Lo miro y parece que ha dejado su característico aspecto juguetón y molesto, para mirarme de una forma más sincera e intrigado.

—¿Te sientes bien? Tu nunca me agradeces— pregunta con curiosidad y podría jurar que casi noto preocupación en su mirada. En el tiempo que tenemos conociéndonos, nuestras interacciones siempre son tensas y conflictivas, terminando en desacuerdo todo el tiempo. Por lo que ver esa expresión en su rostro, me causa intriga y un poco de sorpresa —Y ahora que lo noto, te ves realmente cansada hoy— añade inclinando ligeramente su cabeza hacia un lado, como si me estudiara, y da un paso hacia mí. Inmediatamente yo doy un paso hacia atrás, manteniendo la distancia. No quiero que note mis ojeras, unas que esta mañana me he esforzado en ocultar.

En realidad, toda esta semana, más que solo por las clases, ha sido extremadamente agotadora para mí por otros motivos. Esta época, estos días, son particularmente difíciles. Hoy es un día... que quisiera que fuera diferente.

Por un momento, viendo sus cálidos ojos que me miraban con cierta preocupación, desee compartir lo que pasaba en mi interior. A pesar de ser él, deseaba compartir un poco del peso que sentía en mis hombros.

—No es nada— respondí con brusquedad, soltando mi brazo de su mano y recuperando la compostura —Solo estoy cansada, no es de tu incumbencia— afirmo con frialdad y veo como suspira mientras pasa la mano por su cabello, como si lo frustrara no saber cómo hablar conmigo. Sin despedirme, me doy media vuelta y continuo con mi camino. Y él tampoco me sigue.

Camino por los pasillos, donde había algunos estudiantes hablando y otros solo caminaban hacia la salida, al igual que yo. En el trayecto, veo la puerta de un salón abrirse y un grupo de chicas salir, en medio de una animada charla y risas. Por sus ropas, podría decir que eran bailarinas, tal vez saliendo de un ensayo. Lentamente, mis pies se detuvieron y no pude evitar mirarlas, con un sentimiento de nostalgia y añoranza despertando en mi interior. Como si viera a quien solía ser.

Y como por inercia, como un imán que me atraía, camino hacia aquel salón. Abro la puerta y dudosamente me introduzco en el interior.

—La sala ya está desocupada por si estabas esperando para ensayar. Los vestidores están a la izquierda y al fondo está el salón— me informa en cuanto entro, una chica que parecía encargarse de este lugar.

—No, yo no...— intento corregirla, pero ella sale deprisa con algunos papeles en sus manos, sin prestarme mucha atención.

Suspiro y miro de un lado a otro, notando que definitivamente no había nadie. Eran poco más de las 2 de la tarde, pero al parecer hoy no tenían muchos ensayos si ya se habían ido. Mirando con dudosa curiosidad la puerta que se veía en el fondo, camino hacia el pasillo, pensando que tal vez echar un vistazo no le haría daño a nadie.

Con un poco de nostalgia, admiro en silencio las fotos que descansaban en las paredes. Algunas eran de lo que parecían ser presentaciones, otras simplemente de algunas bailarinas representando algún paso o alguna técnica de ballet. Pero eran tan hermosas, casi podía sentir las emociones que desprendían cada una de esas fotos. Abro la puerta del fondo, adentrándome en un salón vacío, como había dicho aquella chica.

Siento mis ojos humedecerse un poco, hace tanto que no estaba en un lugar como este. Pero todo era exactamente como lo recordaba. Espejos cubriendo las paredes de ambos lados, algunas barras para calentar y un par de bancos para descansar.

Parece ser que, aunque yo he cambiado, algunas cosas siempre permanecen igual.