Un mago curioso llega a otro mundo - Parte 3.

No tenías que ser un genio para entender el concepto detrás de ese nombre. El problema es que jamás habían escuchado algo parecido.

¿Pero en serio eso era Éter?

La energía del mundo, mejor conocida como Éter, es lo que los seres vivos son capaces de convertir en maná, en el caso de los usuarios de magia, o praná, para el fortalecimiento físico.

Nunca se había escuchado de Éter puro, siempre tenía que ser refinado por el cuerpo.

Parecía que Fazil se había vuelto loco debido a esa afirmación. No existía forma alguna de que el Éter pudiera ser usado de esa forma.

—¿Cómo que eso son Gemas de Éter? —dijo Geoffrey—. Lo que dices no tiene ningún sentido.

Fazil suspiró y volvió a guardar las gemas de la misma manera en que las había sacado.

—Incluso para mí es difícil creerlo —dijo, volviendo a sacar algo de su inventario mágico. De nuevo, vimos cómo una pequeña abertura se abrió en el aire. Lo que sacó fue un libro que lucía extremadamente viejo—. De no ser por este libro, ni siquiera hubiera tenido una idea de cómo hacerlo.

Dado que Geoffrey tenía conocimiento de los viajes de Fazil, deducir lo que el mago tenía en su mano no fue difícil. Sin embargo, ni Darlina, ni nadie de la familia o corte real, tenían este tipo de información. Esto tenía una simple explicación: cualquier documento u objeto que tuviera que ver con los Superiores podía desatar una guerra por su obtención.

Fazil llevaba años moviéndose en secreto y consiguiendo cuanto podía.

—Los planos son algo que no comprendo del todo todavía. Comprobar su existencia fue el reto más difícil y tortuoso que haya experimentado. 

Igual que con las gemas, el libro que había sacado también fue guardado.

Fazil cada vez parecía más emocionado. Sin duda, esto era algo que le fascinaba hacer: descubrir algo nuevo, o más bien, entenderlo.

Para Geoffrey era frustrante y, a la vez, un alivio ver a su amigo de esa manera. Lo mismo ocurría con Ametsa y Kara; para ellas no había nada mejor que ver a su señor contento.

—¿Entonces quieres decir que comprobaste que existen más mundos? —Darlina fue la única en no dejarse llevar—. ¿Tienes alguna prueba?

Había un hecho en Darlina que no podía ser cambiado fácilmente: su fe. Fazil era el salvador de este mundo, y solo un idiota se atrevería a provocarlo. Sin embargo, había una gran cantidad de gente que lo veía como un hereje, pues había puesto en duda muchas de las creencias que la religión de los humanos había logrado expandir en todo el mundo. Y Darlina pertenecía a esa religión.

Su cara era seria, pues su religión afirmaba que solo este mundo fue creado por los Superiores. No existe ni existirá otra creación como este mundo.

Fazil estaba muy consciente de la religión de Darlina. Si no fuera quien es actualmente, no se atrevería a mencionar siquiera las palabras otros mundos. En su pasado, cuando ni siquiera sabía de sus aptitudes para la magia, había experimentado en carne propia lo que era oponerse a las creencias que la iglesia había adoctrinado.

Es gracias a la educación que le brindó su maestro que podía tolerar a Darlina, hasta el punto de poder dialogar con ella. De lo contrario, se aseguraría de que estuviera a mínimo 10 km de distancia de él.

Y también había algo en ella que le permitía estar allí: su fe, aunque fuerte, no era inquebrantable.

—Por supuesto que la tengo.

El mago salió por un momento a una de las habitaciones de su biblioteca. Precisamente, era la habitación privada del mago. Al salir, venía con una caja pequeña. La puso en la mesa que había entre los lugares donde estaban los demás y la abrió.

—Esto es la prueba de que existen otros mundos.

¿Acaso Fazil buscaba darles un ataque con tantas impresiones? Lo que había dentro de la caja era algo que jamás habían visto en sus vidas.

—¿Puedo tomarlo? —preguntó Geoffrey.

Fazil solo le indicó con la mano que podía hacerlo.

—Jamás había sentido algo así —dijo Geoffrey. La sorpresa en él aumentaba a medida que seguía inspeccionando el objeto con sus manos.

Parecía un cilindro transparente con una punta al final. Al verlo por primera vez, pensó que estaba hecho de vidrio debido a su transparencia. Grande fue su sorpresa cuando comprobó que el material era distinto.

Si aplicaba un poco de fuerza, sentía que se deformaba, pero al soltarlo volvía a su forma original.

De entre los presentes, Darlina era a quien el shock impactó más. Que su fe comenzara a agrietarse poco a poco pasó por la mente del mago.

—Logré traer dos de esas cosas a nuestro mundo —explicó Fazil con una sonrisa de satisfacción—. La otra la usé para estudiarlo y saber un poco más de él, y quiero decirles algo: prácticamente ese material está hecho de agua oscura.

Al escuchar el nombre agua oscura, Geoffrey casi tira el objeto por reflejo. El agua oscura era una sustancia que se encontraba en las profundidades tanto de tierra firme como en las profundidades del suelo oceánico.

Su nombre se debía a su color usual, un negro profundo; pero la gama en que era encontrada variaba también desde un amarillo pálido hasta un tono rojo. Era una sustancia altamente temida, debido a que un poco de ella podía contaminar un lago entero.

Hasta la fecha nadie, incluido Fazil, había podido encontrar un uso práctico para ella que no fuera como arma debido a su alta inflamabilidad.

—Entonces ese líquido en su interior...

Después de saber de qué estaba hecho, Ametsa supuso que el líquido en su interior era también agua oscura. Para su sorpresa, el mago habló antes de que terminara de decirlo.

—No, no es agua oscura. Es lo que lo hace tan increíble: ese líquido es agua limpia. Y no solo limpia, su pureza es incluso mayor que la vista en las tierras de los elfos.

Los elfos, la raza que coexiste con la naturaleza, no sorprendían cuando afirmaban que el agua limpia más pura estaba en sus tierras. Y ahora Fazil mencionaba que el agua en ese objeto, que era aproximadamente un litro, era mucho más pura.

Ya no sabían cuánto más podrían resistir. Shock tras shock llegaba hacia ellos sin dejarlos descansar.

—Entiendo esas reacciones —dijo Fazil, visiblemente alegre—. Quien sea que haya diseñado eso, sin duda es un artesano que quiero conocer. Incluso esas runas inscritas en él son algo cuyo significado no puedo ni siquiera imaginar.

A lo que se refería Fazil con runas eran los extraños caracteres puestos en el curioso papel que envolvía a ese cilindro extraño.

Todos miraron fijamente esos grabados, nunca habían visto algo similar. El que más llamaba su atención era ese rectángulo con líneas blancas y negras.

Para Fazil, era una hermosa obra de arte que escondía secretos increíbles. Lástima que para el mundo de donde provenía, era simplemente una botella PET con agua purificada.

—Hay algo más todavía —dijo Fazil. Los presentes mostraron algo de nervio al escuchar eso—. No hay rastro de maná en ella...

—¡Eso es imposible! —gritó Darlina. Unas gotas de sudor podían verse en su frente.

—La princesa Darlina tiene razón. Hasta yo sé que eso es algo que no se puede ocultar —añadió Kara.

Ametsa y Geoffrey decidieron no hablar, esperando escuchar la explicación del mago.

El hecho de que ese objeto no poseyera maná les era imposible de asimilar. Fazil había mencionado que eso era prácticamente agua oscura; en pocas palabras, había sido transmutado. Era obvio que para lograr eso, tendría uno que usar magia y dejar un rastro de su uso en el objeto. Y aunque se podía ocultar la magia de quien lo transmutó, no había forma de ocultar el hecho de que se había usado en su elaboración. Sí o sí, tenía uno que detectar el rastro de maná que quedaba impregnado en él.

—Hay dos hipótesis que he planteado para esto —comentó Fazil—. Número uno: el mundo de donde proviene ese objeto ha desarrollado un concepto de refinación más allá del maná, y por eso me es imposible analizarlo. O número dos... —Fazil estaba más interesado en esta hipótesis, se veía en su mirada—: su magia artificial es increíblemente avanzada.

La magia artificial era un concepto ideado por el maestro del mago. Era el nombre que le dio a todas aquellas acciones que no requieren el uso del maná y aun así generan un cambio en su entorno. Un ejemplo sencillo sería las múltiples formas en que uno puede hacer fuego con sus propias manos.

Los presentes entendían ese concepto, pero imaginar que la magia artificial podría llegar a ese nivel les resultaba imposible.

—Okay, comienzo a creerte —dijo Darlina tosiendo un poco. Sabía perfectamente que la postura de realeza la había perdido en el momento en que vio ese objeto, así que solo le quedaba disimular como si nada hubiera pasado—. Pero, ¿cómo sabes que proviene de otro mundo? ¿No será simplemente de un lugar en este mundo que no conocemos?

La princesa tenía un buen punto, y era válida tener esa postura. El mundo era muy vasto, y quedan muchos más lugares por explorar. Fazil entendió esa idea y fue al pizarrón.

—Fue lo que yo pensé al principio —dijo Fazil, dándole la vuelta al pizarrón, que resultó ser de doble cara—. Al principio pensé que para conectarme a otro plano ocuparía demasiado poder, y llegué a pensar que aunque existen, sería literalmente imposible lograr conectarme con otro.

Fazil comenzó a escribir y dibujar en el pizarrón. Los otros no tenían ni la más mínima idea de qué eran todos esos garabatos. El nombre más cercano que uno podría darle en el mundo de origen de esa botella serían ecuaciones.

—Maestro, ¿cómo está seguro de que son de otro mundo, si usted mismo cree que es imposible conectarse a ellos? —preguntó Ametsa.

—Como dije, eso creí al principio. La razón fue porque la cantidad de poder que requerí para traer ese objeto y el otro al que analicé fue menor de lo esperado —explicó el mago, volviendo a dar vuelta al pizarrón—. Me pasé días intentando entender cómo es que ocupé menos poder del esperado para conectarme a otro plano. Y entonces encontré la solución.

Entre las líneas horizontales que había trazado inicialmente, Fazil trazó líneas diagonales y verticales, quedando varias de ellas unidas de distintas maneras.

Luego dio un golpe con su palma en el pizarrón y volvió a hablar.

—Todo este tiempo había visto a los planos como capas superiores e inferiores. Nunca se me ocurrió verlas como un espacio donde todos interactúan de la misma manera, donde pueden existir varios planos superpuestos.

La cara de todos se traducía con una sola palabra:

¿Qué?

Todo esto era demasiado para ellos. Ni siquiera Ametsa, quien era discípula de Fazil, podía entender lo más mínimo. Igualmente, a Fazil pareció importarle poco, ya que siguió hablando.

—Obviamente esto generaba otra incógnita: si los planos podían estar superpuestos unos con otros, debería existir algún tipo de influencia que pudiera comprobarlo. Y la respuesta está en el libro que les mostré.

Fazil pasó a explicarles el contenido de ese libro. Pensó que ya no habría problema si Darlina se enteraba; al fin de cuentas, podría ser considerada una hereje si comentaba algo sobre esto.

En primer lugar, el libro resultó no ser algo perteneciente a los Superiores, pero si a alguien de inconmensurable poder. Alguien que podría aniquilar fácilmente a unos cien Fazil en su mejor momento; así fue la comparación que hizo el mago con el dueño de ese libro. No incluía hechizos ni nada por el estilo; era más bien un diario que contaba las vivencias que tenía viajando de mundo en mundo.

—A diferencia de mí, él no pudo establecer contacto con otros planos, pero podía viajar entre ellos. Eso fue gracias a algo que nosotros conocemos, y ha sido una historia que se nos cuenta desde niños para no aventurarnos en los bosques. Hablo de las grietas del mundo.

Un mito que se ha contado generación tras generación entre la población general. Si tenías el infortunio de encontrarte con alguna de ellas, serías absorbido y jamás regresarías. Eran eventos espontáneos que ocurrían sin previo aviso. Y a través de la historia, incontables personas habían desaparecido sin dejar rastro alguno. De ahí fue que los pocos que sobrevivieron llamaron a estos eventos contactos con una grieta del mundo.

«Incluso creo que mi maestro fue tragado por una de ellas», pensó Fazil, consciente de esa posibilidad.

Nadie hablaba, pues estaban enfocados en intentar entender el más mínimo detalle. Ni siquiera los grandes sabios del consejo de magia podrían entender lo que el mocoso, a sus ojos, decía.

—Este misterioso ser encontró la manera de localizar dónde se generarían grietas del mundo y las usó para poder viajar. Al comprender su modo de viaje, entendí que aprender su método no me sería de mucha utilidad, así que decidí ir por mi propio camino.

Fazil sacó otras gemas de su inventario mágico. A diferencia de las primeras, estas eran del tamaño de guisantes.

Rápidamente usó su magia para hacerlas girar a increíble velocidad alrededor de la biblioteca. Ambas estaban a cierta altura, sin obstrucción alguna.

Una giraba en el sentido de las manecillas del reloj, mientras que la otra lo hacía en sentido contrario. Una giraba más alto que la otra, y poco a poco comenzaron a colocarse a la misma altura.

El nerviosismo en los presentes no era de extrañar. Aunque fueran del tamaño de guisantes, el poder que sentían en ellas era monstruoso.

Al final, al estar a la misma altura, en un punto chocaron liberando una gran luz. Todos se cubrieron debido a la intensidad. Y cuando se disipó, lo que observaban era justo lo que las descripciones de esos viejos testimonios contaban.

«Como si el cielo se quebrara como un espejo», pensó Geoffrey.

«Un abismo sin fondo se observará en su interior», pensó Ametsa, con la boca abierta por la impresión.

«Huir es lo único en que debes pensar», tragó saliva Kara.

«Eso es lo que es y lo que te hará sentir... Una grieta del mundo». Se podría decir que la fe de Darlina, que dictaba que solo era un cuento para asustar, había sido arrasada por la realidad.

Todos pensaron el mismo dicho que se popularizó en esas historias. Jamás creyeron que fueran ciertos.

Al voltear para ver a Fazil, en su cara veían una sonrisa llena de confianza y seguridad.

—Si él aprendió a localizarlas, era mi deber aprender cómo crearlas —dijo, haciendo tronar sus dedos.

En ese instante, la aterradora grieta que había aparecido se esfumó como si nada hubiera pasado, volviendo todo a la normalidad.

El mago sonrió alegremente.

—Esto fue lo que descubrí. Resumiendo todo esto, he aprendido a cómo crear grietas del mundo.