Sentimientos que queman.

La noche ya estaba demasiado avanzada cuando sentí que la angustia me comenzaba a ahogar. Había algo en el aire, algo en el ambiente que no podía ignorar. Al principio, trata de mantener la calma, pero no pude. Desde mi asiento, podía ver cómo Dorian estaba rodeado de algunas chicas, en especial de Cathia, mi ex compañera traicionera. A cada momento, ella se acercaba más a él, y yo no podía evitar observarla con atención. Vi cómo sus miradas se cruzaban, y aunque ella lo hacía con sutileza, sus ojos le decían todo: "Sé que puedo conseguirlo. Sé que puedo tenerlo si quiero". Y eso, aunque él no fuera nada mío, me molestaba más de lo que había imaginado.

Dorian no parecía darse cuenta de las intenciones de Cathia, o quizás sí, pero la forma en que ella se comportaba, como una depredadora acechando, me incomodaba. Sabía que no tenía ningún derecho sobre él, que nuestra relación había comenzado con un encuentro extraño en el puente, seguido de un baile cargado de una química que no entendía completamente. Pero aún así, sentía una conexión con él, algo más allá de lo lógico. Algo que, ahora mismo, no podía ignorar. Y ver cómo Cathia lo rodeaba, sonriendo de una forma que para mí era pura arrogancia, me quemaba por dentro.

La rabia, la incomodidad, todo se agolpó en mi pecho. No podía quedarme ahí sentada, observando cómo ella intentaba abalanzarse sobre Dorian, sin hacer nada. Necesitaba un respiro. Decidí levantarme y caminar hacia los baños, con la esperanza de que el aire fresco y la soledad me ayudarían a calmarme. Pero, justo cuando estaba a punto de entrar, escuché mi nombre.

—Regina.

Mi corazón dio un vuelco. Esa voz… era tan familiar que casi me paralizó. Me giré rápidamente, y ahí estaba él. Cris. No podía creer que me lo encontrara en un lugar como este, pero en este mundo todo parecía posible. No era el lugar ni el momento adecuado, pero él ya estaba frente a mí, su rostro serio pero con una ligera sonrisa que no lograba descifrar.

Chris me tocó suavemente el hombro y, por un instante, sentí una mezcla de incomodidad y algo más, algo que no quería reconocer.

—El baile estuvo genial —dijo, su voz tranquila pero con una vibración de sinceridad.

—. Y quería disculparme por los meses que te molesté. Reconozco que estuve fuera de lugar y te sentí incómodo. En realidad, quiero ser diferente. Quiero que me des una oportunidad para demostrarte que puedo cambiar. Esta vez haré las cosas bien, te lo prometo.

Sus palabras me dejaron sin aliento, y por un momento no supe qué decir. ¿De verdad quería una oportunidad? ¿Después de todo lo que había pasado entre nosotros? Pensé en los meses que me había atormentado, en sus bromas pesadas, en cómo siempre me había ignorado y me había hecho sentir invisible. Y ahora venía, de la nada, pidiendo disculpas. Pero algo en su tono de voz, algo en sus ojos, me hizo dudar. No sabía si podía confiar en él.

—Chris, yo… —mi voz titubeó. Me sentí confundida. Por un lado, no quería darle otra oportunidad después de todo lo que había sufrido a su lado, pero por otro, la sinceridad que había en sus palabras me obligaba a cuestionarlo.

Chris dio un paso hacia mí, acortando la distancia entre los dos, y me miró con una intensidad que me desconcertó. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza, y me encontré paralizada por un momento, sin saber qué hacer ni qué pensar. 

—Regina… —su voz sonó más suave ahora, como si intentara hacerme entender algo que llevaba mucho tiempo guardando—. No sé cómo explicarlo, pero si me das la oportunidad de hablar, quizás entenderías muchas cosas. Te prometo que no soy el monstruo que cree que soy. Al menos no lo soy por elección.

—Chris… —dije, mi voz temblorosa, sin saber exactamente qué más agregar—. No sé si puedo creerte. No después de todo lo que me hiciste. No sé si estoy lista para escuchar lo que tienes que decir.

Él dio un paso atrás, entendiendo mi reticencia. Su rostro se volvió aún más serio, pero no se rindió. En lugar de insistir, bajó la cabeza ligeramente, como si comprendiera lo que yo estaba sintiendo, como si, por primera vez, estuviera realmente viéndome.

—Lo sé —respondió con voz baja—. Y entiendo que no sea fácil. No espero que me perdones de inmediato, pero solo quiero una oportunidad para hablar. Después de eso, la decisión será tuya. No quiero forzarte, solo quiero que sepas que… no soy lo que pensabas.

Sus palabras se quedaron flotando en el aire, como una promesa que no sabía si podría cumplir. Pero algo dentro de mí se removió, una pequeña chispa de esperanza, o quizás de curiosidad, de querer entender lo que realmente había sucedido. Tal vez, en el fondo, algo dentro de mí deseaba que las cosas fueran diferentes. Deseaba saber que no había sido todo una mentira, que las personas podían cambiar. Pero no podía dejar de preguntarme si realmente merecía esa oportunidad.

Chris levantó la vista nuevamente, y por un momento, me observó en silencio. Finalmente, dijo:

—Piénsalo. No tienes que decidir ahora, pero si alguna vez te atreves a escucharme, estarás aquí. Sin presiones. Sólo… quiero que me des la oportunidad de mostrarte que no soy quien cree que soy.

Cuando Chris se marchó después de pedirme una oportunidad para hablar, me quedé sola en el pasillo, con el eco de sus palabras aún retumbando en mi cabeza. me di cuenta que Dorian se encontraba recargado contra la pared, observando todo en silencio. Me sentí un poco más tranquila al verlo, como si su presencia fuera el ancla que necesitaba para mantenerme en el presente.

Me acerqué a él con una pequeña sonrisa en el rostro. La situación me parecía extraña, pero a la vez divertida, y no pude evitar hacerle un comentario.

—Parece que eres un poco protector conmigo, ¿no? —le dije, cargando la cabeza mientras lo miraba.

Dorian bajó un poco la cabeza, su expresión se suavizó por un momento, como si pensara en algo serio, pero luego sonó de esa forma tan suya, tan juguetona, y me preguntó:

—¿Te encuentras bien?

Era una pregunta simple, pero en su voz había algo más, una preocupación oculta entre la diversión. Asentí con la cabeza, aunque mi mente seguía dando vueltas. No estaba segura de cómo me sentía.

—¿Era él, Chris? —me preguntó entonces, casi como si ya lo supiera.

Solo moví la cabeza afirmativamente, pero no dije nada más. Él también parecía entenderlo.

Entonces, decidí sacarlo de la zona de confort en la que se encontraba y lo miré de nuevo.

—¿Y ya terminaste de coquetear con Cathia? —pregunté con una sonrisa pícara, como si realmente me importara.

Vi cómo arqueaba una ceja y su sonrisa se volvía aún más divertida, como si le sorprendiera que yo hiciera ese tipo de comentarios.

—Cathia no me interesa, Regina —respondió, sin dejar de sonreír.

Mi curiosidad no se detuvo ahí. Dando un paso hacia él, me acerqué un poco más, mirando sus ojos fijamente.

—Cathia es muy bella, ¿cómo podrías rechazarla? —le dije, jugando con la idea.

Dorian dio un paso hacia mí, sin apartar la mirada, y respondió con esa confianza que siempre tuve, haciendo que mi corazón latiera un poco más rápido.

—No es mi tipo, lo siento.

Me quedé un poco pensativa, pero decidí ir más allá. Di un paso más cerca de él, mi respiración más profunda ahora. Sentí la tensión creciente entre nosotros, pero me atreví a preguntar.

— ¿Y cuál es tu tipo de chica?

Dorian me miró, y por un segundo, la distancia entre nosotros se desvaneció. Su voz bajó ligeramente, como si estuviera confesando algo en secreto, solo para mí.

—Ahora mis gustos son... más como tú.

Dorian y yo nos quedamos mirándonos, completamente inmóviles. Nuestras miradas se entrelazaban de una manera que no dejaba lugar a dudas, como si estuviera desnudo ante él, no solo aparentemente, sino en lo más profundo de mi ser. Sentía cada rincón de su rostro, cada línea de su mandíbula, cada chispa de emoción en sus ojos. Era un juego peligroso, pero el deseo de acercarme a él, de hacerle entender lo que pasaba entre nosotros, era más fuerte que cualquier pensamiento racional.

Entonces, la voz de Cathia rompió el hechizo, pero ni siquiera ella podría distraerme ahora.

—Dorian, cariño. Aquí estás —su tono era suave, pero poseía una certeza que me hizo sentir que iba a ser arrastrada de nuevo a la sombra de su presencia.

Vi cómo se acercaba a él, esa familiaridad, esa confianza, como si ya tuviera derecho sobre él. Y algo en mí, algo oscuro, despertó. Mi mente se nubló con una necesidad feroz, una necesidad de no dejar que me arrebataran lo que había comenzado a gestarse en mi corazón. 

Sin pensarlo, di un paso decidido hacia él, y cuando llegué lo suficientemente cerca, me lancé. Mis labios encontraron los de Dorian en un beso, brutal y arrebatado, como si todo lo que necesitaba de él pudiera ser condensado en ese único gesto. Fue un beso que no dejó espacio para nada más. Fue un beso desafiante, una declaración que iba más allá de cualquier palabra.

Cathia, completamente paralizada ante la escena, parecía no saber cómo reaccionar, vi como se marchó disgustada por lo que había presenciado.

Le había ganado a Cathia. Pero al mismo tiempo, había despertado a la bestia que dormía dentro de Dorian.