PRÓLOGO

 PRÓLOGO

Había una vez , una niña de 5 años, con ojos de un delicado tono rosa, cabellos blancos y piel tan radiante como la nieve. Se decía que ella estaba destinada a ser reina, que un día se convertiría en la soberana y gobernante de un imperio. Sin embargo, la sociedad se aferra a sus tradiciones; todos están habituados a tener un rey, pero no a una reina que desafía las normas establecidas. Se creía que las mujeres solo tenían un propósito: ser madres y hacer felices a sus esposos.

Eso es lo que solía contarme mi tía antes de irme a dormir. Ella afirmaba que sería terrible si llegara a convertirme en reina, un futuro ominoso y sombrío para las mujeres. Me resulta difícil imaginarlo, quizás porque estoy llorando y siento cómo mi cuerpo se agota con cada paso que doy. Escucho los gritos, los pasos de mis padres y los siseos serpenteantes. En este mundo solo existían dragones, serpientes y enormes águilas, a las que la gente denominaba 'oculi diaboli'.

No podía tolerar las frecuentes disputas entre mis padres; era especialmente doloroso para mí escuchar sus peleas cada noche al momento de irme a dormir. Mi padre, el emperador Juan, es el gobernante del Imperio de los The Western Wastes, y nunca ha estado de acuerdo con que yo asuma el papel de reina. Al nacer, todos esperaban que fuera un niño destinado a gobernar el imperio, pero resultó ser una niña. Esta revelación sorprendió a todos, ya que se esperaba que el linaje imperial continuará con un hijo y no con una hija. Todas las personas comenzaron a manifestarse en mi contra; evidentemente, la sociedad no estaba de acuerdo conmigo.

Ahora comprendía por qué mi padre me despreciaba: siempre me ignora e, incluso, me miraba con una expresión que nunca había presenciado antes. Era una mirada que combinaba odio, temor y terror. Al contemplar la forma en que mi padre me miraba, me quedé paralizado, incapaz de reaccionar. Me cuestioné por qué él sentía ese odio hacia mí.

Mi madre era la dueña de un imperio llamado Argenti y era muy querida por todos, principalmente por ser una madre excepcional que cuidaba muy bien de sus hijos. Su personalidad amable y educada la hacía destacar. Sin embargo, detrás de esa buena fachada, había un lado oscuro; a veces era maltratadora y sabía ser traicionera, como una serpiente. Siempre mostró desprecio hacia mí y mi padre, quienes tampoco eran los mejores padres. La gente solía vernos como la familia real perfecta, pero en realidad, todo era una ilusión.

Escuché nuevamente los gritos de mis padres y ya no deseo continuar viviendo de esta manera. Sentía una desesperada necesidad de escapar, aunque era una utopía. Noté que alguien se acercaba a mi habitación; rápidamente limpié las lágrimas que se habían deslizado por mi rostro. Cuando se abrió la puerta, asumí que se trataba de mis padres, pero para mi sorpresa, era Dani, mi sirvienta personal. Dani es una persona a la que aprecio profundamente; siempre ha mostrado cariño hacia mí, incluso en un momento en que mi madre no tenía planes de cuidarme, fue Dani quien asumió esa responsabilidad.

Dani se acercó a Roxana con tres pasos, consciente del sufrimiento que había experimentado. Sabía que ella no merecía eso; se merecía tener una familia feliz que la apoyara y le brindara amor.

—Cariño, todo estará bien —le dijo.

Dani envolvió a Roxana en un abrazo apretado, un gesto de apoyo que transmitía todo su cariño. Se abrazaron con tanta fuerza que Roxana, abrumada por la intensidad de sus emociones, no pudo contener las lágrimas y lloró con toda su alma. La tristeza que experimentaba Dani era abrumadora; su corazón se llenaba de melancolía al presenciar el sufrimiento de su amiga. Era como si una densa oscuridad la envolviera, una sombra que la rodeaba y que parecía albergar una profunda maldición, así como la amenaza de la muerte misma. Este panorama le inquietaba, pues temía que la desesperación y el dolor pudieran transformar a Roxana en una figura vengativa, una villana que buscara justicia a cualquier costo. La idea de que su amiga pudiera sucumbir a la ira y perderse en un camino oscuro lo aterraba

. Sin embargo, era consciente de que Roxana no tendría la capacidad de convertirse en una villana. La conocía muy bien; era una chica extraordinaria, llena de talento y con un corazón bondadoso. No obstante, detrás de esa fachada, ella solía llorar cada noche, abrumada por la presión de ser la princesa perfecta que se esperaba que gobernara. Poco a poco, Roxana se dio cuenta de que no podía asumir el rol de gobernante del imperio, lo cual marcó el inicio del conflicto entre el emperador Juan y la emperatriz Diana en medio de su dolor y confusión, Roxana hizo un voto solemne: Te prometo que te protegeré y te amaré, sin importar lo que suceda.

Roxana sonrió a pesar de que sus lágrimas, reflejos de su encantadora belleza, comenzaban a deslizarse por sus mejillas. Dani, al ver su expresión, la abrazó una vez más. Este abrazo no era un gesto de consuelo, sino una manifestación profunda de amor y un compromiso sagrado entre ellos.