(Narración del Autor)
Después de un rato, el Dr. Andrew llegó a la casa de la manada y no perdió tiempo en entrar a la habitación de Myra con su maletín médico. Se sentó junto a Myra en una silla y revisó meticulosamente su pie lesionado.
—¿Cómo se siente ahora, Srta. Milagro?
—Ayyyy... No muy bien —su voz salió ronca e insegura, mientras trataba de suprimir el dolor que sentía.
—¿Y ahora? —masajeó suavemente su articulación y le preguntó de nuevo sin levantar la vista hacia ella.
Un grito agudo escapó involuntariamente de la boca de Myra; el dolor era insoportable y sus cejas se fruncieron.
—¡Cuidado! —tres voces diferentes y distintas resonaron por toda la habitación de Myra. Nora tenía una expresión preocupada cuando dijo eso. Pero sus dos hermanos, Dion y Elio, tenían una emoción compleja en cada uno de sus rostros, preocupados y con ira persistente, ese tipo de mirada.
Los tres hermanos se comunicaron mentalmente con el Dr. Andrew simultáneamente.