(Narración del Autor)
Cuando el reloj marca las siete de la mañana, Elio, quien tampoco ha dormido en toda la noche, vino a visitar a Myra. Se había estado sintiendo culpable todo el tiempo por no estar allí cuando su hermano y su interés amoroso más lo necesitaban. Así que, durante toda la noche, se revolvió en su cama pero al igual que otros en la mansión, no pudo conciliar el sueño.
Pero tenía demasiado miedo de ir a ver a Myra y enfrentarla. La historia que había escuchado anoche de boca de Nora le dijo que Myra probablemente no reaccionaría de manera muy afectuosa y amistosa respecto a su origen. Sería un milagro si ella no los odiara por todo este lío. Era natural, para ser honesto.
Pero su paciencia se quebró en algún momento, su urgencia por ver a Myra una vez más superó su miedo. Con rostro inquieto, se miró al espejo y se arregló minuciosamente no queriendo mostrar su aspecto demacrado.