(Narración del Autor)
—Puedes irte ahora. Soy lo suficientemente capaz para arreglármelas por mi cuenta —Myra detuvo los intentos de Alaric para ayudarla. No lo quería cerca de ella.
—¿Tienes que ser tan terca, todo el tiempo, eh? Tus heridas son graves. Se inflamarán —él respondió con un argumento propio cuando la vio cojear mientras se movía.
—¿Y tú tienes que ser tan irrespetuoso, como siempre? Dije que puedo arreglármelas sola —Myra le respondió sin mirarlo. Mientras daba pasos pequeños y cuidadosos. Gruñó de dolor pero no quería la ayuda de un enemigo.
En su mente, Myra todavía pensaba que todo esto era obra de Alaric y ahora él solo estaba tratando de compensar en exceso.
Los ojos de Alaric se dirigieron a su rostro, que tenía una expresión arrugada, y luego se desplazaron a sus pies, que claramente, visiblemente gritaban de dolor, aunque estaban completamente vendados.