Moviéndome para quedar detrás de Prue, observé cómo los payasos asesinos llegaban al segundo piso, con sus ropas y cuchillos goteando sangre.
Llamando a Teddy en mi mente, hice aparecer de la nada un largo cuchillo de caza y me preparé.
Los payasos asesinos deberían... teóricamente... según los pecados... desaparecer tan pronto como el creador de deseos se fuera.
Posicionada detrás de Prue, lista para cortarle la garganta en el momento en que los payasos se nos acercaran, no esperaba lo que sucedió después.
Los payasos atravesaron al resto de las mujeres y a mí como si no fuéramos más que pilares en la casa. No nos tocaron ni nos miraron de ninguna manera. Era como si las ocho fuéramos invisibles para ellos mientras continuaban saltando alegremente su camino.