—¡Ay! —me reí, dejando caer mi cabeza—. Pero si hago eso, toda nuestra diversión se acabará. Me estoy divirtiendo, ¿tú no?
Escuché a Brittney jadeando frente a mí mientras trataba de recuperar el aliento.
—Estás jodidamente loca, ¿lo sabes, verdad?
—Oh, lo sé —le aseguré—. Estoy más loca que una cabra. Pero ¿no están todas las personas divertidas un poco locas? Somos los que nos aseguramos de que el resto de ustedes sepan que son normales. Dios los bendiga.
Ya sea que les dijera a Brittney y Antoine el secreto de la Guarida del Dragón o no, iba a morir. Bien podría hacerlos enojar tanto que terminaran con esto más rápido. Tenía una cita con la Muerte, y no quería llegar tarde.
Además, había una gran parte de mí que odiaba darles a estos dos cualquier cosa que quisieran. Ni siquiera aceptaría un deseo si desearan que mis Pecados vinieran a mí.