Una Cosa Pequeñita

El Doctor Beau Landry se quedó paralizado en el momento en que la chica frente a él finalmente le prestó atención. Fue como si lo hubiera golpeado un rayo y lo hubiera sumergido en un lago de hielo al mismo tiempo.

Quería sacar el arma cuidadosamente escondida en su bata de laboratorio y dispararle tanto al Gobernador como a la mujer acurrucada en el suelo por simplemente respirar el mismo aire que la chica en el sofá.

Incluso con los rastros de sangre fluyendo por ambos lados de su rostro, era la criatura más fascinante que jamás había visto. No era una belleza típica, y él había visto muchas, pero había algo en ella que simplemente lo absorbía y se negaba a dejarlo ir.

Honestamente, Beau no tenía idea de qué edad tenía. Se veía joven, eso era seguro, pero sabía que esa no era siempre la mejor manera de juzgar su edad. Pero ya fuera legal o no, simplemente no podía dejarla ir.