La sensación de unos dedos suaves acariciando mi brazo me despertó, y no pude evitar gemir.
—Cuidado, Starshine —ronroneó una voz detrás de mí, y no pude evitar ponerme tensa.
—¿No deberías estar con la buena médico, teniendo múltiples bebés? —dije con desdén. Contemplé darme la vuelta por una fracción de segundo, pero luego me pregunté por qué me estaría castigando a mí misma. Estaba disfrutando de las manos de Salvatore en mi piel, tratándome como si fuera algo precioso.
—Suenas celosa, Pequeña Reina —se rio Salvatore suavemente, su aliento caliente provocando que aparecieran escalofríos en mi piel—. Creo que me gusta.
—Estoy celosa —admití, dándome la vuelta para poder mirar al hombre detrás de mí—. Realmente no era justo lo guapo que era. Es decir, ¿cómo se suponía que iba a seguir enfadada con él cuando me miraba como si yo fuera la única en este mundo?