La mirada aturdida y confundida en el rostro de Hattie era tan adorable que Salvatore no pudo evitar querer comérsela.
—Está bien, Starshine —murmuró, mordisqueando suavemente el borde de su mandíbula. Su mano derecha estaba firme alrededor de su cuello, pero no apretaba. El agarre parecía hacer que ella se relajara más de lo que la estresaba, pero él estaría atento a sus reacciones.
—No me dejes perderme en mi cabeza —le suplicó ella, con los ojos muy abiertos. Él todavía recordaba la primera vez que la había visto. Se había visto tan indefensa en los brazos de Dimitri, sus ojos blancos la dejaban vulnerable en un mundo cruel.
Ella lo había atraído hacia ella en ese momento, incluso antes de mirar en su dirección general o decir una sola palabra.