Experimentos Fallidos

Los gritos y gruñidos que venían del mundo exterior no eran más que una sinfonía de burla mientras Obispo se daba cuenta de lo mal que se habían puesto las cosas.

Mirando por la ventana desde su oficina en el piso 15, podía ver fácilmente los charcos de sangre y extremidades reflejándose en la sutil luz de la luna. Pequeñas figuras corrían en la oscuridad, chocando entre sí mientras el Z-Pack continuaba arreándolos en un solo grupo.

Había algo casi hipnótico en todo aquello, como delfines nadando alrededor de un banco de peces para facilitar la matanza. Los animales, más zombis que humanos, más lobos que zombis, se entrecruzaban mientras mordían los talones de los pobres ciudadanos.

—Tenemos que hacer algo —gruñó René, incapaz de seguir sentado en el sofá—. No podemos dejar que todos mueran así. Prometimos un refugio seguro del mundo exterior. ¿Qué pasará si se descubre que nuestras paredes son mejores manteniendo a la gente dentro que dejándola salir?