Obispo miró fijamente a René y Alicia, preguntándose qué demonios estaba pasando. Sentía como si hubiera sido golpeado a traición por personas con las que había vivido y comido durante los últimos cuatro años.
Solo con nuevos ojos pudo ver la sonrisa burlona de Alicia justo antes de que ella bajara la cabeza. Antes pensaba que era tímida y que le incomodaba mirar a los ojos de otras personas. Pero resultó que mirar al suelo era mucho más fácil que tratar de controlar sus expresiones.
—No soy un traidor —anunció, manteniéndose firme ante la avalancha de odio y desdén que le lanzaban los mismos humanos que había querido proteger—. No soy responsable de lo que pasó anoche.
René cerró los ojos e inhaló profundamente.