Descubiertos.

Mis dedos empezaron a tocar notas ya conocidas por primera vez que había llegado a casa, era hermoso como la melodía alegraba mi corazón y me traía lo mejor de los recuerdos de cuando yo solía ser una niña feliz, pude sentir el espíritu de mi padre a mi lado mientras que con sus dedos y gran sonrisa me guiaba para poder seguir el sonido suave y hermoso de aquella dulce canción, Chopin era uno de nuestros compositores favoritos y cada vez que estaba conmigo no parábamos de tocar una y otra vez su imparable música.

-Magnifique-en un cierto francés masco Donald con aplausos exagerados.

Pronto solo deje de tocar y enfurecida solo le dije que se largara de aquí-te he dicho que no te quiero en mi habitación y mi piso-dije molesta-vete ahora mismo-le señale la salida iracunda por su intrepidez, era asombroso la capacidad que tenía Donald Camill para alterar mi paz mental en apenas unos segundos.

-Tranquila mi pequeña Heaven, yo solo estaba gozando de ese suculento espectáculo al verte sentada tranquilamente tocando aquella hermosa tonada-pero sus morbosas palabras no le convencían, detestaba que siempre me hablara con un asqueroso tono que me ponía los pelos de punta.

-Vete-y le lance mi zapato. Sorprendentemente lo tomo con unos reflejos rápidos.

-Lo hare, solo he venido avisarte que tu mami te necesita pronto, será mejor que te des prisa mi pequeña, no querrás hacerla esperar demasiado –alzo su brazo para que tomara mi zapato, pero cuando lo fui agarrar me tomo mi muñeca y se quedó mirándome silenciosamente mientras trataba de buscar algo en mi mirada-ten-dijo y se marchó rápidamente. 

Mamá nunca lucia desaliñada o fea, podría pasar cualquier cosa, pero siempre y siempre se vestiría caros vestidos de reinas como si perteneciera a la realeza y cada uno parecía estar hecho a su medida logrando a veces despertar mi envidia sobre aquella belleza madura que pareció congelarse con el paso de los años. Como toda una diosa lucía una cara joya plateada con grandes piedras aguamarina alrededor de su cuello y aunque hacia juego con una vestido largo y ceñido entre sus pechos para cualquier apareciera lo grandes y hermosos que eran.

-Cariño-corrió hacia mi torpemente, por culpa de sus tacones de 10 centímetros, aunque no los necesitaba pues su altura era perfecta para ella y me hacía recordar como antes salía a caminar descalza para parecer más bajita que mi padre y así éste la llevara entre sus brazos libremente por la casa. Un frio beso mancho mi mejilla con su tono rojo fuerte en los labios-no sabes la idea que me has dado al escuchar tu concierto desde la habitación. Dentro de un par de días hare una recepción en casa, invitare gente importante y socios de Donald para que te escuchen tocar y así puedes codearte con gente selecta como nosotros -a decir verdad, por un momento me agrado la idea, pero solo escuchar la palabra nosotros y selecta solo me puso abrumada con lo que trataba de decir, pues sé muy bien que mi madre no frecuenta sus antiguas amistades y verla tan cambiada y casi no solo pongo en duda sus grandes intenciones.

-Gracias mamá-dibuje una sonrisa y le abrace de nuevo para encontrar un aroma extraño entre el jazmín y el podrido que apenas se notaba perceptible para mi nariz.

-De nada Heaven, espera a ver el vestido que te compre y los tacones y las joyas y todo lo que necesita una chica de tu edad-le hizo una seña a Donald quien pareció sacar una caja plateada detrás del mueble y se acercó a mí con ese gran paquete para ponerlo con mucho cuidado en mis manos, era tan distinto cuando estaba con mi madre casi siempre fingía que no me miraba, pero al menor descuido de ella ya estaba viéndome con una expresión de lujuria que tanto despreciaba.

-Este regalo es de mi parte -mamá dijo dando pequeños aplausos dejándose llevar por la emoción.

Coloqué en el sofá blanco aquella gran caja y la abrí con presteza para ver su contenido y aquella tela fina y suave me tomó por sorpresa, este era mi primer vestido de coctel y no era uno cualquiera, el rosa pastel de aquel capullo de flor parecía sacado de un cuentos de hadas, por aquel brillante que estaba en el medio del corsé en donde iban mis pechos. -

-Tu papi y yo lo elegimos para ti hace unas noches, se lo compre a una famosa diseñadora que trabaja para artistas con trajes exclusivos-ignore la palabra papi con la emoción con que la dijo solo porque mis ojos no daban justica ante aquella magnificencia -ya puedo verte con él, te recogeré el pelo y te maquillare, que emoción-dio un grito suave. -Estar tan linda, además ya conocerás futuros pretendientes que tendrán el privilegio de hacer caer a mi hija, todos hijos de gente importante y de buena familia pues quiero que tu tengas una vida tan llena de cosas bellas como lo es la mía -ambos se dieron una miranda silenciosa y comprometedora.

-Bien, será mejor que nos apresuremos, no quiero que se nos haga tarde para nuestra pequeña fiesta, ni te imaginas que vendrá, el presidente está con nosotros, no sabes que honor además escuche que el príncipe de un país en Europa también vendrá a la fiesta, quien quita y quiere venir a la nuestra y quede impregnado por una florecita como tú -peino dulcemente mi cabello con un suspiro melancólico -te pareces tanto a mí, Heaven y otras veces creo que me has llegado superar-sentí tristeza en sus palabras, mi madre siempre estaba acostumbrada a que la halagaran por su extrema belleza e incluso la envidia de las otras la fortalecía día a día y quizás ese en realidad sea su verdadero deseo.

-Qué cosas dices mamá, tu siempre serás la mujer más hermosa del mundo -soñé inocentemente como una chiquilla enamorada de su madre. 

-Eso es cierto Lillian, pero no podemos negar que Heaven es digna hija tuya -se atrevió a guiñarme el ojo a la vez que besaba el rostro de mi madre.

Las noches eran rutinas que me estaba cansando de cumplir, sin tener con muchas personas que hablar cada vez que terminaba con mis deberes leía o tocaba una sonata en mi piano, pero no se sentía lo mismo, en este caso una especie de energía maligna se paseaba libremente por los pasillos cada noche cuando me quedaba a solas en mi triste soledad. Un viento helado golpeo con fuerzas los grandes ventanales abriéndoles con furia y sobresaltándome un poco, aquellos silbidos salvajes parecían llantos que provenían de muy cerca, muchos quejándose del dolor y otros suplicaban ayudas de miles de forma. 

Descalza bajo lentamente hacia la cocina aterrada por los tristes fantasmas que me acompañaban, vaticinando cosas oscuras cada vez que pensaba que las sombras iban y venían de un lugar a otro. Pero de pronto el segundo maldito piso me llamo de nuevo, los sonidos provenían dentro del ala este de la casa, aquel sitio que mi madre habría querido redecorar, pero sin ningún ánimo. 

Con el alma en un hilo giré el pasador y estaba abierto, de pronto tuve paso para aquel gran pasillo que se extendía por varios metros conteniendo la gran y vieja bibliotecas, con libros en sus primeros volúmenes, además del gimnasio que mamá tanto se enorgullecía y miles de habitaciones para los huéspedes de la casa.

A mi nariz llego un terrible olor nauseabundo que rodeaba ese camino hasta una de las habitaciones, no podía pensar que cosa produciría aquel olor tan desbastador que provocaba mis arcadas. Una respiración que no es la mía logro escucharla por el otro lado como si alguien estuviera ahí adentro, presa del miedo no logro de acertar movimiento alguno hasta que un suspiro como si fuera el último aliento es exhalado.

-Hay alguien ahí-pregunto una voz suave de una chica -ayúdame por favor, ellos me encerraron aquí-trato de decir y cuando estuve a punto de salir corriendo despavorida el pecho fuerte de Margio me tumba al suelo, mi cuerpo es sacudido, mi cabeza golpea la pared tan duro provocando mi perdida de la conciencia.

Mi cuerpo está muy sensible ante algo que acaricia mis muslos suavemente, aquella mano es tibia pero gélida a vez, no sé por qué me produjo sensaciones apacibles y cuando abro mis ojos su sucio rostro me sonríe, Donald esta frente a mi manoseándome e inmediatamente me alejo de aquel tacto indebido y grito furiosa.

-Has despertado cariño-sonó tan feliz de que así fuese.

-No vuelvas a tocarme más nunca en tu vida -y limpie la zona con repulsión.

-Yo solo te consolaba, pobrecita, ese golpe que te has dado fue muy fuerte. Margio llamo y dijo que te asustaste con algo caíste y te golpeaste fuertemente tu cabeza.

Eso era muy cierto, algo en aquel piso me había pedido ayuda, no lo había imaginado y con todas mis fuerzas trato de correr hacia el lugar, pero Donald me detiene con su cuerpo en la puerta.

- ¿A dónde crees que vas pequeña Heaven? tienes que descansar, no quiero que te lastimes-inquirió con esa falsa sonrisa.

- ¿Qué haces? déjame salir-le demande-tengo que ayudarla-grite desesperada.

-A quién Heaven? ¿a quién tienes que ayudar si ya no vive? -soltó como si fuese una confesión de un asesino, presa por el pánico grito histérica y caigo al suelo casi sin poder respirar, mi madre corre a mi auxilio, pero no me abraza solo está viendo perder la cordura antes las palabras crueles de su marido.

- ¿Qué le está pasando? -inquirió saber - ¿qué le dijiste Donald? -

-Nada cariño, solo le hable que tuvo un golpe fuerte y parece haber recordado algo grave.

-La escuche, él es un asesino mamá. Una chica estaba atrapada en una habitación y me pidió ayuda, dijo que la alejara de aquella escoria y su cómplice -y señale sin piedad a Margio, pero ni un respingo dio-ven-suplique tomándole de la mano y arrastrándola hasta la habitación-ábrela-le exigí a su esposo que parecía divertido del asunto.

-¡Heaven! -me abofeteo tan fuerte como la última vez haciéndome reaccionar y sacándome de ese trance, corría para rogar por un abrazo pero ella solo retrocedió negándome toda muestra de cariño, mamá no había cambiado, mi madre nunca trato de consolarme o hacerme reír por su cuenta, ella pensaba que los regalos y el dinero bastaban, ¡era tan triste en cómo me criaba!

-Creo que deberías descansar Heaven, no creo que todo esto sea buena idea, estas soñando despierta-respondió el hombre.

-No es cierto, no estoy loca. Abre la maldita puerta-le exigí entre gritos.

-Hazle caso de una vez y terminemos con esta pataleta Donald, sus gritos me provocan jaqueca-dijo mamá. 

Donald tomo la llave en un bolsillo de su costoso traje negro y delicadamente abrió para mostrarme una habitación polvorienta y sin ningún rastro de alguna persona allí, todo olía a moho, pero la hediondez del cadáver ya no estaba ¿qué pasaba con mi mente? Sea lo que sea él jugaba conmigo y disfrutaba verme atada ante su tortura.

-¡Ves!-mamá me dijo molesta y apenada por su marido-eres una loca Heaven, como se te ocurre tan siquiera culpar a Donald y Margio con algo como eso, además te ordene que no te acercaras a esta zona, está en muy mal estado y podrías lastimarte-su pálida piel del rostro se tornó roja ante su furia-discúlpate con Donald, quiero escuchar que lo sientes ahora mismo-me ordeno con la respiración acelerada, pude ver que un brillo turbio en los ojos verdes poco a poco se transformaban en un apenas perceptible rojo.

-No, cariño, es obvio que ella no tuvo esa intención, perdónale, yo no me he molestado en lo absoluto, agarro su mano y la beso como si fuese un caballero-no tienes que hacerlo Pequeña Heaven, yo te perdono -y me abrazó fuertemente que de nuevo sentía el toque de su piel fría y casi podrida frente a mí -oh mi pequeña, yo solo quiero ser un padre para ti y enseñarte tantas cosas -beso mi mejilla atrevidamente sin que yo pudiera evitarlo -será mejor que descanses y tengas dulces sueños mi vida-

-No te saldrás con la tuya -susurre levemente cerca de su oído, pero sin que mi madre se diera cuenta deseando que mis palabras fueran tan mortíferas que le quitaran la vida de un bocado.

-Eso quisiera verlo-me respondió hundiendo su nariz en mi pelo -el aroma de tu sudor es embriagante -dijo y me soltó con una mirada divertida ante la mía que era dura y retadora, yo descubriría que había pasado, no dejaría que Donald se saliera con la suya.

Desde esa noche ya casi no he podido ni dormir, siento que en cualquier momento el entrará y hará lo mismo conmigo, sus manos acarician delicadamente la cobertura de mis pechos y llegan hasta mi garganta para poder asfixiarme, pero, en su mano carga una larga daga que entierra una y otra vez en mi cuerpo mientras ríe por mi agonía. Aquellos días soñó de mil y una forma como podía morir en sus manos y esos constantes toqueteo con los que iban acompañado, sentí pena por mi madre y por mí, ambas a merced de aquel mal hombre que solo nos utilizaba por el dinero y como siempre sollocé por la falta de mi padre, pues siempre me había jurado protegerme, pero ahora no podía, yo estaba sola en aquel lugar grande con probablemente un asesino en serie que disfruta del terror en las miradas de sus víctimas para destrozarlas. 

Por una semana mi madre me prohibió de lleno ir al colegio, su furia era tan notoria que ni siquiera me miraba a la cara, se hacía de oídos sordos cuando la saluda y le daba las buenas noches, nada de lo que hacía la hacía completamente feliz, mi propia madre estaba ciega ante Donald Camill, es que el solo hecho de mencionar su nombre mi sangre hervía y mi cuerpo se enfermaba, por lo oportunista, aprovechado, mentiroso y codicioso que era, decir amar a mi madre y a sus espaldas me miraba constantemente con deseo insano y muchas veces mis rechazos le excitaban más de lo debido aunque trataba de ignorarle pero es imposible, si no me defiendo podría ser hasta peor, él podría creer que tenía derecho sobre mí, lo que sería algo muy errado, y no era su juguete y tampoco consentiría sus enfermas fantasías de tener a la madre e hija bajo un mismo techo.