Capítulo 1 — “El frío en la cima”

La ciudad de Busan despertaba entre rascacielos grises, cafés humeantes y pasos apurados. En el corazón del distrito financiero, una torre de vidrio y acero se alzaba como una corona: Kang Corporations.

Fría. Imponente. Inaccesible.

Justo como su dueño.

Kang Min-jun, 32 años, llegaba como cada mañana puntual a las 8:00. Su chofer lo dejaba frente a la entrada privada. Alto, espalda recta, traje negro impecable. Nadie osaba mirarlo más de lo necesario. Sus pasos resonaban en el mármol del lobby como si marcaran un ritmo que nadie se atrevía a desentonar.

—Buenos días, presidente Kang —saludó su secretaria, haciendo una leve reverencia.

Él asintió con un gesto mínimo.

No hablaba si no era necesario. No sonreía. No perdía el tiempo.

Al otro lado de la ciudad, en un pequeño departamento con las paredes apenas decoradas, Lee Jisoo, 24 años, se miraba al espejo por tercera vez. Su cabello negro recién cortado dejaba ver mejor sus ojos grandes, un poco cansados. Estaba delgado, sí, pero no por elección.

—Hoy sí, Jisoo… hoy sí —murmuró para darse ánimo.

Se había levantado antes del amanecer para prepararse. Hoy tenía una entrevista de trabajo como asistente administrativo. No conocía mucho sobre la empresa, salvo que era una de las más grandes. Que su dueño era un Alfa frío, distante. Que la competencia sería feroz.

Pero Jisoo no tenía tiempo para dudar. Su cuenta estaba en rojo. Y su heladera vacía.

En el piso 42 de Kang Corporations, la secretaria del presidente golpeó suavemente la puerta.

—Presidente, su nueva cita ya llegó. Es uno de los aplicantes para el puesto de asistente.

Min-jun levantó apenas la vista de los papeles. Sus ojos oscuros no mostraban ni sorpresa ni interés.

—Hazlo pasar.

Jisoo entró con cuidado, casi como si el suelo quemara. Sus ojos se encontraron por primera vez.

El Alfa lo miró de arriba abajo, sin expresión alguna.

El Omega bajó la mirada instintivamente, pero algo en él, algo muy dentro, sintió un escalofrío distinto.

No de miedo.

De algo que aún no entendía.

—Tu nombre —dijo Min-jun, seco.

—Lee Jisoo… señor.

Hubo un silencio que duró solo segundos, pero se sintió eterno.

Entonces, Min-jun habló otra vez, sin emoción.

—¿Y por qué crees que podrías trabajar para mí?

Y sin saberlo, sin imaginarlo, la historia bajo la misma luna había comenzado.