Capítulo 13: Entre la duda y el deseo

La lluvia golpeaba el ventanal de la oficina como si Busan entera supiera que algo se estaba rompiendo.

Jisoo no podía concentrarse. El teclado frente a él era solo un ruido más. Lo que de verdad ocupaba su mente eran los ojos de Min-jun, ese roce en el ascensor, esa frase que no paraba de repetirse como un mantra imposible: "Nunca te mentí."

Pero entonces… ¿qué era todo eso que había encontrado? ¿Mentiras, rumores… o verdades a medias?

Aquel día, Min-jun pidió que Jisoo lo acompañara a una reunión importante fuera de la ciudad. Un viaje corto, pero suficiente para que el aire entre ellos cambiara. La distancia de la oficina, el auto, el silencio compartido… Todo era tensión suave, pero presente. Como si algo grande estuviera por pasar.

En medio de la carretera, Min-jun rompió el silencio:

—¿Qué fue lo que encontraste sobre mí?

Jisoo se sobresaltó.

—¿Cómo lo sabés?

—No soy ciego, ni tonto. Sé cuando alguien empieza a mirarme diferente. Vos… vos ya no me mirás igual, Jisoo.

El Omega tragó saliva.

—No sé qué creer. Hay cosas sobre tu empresa, sobre vos…

—¿Y creés que soy ese hombre?

Jisoo dudó. Lo miró. En su rostro no había arrogancia, ni soberbia. Solo… vulnerabilidad.

—Quiero creer que no —respondió con voz baja—. Pero tengo miedo.

Min-jun frenó el auto a un costado. La lluvia seguía cayendo, suave. Lo miró con los ojos más sinceros que Jisoo había visto jamás en un Alfa.

—Yo te estoy dejando entrar, Jisoo. A mi espacio. A mi vida. Vos sos el primero que me ve más allá de mi apellido, de mi empresa, de todo ese mundo de mierda. No me falles.

El silencio se volvió denso. El Omega bajó la mirada, con el corazón latiendo rápido.

—Y vos… no me falles a mí —susurró—. No me dejes entrar si después vas a cerrarme la puerta.

Min-jun extendió la mano, rozó suavemente su mejilla. Y por primera vez, no había dureza, no había control. Solo había un hombre cansado de esconder lo que siente.

—No te voy a dejar, Jisoo. No ahora que por fin encontré algo real.

El resto del viaje transcurrió en una calma extraña. Pero no incómoda. Era como si se hubieran quitado una máscara. La reunión fue un éxito, pero nada se comparaba al viaje de regreso.

Cuando llegaron al edificio, Min-jun le dijo algo inesperado:

—No quiero que esta noche duermas solo.

Jisoo lo miró, sorprendido.

—¿Estás invitándome…?

—Te estoy pidiendo que te quedes. No para lo que pensás. Solo… quiero dormir con vos al lado. Esta vez sin secretos. Sin barreras.

Jisoo dudó unos segundos. Luego asintió.

Esa noche durmieron juntos. Por primera vez. No como jefe y empleado. No como Alfa y Omega. Sino como dos almas perdidas que, por fin, se habían encontrado bajo la misma luna.