Jisoo no durmió esa noche. El mensaje seguía brillando en su mente, como una advertencia. "¿Sabés quién es Min-jun en realidad? Abrí los ojos antes de que sea tarde."
Intentó ignorarlo. No quería dudar de él. Pero la duda, como una grieta silenciosa, empieza siendo pequeña… y luego puede romper todo.
Al día siguiente, en la oficina, Min-jun parecía el mismo de siempre. Frío, ordenado, impecable. Pero cada gesto amable, cada palabra suelta, cada sonrisa que se escapaba… ahora le parecían sospechosas.
—¿Estás bien? —le preguntó Min-jun en privado—. Hoy estás raro.
Jisoo forzó una sonrisa.
—Estoy bien. Solo un poco cansado.
Pero Min-jun no era tonto. Lo notó. Lo sintió. Y por primera vez, algo en sus ojos mostró una sombra. Como si presintiera que algo estaba por cambiar.
Esa tarde, Jisoo fue a visitar a su madre en las afueras de Busan. Le llevaba unas cosas y, sobre todo, buscaba refugio. Ella lo notó al instante.
—Tus ojos… están llenos de alguien, pero también llenos de miedo —le dijo su madre mientras le servía té—. ¿Ese "alguien" te quiere bien?
Jisoo la miró. Dudó.
—Quiero creer que sí.
—Entonces no te escapes antes de saber la verdad.
Esa noche, ya en su departamento, Jisoo volvió a leer el mensaje. Y decidió buscar. Abrió su computadora y empezó a indagar. Noticias viejas. Foros. Notas de negocios. Todo sobre Kang Corporations, sobre su dueño. Sobre el pasado de Min-jun.
Y lo encontró.
Hace diez años, la empresa había sido acusada de lavado de dinero a través de contratos fantasmas. Nunca se probó nada, pero el caso se cerró repentinamente. Y muchos apuntaban a que alguien había pagado para silenciarlo todo.
Jisoo se quedó helado. ¿Min-jun había tenido algo que ver?
Al día siguiente, fue a trabajar como siempre. Pero dentro, era otro. Y Min-jun lo supo apenas lo vio.
—¿Te pasa algo conmigo? —preguntó, sin rodeos—. Sé cuándo alguien empieza a poner distancia.
Jisoo lo miró. Tenía ganas de preguntarle todo. De enfrentarlo. Pero su corazón…
—No sé qué pensar —respondió con sinceridad.
—Entonces pensalo conmigo, no contra mí.
Ese fue el primer quiebre. Y al final del día, cuando Min-jun lo acompañó hasta el ascensor, lo miró con una intensidad que desarmaba.
—No soy perfecto, Jisoo. Pero nunca te mentí.
Y justo cuando las puertas se cerraban, sus dedos rozaron los de él. Un roce que no prometía nada… pero tampoco decía adiós.