Capítulo 1: La promesa eterna

PARTE 4

La noche estaba estrellada, silenciosa, pero con un calor que no venía del clima, sino del corazón. En la terraza del pequeño departamento, Min-jun tenía a Min-ji dormido sobre su pecho, mientras Jisoo leía en voz baja un cuento bajo la luz de una lámpara suave. Oscar y Alex dormían enroscados en un rincón, como dos pequeñas almohadas vivientes.

El niño ya tenía casi cinco años. Hablaba, corría, reía con una voz clara y dulce. Pero había algo que no cambiaba: cada vez que la luna llena se asomaba en el cielo, los tres salían juntos al balcón, con una manta, té caliente y una costumbre que ya se había vuelto sagrada.

—¿Papá? —susurró Min-ji, medio dormido— ¿La luna también nos ve cuando estamos tristes?

Min-jun sonrió, acariciando su cabello.

—Sí, mi amor. La luna lo ve todo. Y cuando estamos tristes… ella se queda más tiempo para hacernos compañía.

Jisoo se acercó, envolviendo a los dos con una manta más grande.

—¿Y qué ve la luna hoy? —preguntó el pequeño, abriendo sus ojitos con curiosidad.

—Hoy ve una promesa —respondió Jisoo, besando su frente—. La promesa de que siempre estaremos juntos. Pase lo que pase.

—Y aunque algún día no podamos vernos, mi vida —añadió Min-jun—, vos mirá la luna. Porque si mirás la luna… también nos vas a ver a nosotros.

El niño asintió suavemente, y se quedó dormido entre los brazos de sus dos papás.

La luna, como testigo eterna, se coló entre las nubes y se quedó ahí, alumbrando con su luz plateada a esa familia que, a pesar de todo, a pesar del mundo, había elegido amarse. Cada noche. Cada día. Bajo la misma luna.