Capítulo 2: El lenguaje del silencio

El reloj marcaba las 7:03 p.m. El pequeño Min-ji estaba sentado en el suelo del living, con una hoja blanca entre las piernas y los colores desparramados a su alrededor. Llevaba puestos unos lentes redonditos que usaba cuando dibujaba, y el ceño fruncido, como si estuviera resolviendo un gran misterio.

—¿Qué estás haciendo, amor? —preguntó Jisoo, dejando la taza de té sobre la mesa.

Min-ji no respondió de inmediato. Siguió dibujando con concentración, haciendo trazos circulares. Luego, alzó la vista y dijo:

—Estoy dibujando lo que no se puede decir.

Jisoo se arrodilló a su lado, curioso.

—¿Y qué es eso?

—Es cuando siento cosas, pero no sé decirlas. Como cuando me pongo triste sin saber por qué… o cuando me acuerdo de cuando estaba en la panza, pero no me acuerdo de verdad… sólo siento algo acá —señaló su pecho.

Jisoo lo abrazó fuerte, con los ojos húmedos. Min-jun, que escuchaba desde la cocina, se acercó también y se sumó al abrazo.

—Eso que sentís —le dijo en voz baja— es el alma, hijo. Y lo que estás haciendo… también es hablar. No siempre se habla con la boca. A veces se habla con los dibujos, con una mirada, con un abrazo… o con el silencio.

Min-ji asintió, como si ya lo supiera. Luego les mostró su dibujo: era un cielo oscuro, una luna enorme y tres figuras pequeñas tomadas de la mano, iluminadas por su luz. Y cerca… dos gatos dormidos.

—¿Nos dibujaste? —preguntó Min-jun con la voz temblorosa.

—Sí. Porque cuando la luna está llena, siento que estamos más cerca. Más cerquita. Como si no existiera el tiempo.

El silencio se instaló en la habitación, pero no era un silencio vacío. Era un lenguaje lleno de cosas que no se podían explicar… y que tampoco hacía falta.

Bajo la misma luna, una familia hablaba sin palabras.