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Las escenas de aquel día lluvioso se repetían una y otra vez en su cabeza. Las contradicciones, las incoherencias, sus acciones y también sus decisiones lo penaban de día y de noche, quitándole el apetito y también el sueño. Sus ojos, antes amables y ahora casi carentes de vida, lucían unas horribles ojeras que lo delataban. Ya sería casi un mes desde que la ceremonia para sellar a sus hermanos se había llevado a cabo y él difícilmente podía mantener su rutina y las responsabilidades que, como líder de la secta Lan, le correspondían. El mundo exterior comenzaba a agobiarlo de tal forma que no parecía ser tolerable. Incluso en su presencia, muchos cultivadores seguían hablando respecto a los recientes acontecimientos, las lenguas afiladas no se reservaban cuando se trataba de Jin Guangyao. Cada juicio y burla en su contra era como una daga que se clavaba en su carne, pero sin importar lo mucho que le doliera, Lan Xichen no podía hacer más que pretender no escuchar las palabras hirientes, porque independientemente de sus sentimientos, Zewu-jun no podía defender al nuevo villano de todos.

¿Como podría hacerlo cuando él mismo había sido quien había atravesado su pecho con Shuoyue?, con una determinación tan fría que parecía hacer justicia a su nombre. No tenía derecho a nada más que guardar silencio y cargar con la responsabilidad en sus hombros, una carga mucho más ligera si la comparaba al peso que llevaba en su corazón.

Culpa. Sentía culpa por su hermano mayor, después de todo A-yao había aprendido aquella melodía gracias a él, también fue él quién insistió en aquellas reuniones, esas que lo llevaron a una temprana muerte, en una reconciliación que nunca llegó. Culpa también por no querer escuchar el juicio y el criterio inflexible de Nie Mingjue, por no querer ver el lado oscuro de Meng Yao, aquel muchacho que sin tener una razón, lo había ayudado en su momento de mayor debilidad. Culpa por no haber creído en él hasta el final.

Luego de dos meses tras el incidente, fue imposible para Lan Xichen salir del Hanshi. Su estado mental no le permitía cumplir con sus deberes y Lan Qiren parecía cada vez menos tolerante a sus errores o estados ausentes. La reclusión le vendría bien por un breve periodo, pero la verdad es que aunque el tiempo se había extendido más de lo esperado por su tío, nada parecía mejorar. Era la misma culpa cerrándole el estómago y quitándole las horas de sueño. Comer o dormir parecía un lujo que para él no estaba permitido. ¿Qué derecho tenía de seguir con su vida o de siquiera pensar en terminarla?. El jade no podía hacer nada más que vivir con ese peso hasta el final de sus días.

Últimamente las pesadillas eran algo recurrente para Lan Xichen. Había perdido la cuenta del número de veces que en sus sueños su espada atravesaba el pecho de A-yao y, en cambio, la mano del menor su pecho con sus últimas fuerzas para apartarlo del mortal agarre de Nie Mingjue. Dormir resultaba ser una tortura para él. Por eso aunque fueran pasada las 9 de la noche, Lan Xichen se mantenía despierto, tan rebelde como jamás había sido. A veces meditando, simplemente sentado en la oscuridad de su habitación. Otras veces, como hoy, se mantenía recostado en su cama con la mirada perdida y el torbellino de pensamientos carcomiendo su cabeza hasta que el sol se volvía a asomar o hasta que el cansancio le ganaba.

Sin importar cuánto su tío o el mundo entero quisieran convencerlo de que había hecho lo correcto, o que aquel era un final inevitable, él sabía que probablemente jamás podría perdonarse. ¿Era un poco similar a lo que había sentido su padre? Sus ojos se enrojecieron ante el pensamiento y sus labios se tensaron con amargura. Qué egoísta había sido toda su vida al decir que prefería no indagar en los asuntos de sus progenitores, en no querer entender a sus motivos o decisiones. Quizás ahora de alguna manera lo entendía, pero precisamente por eso es que derramar lágrimas parecía ser un lujo que no le correspondía tener.

¿Y su hermano? ¿Qué había hecho Wangji cuando el mundo hubo difamado al patriarca de Yiling? ¿Cuánto dolor había tenido que soportar en silencio? Xichen frunció el ceño, sin querer recordar aquellos días en los que su hermano parecía haber perdido el rumbo. Pero su hermano, oh, cómo admiraba a su hermano quien, al menos, había tenido el valor de defender a la persona más importante para él, sin importar el juicio de su familia o su secta, ni siquiera su propio juicio. No como él, que no había sido capaz de hacer nada más que una estocada final. Tal vez si su cuerpo también cargara con las cicatrices de un merecido castigo por proteger a Nie Mingjue o Jin Guangyao, el luto sería más llevadero.

Xichen soltó un largo suspiro y con resignación abandonó la cama. Si continuaba hundiéndose entre las sábanas y sus pensamientos, terminaría volviéndose loco.

Tal vez impulsado por el ejemplo de su hermano en aquel tiempo o por la rebeldía adolescente a la que ahora, en sus treinta y tantos, parecía querer aferrarse, se encaminó hacia un mueble antiguo donde descansaba un elegante recipiente de porcelana blanca y detalles de oro, cortesía previa de Lianfang-zun cuando aún gobernaba el mundo de la cultivación. Un obsequio ciertamente inadecuado para la conocida abstinencia de los Lan en cuanto al alcohol, pero Zewu-jun lo había aceptado complacido. Después de todo, estaría mintiendo si dijera que jamás se había embriagado frente a A-yao. En más de una ocasión sus discusiones nocturnas en Lanling habían terminado en conversaciones ligeras y risas, en duetos melódicos de Xiao y Guqin, en una complicidad que difícilmente podría volver a tener con alguien más.

Recordaba que aquel licor era dulce y fuerte. El agradable sabor y la poca o casi nula tolerancia innata de Xichen hacia el alcohol eran la combinación perfecta para darle un momento de descanso a su turbulenta cabeza.

¿Acaso había sido esa la razón por la cual Lan Wangji se había embriagado en aquel entonces? No, seguramente no había sido el único motivo, pero quizás sí uno de ellos.

El primer jade de Lan caminó en la penumbra del Hanshi con la botella entre sus manos como si fuera algo demasiado preciado, y en efecto, lo era. Se trataba de un valioso recuerdo. Luego tomó asiento y con la nostalgia apretando su garganta, sirvió el primer trago.

Los minutos transcurrieron en silencio y aunque solo una copa era suficiente para embriagar a Lan Xichen, al cabo de una hora la fina botella ya carecía de casi la mitad de su contenido y las consecuencias eran, como poco, visibles. La única persona que seguramente se encontraba despierta a esa hora en el Cloud Recess tenía sus mejillas ardiendo, al igual que la punta de su nariz. Sus ojos estaban vidriosos, aunque tal vez no solo era culpa del licor. Una sonrisa muy suave descansaba en sus labios mientras se esforzaba por mantener una buena postura, sentado a solas frente a la mesa de su habitación. A veces las palabras se resbalaban de su boca, en un intento por llevar una conversación con los dos fantasmas inexistentes sentados con él. Uno a cada lado, tal como el día en el que habían hecho el juramento que los uniría como hermanos, incluso después de la muerte.

—¡A-yao, deberías haber confiado más en tus hermanos! —reclamaba como si de verdad alguien estuviese ahí para escuchar sus demandas.

—Da-ge, tú… ¡Deberías haberme llevado a mi también! —su demanda fue acompañada por una risa traviesa, un sonido que probablemente solo se podía oír en su boca cuando se encontraba ebrio, pero ese sonido se fue apagando poco a poco hasta desvanecerse por completo.

El silencio de nuevo inundó la habitación y la sonrisa de sus labios también desapareció.

La verdad es que Xichen pensaba no ser digno como para ir con ellos. Lo sabía. A-yao se lo había dicho con su última mirada, en aquel último aliento de vida. Quien era digno de acabar con su vida era Nie Mingjue, la persona que había visto a través de él, no Lan Xichen. Así que mucho menos tenía derecho a acompañarlos, despuęs de todo, el primer jade de los Lan solo era otra persona que le había dado la espalda a Jin Guangyao, igual que el resto del mundo.

—¡Er-ge!

Una voz familiar logró desviar su atención, aunque no logró identificar de quién se trataba. Por reflejo el mayor de los Lan alzó la cabeza tan repentinamente que el mundo a su alrededor pareció dar unas cuantas vueltas. Para cuando logró enfocar la vista, no encontró nada más que oscuridad a su alrededor.

—¡Er-ge!

Pero ahí estaba, ahora más lejana. Aquella voz parecía irse alejando del Hanshi y algo en él le decía que no podía dejar que eso ocurriese. Pese a tener las piernas algo dormidas, se puso de pie, animándose a salir de su habitación, olvidando por completo lo que su reclusión significaba.

Aquella voz.... ¡Aquella voz era...!

Creyó divisar una sombra en los pasillos, aunque era probable que solo se tratara de un delirio por el alcohol en sus venas. Aún así, avanzó por el Cloud Recess como si fuera una polilla persiguiendo la luz.

—¿Er-ge…?

Sus pasos se frenaron en seco. La voz lo llamó del otro lado de una puerta. Lan Xichen frunció el ceño, confundido por la situación. Aquel cuarto era el de su hermano, el Jingshi. Era imposible que alguien estuviera dentro, porque aunque estaba ebrio, el primer jade sabía que su hermano se encontraba de viaje con su pareja de cultivación.

— ¡Zewu-jun! —pero esa, sin duda, era la voz de Jin Guangyao.

Guiado por el impulso, abrió las puertas del Jingshi sin ninguna delicadeza, casi desesperado ante la idea de que al menos hubiese un rastro del alma de su hermano jurado llamándolo. Por un instante Lan xichen pareció estar mucho más lúcido, pero mucho menos compuesto de lo que jamás se había mostrado. Una vez más la oscuridad era todo lo que había a su alrededor.

—¿A-yao...? A-yao, ¿eres tú...? —su voz sonó frágil, como un cristal a punto de romperse. Temía espantar cualquier posibilidad con ella, pero tal posibilidad nunca existió. En el fondo de su corazón, el líder de secta sabía muy bien que el alma de su hermano menor estaba encerrada en ese ataúd y no podría salir o reencarnar por cientos o tal vez miles de años.

Nuevamente una risa suave se escapó de sus labios producto del alcohol o quizás por lo ridículo e impotente que se sentía. Sintió los ojos arder por la frustración y esta vez no pudo evitar que las lágrimas cayeran por sus mejillas. Todo el llanto reprimido por esos dos meses fue finalmente liberado. Un llanto silencioso, pero abundante y desconsolado. El pecho le dolía, ahí donde la mano de Jin Guangyao se había posado. Dolía y seguiría doliendo siempre.

—¡Lo siento! ¡Lo siento tanto! ¡Por favor no me odies! —murmuraba entre dientes, dejando sus rodillas caer en medio de la habitación de su hermano.

—¡Por favor… perdóname! Por favor... ¡No me olvides! —su cuerpo se inclinó hacia adelante mientras abrazaba sus hombros temblorosos hasta casi apoyar su frente en el suelo, como si suplicara por su vida.

Las lágrimas caían humedeciendo sus ropas, y la madera oscura del piso. Lloró y lloró hasta que sus ojos se hincharon. Hasta que su cuerpo, debilitado por la reclusión y el alcohol, se rindió al cansancio. Su rostro era un desastre y cualquiera que lo viera en ese estado, tan vulnerable y expuesto en el piso del Jingshi, dudaría de que aquel hombre patético era, en efecto, Zewu-jun.

¿Pero acaso él no era también humano?

Tras unos minutos, su cabeza se sintió ligera. Su nariz captó un aroma apenas perceptible, tal vez un incienso antiguo muy diferente al conocido aroma a sándalo de su hermano.Sin darse cuenta, tal vez producto del estado débil en el que se encontraba, el subconsciente de Lan Xichen fue atrapado por el efecto remanente del quemador de incienso que Lan Wangji y Wei Wuxian habían encontrado hace unas semanas, antes de partir su viaje.

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Cuando sus párpados se separaron, la luz anaranjada de las velas lo obligó a mantener sus ojos cerrados. Su cabeza todavía daba vueltas, posiblemente seguía ebrio. Eso explicaría por qué su cuerpo se sentía tan pesado que parecía imposible lograr incorporarse. Pese a eso y a estar tendido en el suelo de madera, Lan xichen se sentía tanto o más cómodo que en su propia cama.

Extraño.

Un delicado aroma a flores de ciruelo llenaba el ambiente, provocando en él cierta expresión de deleite que no se esforzó por ocultar. Él conocía bien aquel entorno y sin embargo, su mente se negaba a identificarlo con claridad.

Un cosquilleo sutil, como el roce de cabello sobre la piel de su rostro y su cuello, le robó un suspiro al mayor de los jades. Al instante y a medida que iba descendiendo por su pecho, el cosquilleo se hacía más y más notorio. Eran caricias otorgadas por manos más finas y pequeñas que las suyas, manos que sin duda sabían cómo robarle suspiros. Solo entonces su mente comprendió que si no podía incorporarse no era culpa de su propio cuerpo, sino por el peso de otro sobre él. Quiso abrir sus ojos y alzar la cabeza para encontrar al responsable, sin embargo, todo seguía dando vueltas, borroso y sin forma. Sólo colores y aromas, las sensaciones en su cuerpo se agudizaron al verse privado de una mejor visión.

Aquellas manos continuaron bajando por su torso, deshaciendo sus blancas túnicas peligrosamente. Los labios de Lan Xichen dejaron escapar un nuevo suspiro, más parecido a un humilde gemido, cuando estas rozaron casualmente su entrepierna aún cubierta. Los dedos del contrario temblaron ante la expresión que estaba mostrando, como si no esperaran tal reacción de su parte.

Una risa enternecida, dulce y embriagadora como el licor que lo mantenía vulnerable alcanzó sus oídos y antes de que el líder de los Lan pudiera preguntar por su identidad, algo igual de dulce tocó sus labios.

Al comienzo el beso fue un roce tan sutil como el primero sobre su cuerpo, pero al instante se vio sorprendido ante el cambio de intensidad. Siendo evidente cuán experto era el dueño de aquellos labios hambrientos.

La sorpresa en Xichen hizo que tardara unos cuantos segundos en reaccionar. Para cuando quiso hacer algún ademán por apartar a su atacante, su cuerpo lo traicionó, respondiendo el beso por sí solo, anhelante, separando los labios para dejar a la persona hacer lo que quisiera con su boca, entrelazando sus lenguas, disfrutando de la inusual situación.

¿Había besado a alguien de esa forma alguna vez? Las sensaciones eran de alguna manera muy familiares, pero precisamente ahora su mente no lograba recordarlo.

El aroma del alcohol se mezclaba en ambas bocas, los sonidos húmedos del beso y la violencia moderada de las mordidas que le otorgaba su abusador eran estímulos que el mayor de los Lan parecía disfrutar. Aquello era evidente, especialmente por la creciente incomodidad en su parte baja.

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Lan Xichen abrió los ojos de golpe, esta vez reconociendo casi al instante el lugar en el que se encontraba: El hanshi.

Todavía podía sentir su pulso acelerado y el calor distribuido por todo su cuerpo, pero también un gran vacío ante la pérdida del peso sobre su cuerpo, aunque quizás el vacío era mucho más grande en su corazón.

El jade dio un largo suspiro, no sabía la hora que era y los recuerdos de la noche anterior estaban demasiado difusos en su cabeza. Sin embargo, su semblante había mejorado un poco tras haber conciliado al fin un buen sueño después de tanto tiempo. Al punto de sentir incluso algo de apetito.

Estuvo a punto de abandonar la cama, cuando percibió una presencia familiar acercándose a su habitación. Tras unos instantes la voz de Lan Wangji pidió permiso para entrar y por supuesto, su hermano mayor se lo concedió.

—Wangji, has vuelto —saludó el mayor con su sonrisa habitual.

—Mn. Anoche —asintió el menor.

—Oh, ya veo —Xichen no pudo evitar apartar la mirada suponiendo, en parte, lo que había ocurrido. El énfasis que su hermano habia hecho en esa simple respuesta explicaba cómo es que había despertado en su cuarto y no en el suelo del Jingshi. —¿Cómo estuvo su viaje? —intentó desviar el tema hacia su hermano y su amado ya que éste último, para su sorpresa, no se encontraba ahí junto a Lan Wangji.

—Wei Ying... Èl fue quien te encontró primero —el segundo jade de los Lan no pareció querer considerar el esfuerzo de su hermano por evadir el asunto.

La mirada de Xichen se pegó al suelo luego de que Lan Zhan fijara su vista en la mesa del Hanshi, donde aún permanecía la refinada botella de licor.

—... —la mirada del menor parecía preocupada, pero sus labios no emitieron juicio o cuestionamiento hacia Xichen.

Hanguang-jun esperaba la correspondiente explicación sin necesidad de tener que exigirla con palabras y su hermano mayor lo sabía, después de todo él era quien más conocía a su hermano. Aunque ya no estaba seguro de ser el único con esa capacidad.

Un suspiro pesado dio inicio a su explicación. No tenía razones para ocultarle la verdad a Wangji, mucho menos para mentir. No había que ser un genio o pensarlo demasiado para entender su estado actual.

—Desde hace algún tiempo no he podido conciliar el sueño. Cada vez que cierro los ojos mi mente procura atormentarme con mis errores del pasado , sin importar si medito o me mantengo en reclusión... —sus manos se empuñaron, apretando las sábanas con vergüenza y frustración. —Wangji… Estoy cansado —Lan Zhan nunca había percibido tanta amargura en la voz de su hermano.

—Yo... —los ojos claros del menor querían explicarle a su hermano que no repudiaba sus acciones. Él entendía mejor que nadie el desconsuelo y la desesperación, aunque las situaciones y las personas fueran diferentes.

Lan XiChen le devolvió una sonrisa, entendiendo su consternación. Una sonrisa que, aunque cansada, parecía sincera.

—La impulsividad que otorga el alcohol me llevó a dejar el Hanshi. Acabé en tu cuarto y, honestamente, no recuerdo muy bien lo que ocurrió, pero por alguna razón al fin logré tener un sueño agradable —inconscientemente el mayor llevó una mano a sus labios mientras intentaba recordar, pero todo seguía siendo muy vago y confuso.

Lan Zhan palideció.

—¿En el... Jingshi? —cuestionó dudativo.

—¡Hanguang-jun! —Interrumpió la voz animada de Wei Wuxian, quien aparentemente había estado escuchando la conversación o, al menos, gran parte de ella desde la puerta.

El muchacho de Yunmeng estaba de pie, con los brazos cruzados y la sonrisa resplandeciente que lo caracterizaba.

—Wei Ying...

—Quizás deberíamos prestarle nuestro pequeño descubrimiento por un tiempo a Zewu-jun.

El descubrimiento al que se refería, por supuesto, se trataba del quemador de incienso que hace solo unas semanas habían encontrado, investigado y vuelto a guardar para que nadie más fuera afectado por sus poderes. Pero aparentemente todavía quedaba un efecto remanente que, si bien ya no afectaba a Wei Wuxian o a Lan Wangji, en el débil estado físico y mental en el que se encontraba actualmente el líder de la secta Lan, no era de extrañar que se hubiese visto afectado por ese mínimo poder residual.

—¡...! —por un momento Xichen pareció distinguir pánico en el rostro de su hermano.

—Al menos lo ayudará a descansar por las noches —insistió Wei Ying, quien sabía cuán preocupado estaba Lan Wangji por el estado de su hermano al no hallar una manera de ayudarlo tal y como Lan Xichen lo había ayudado tras el asedio en el monte Luanzang. —Y quizás así pueda evitar romper más reglas de las que ya ha roto. Después de todo, no queremos que tu tío termine tosiendo sangre por estrés, ¿no es así? —su vista también se posó en la delicada porcelana que contenía el licor de Lanling.

—Mnh.

Tras recibir la aprobación de su pareja de cultivación, Wei Ying se acercó sonriente hasta llegar a su lado.

—¿Puedo preguntar a que se refieren? —consultó bastante intrigado el aludido.

Wei Wuxian se dio el tiempo para explicarle a Zewu-jun acerca de aquel extraño objeto que habían encontrado y que, aparentemente, era bastante inofensivo. Aunque para este caso podría ser sencillamente perfecto. Por supuesto, para la tranquilidad de Lan Wangji, en su relato fueron obviados los detalles innecesarios de su investigación.

Tal y como esperaban, ni siquiera el líder de la secta Lan había escuchado o leído algo acerca de aquel misterioso objeto, pero confiado en el criterio de su hermano, terminó por aceptar la idea.

—Wangji... Joven Wei... Agradezco mucho su preocupación. Estaré encantado de recibir dicho objeto. También quisiera aprovechar la instancia para investigar más su origen y efectos.

Los otros dos asintieron a sus palabras y pronto se retiraron para ir en búsqueda del famoso quemador. Zewu-jun, por otra parte, esperaba poder recordar mejor de qué iba su sueño la próxima ocasión.

Notes:

muchas gracias por leer! quizás agregue capitulo mañana

Chapter 2: Dulces pequeñas mentirasSummary:

Al abrir los ojos nuevamente, Lan Xichen se encontró en medio de un escenario bastante conocido y nostálgico: Dos jóvenes lavaban ropa en algún rincón de Yunmeng...

Notes:

Sobre los efectos del quemador de incienso!

Muchas gracias por leer!

Xiyao Week 2019!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

"Vivo una imagen en mi cabeza, los colores se elevan mientras floto con mi cuerpo en mi cama"

 

Una jarra de la "Sonrisa del emperador" relucía en el centro de la mesa del Jingshi. Sentado de forma holgazana frente a ella, Wei Wuxian bebía de su copa mientras el segundo jade de Lan, quien se encontraba a su lado, revisaba algunos documentos antiguos de su secta. De pronto, sus labios se curvaron hacia arriba y una risilla infantil se escapó de sus labios.

—¿Qué sucede? —preguntó Lan Wangji.

—¡Nada! Solo estaba pensando en lo buen hermano que eres —contestó Wei Ying con honestidad mientras sus dedos avanzaban casualmente por la mesa hasta encontrar la mano nívea del otro.

Lan Zhan solo respondió con un suspiro que estaba lejos de señalar molestia.

—A decir verdad, no pensé que te animarías a pasarle el quemador de incienso a tu hermano —las yemas de los dedos del patriarca de Yiling dieron algunas caricias circulares sobre el dorso de la mano de su amado antes de buscar sus largos dedos y entrelazarlos con los suyos.

—No hay peligro —contestó con seguridad el otro mientras dejaba a su pareja hacer con su mano lo que quisiera.

—¿En serio? —Wei Wuxian pestañeó fingiendo sorpresa, luego llevó la mano de Hanguang-Jun hasta sus labios y repartió sobre ella algunos besos traviesos—¿Qué harás si tu hermano termina teniendo la clase de sueños que nosotros tuvimos?

Lan Zhan cerró sus ojos para disimular sus emociones, pero sus orejas levemente coloreadas lo delataron de inmediato.

—No lo hará.

—¿Cómo estás tan seguro, Lan Zhan? —la voz de Wei Wuxian tuvo un timbre aterciopelado cuando pronunció su nombre.

—Tu sueño era tranquilo e inocente —argumentó el aludido clavando su mirada en los ojos ajenos —Quizás él también pueda encontrar paz.

—¿Ves? ¡Eres un buen hermano! —concluyó Wei Ying con una amplia sonrisa. ¡Lan Zhan era sin dudas el mejor!

Cuando los ojos claros de su jade encontraron los suyos, dejó de lado la mano que acariciaba y, sin poder aguantar más tiempo, se acercó para rodear sus hombros con sus brazos, acomodándose lentamente sobre él.

—A Zewu-jun le vendría bien soñar cosas agradables después de tanto tiempo. Aunque es un poco irrisorio que esto sea todo lo que podemos hacer por él.

—Cada quien debe vivir su dolor —aseguró Lan Wangji mientras posaba sus manos en la delgada cintura de Wei Ying.

—Mmm…sabias palabras, Lan Zhan —Wei Wuxian se dejó atrapar por esos fuertes brazos, inclinándose hasta apoyar su frente en la del otro, sin dejar de mirar ni un instante sus ojos. —Hanguang-Jun, dime… ¿A ti te dolió mucho? —por supuesto, se refería a su luto.

—Mhn —Lan Wangji asintió inmediatamente.

Sus ojos brillaron honestos a la luz de las velas y el pecho de Wei Wuxian pareció derretirse en ese momento. Su mirada enternecida y también llena de admiración no podía apartarse del maravilloso hombre frente a él.

—Lan Zhan, tú…¡definitivamente eres el mejor! —aseguró con una sonrisa antes de buscar sus labios y, pidiendo más contacto entre sus cuerpos, sus manos se apresuraron a deshacer las túnicas de ambos.

Seguramente esa noche serían ellos los que romperían algunas reglas en Gusu, después de todo, ellos no necesitaban de los poderes del quemador de incienso.

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El líder de la secta Gusu Lan llevaba varios minutos inspeccionando la figura de tapir que Wei Wuxian y su hermano le habían entregado. Hasta dónde ellos sabían, el objeto mágico no parecía ser peligroso y tampoco emitía ninguna clase de energía maligna, por lo tanto, no tenía realmente una razón para negarse a probarlo. Además, si tenía que ser honesto, debía admitir que sentía curiosidad por el efecto que aquel objeto podía llegar a tener sobre él con todo su potencial y no solo como el remanente que había experimentado en la habitación de Wangji.

Luego de preparar un poco de incienso para quemar, se cambió sus túnicas y a las 9 de la noche en punto se recostó en su cama boca arriba, como solía dormir. Su cuerpo debilitado respondió casi de inmediato cayendo dormido, como si hubiese sido víctima de alguna clase de droga o somnífero al cual no estaba acostumbrado. Por un momento todo fue una cálida y tranquila oscuridad.

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Al abrir los ojos nuevamente, Lan Xichen se encontró en medio de un escenario bastante conocido y nostálgico: Dos jóvenes lavaban ropa en algún rincón de Yunmeng. Uno de ellos llevaba el pelo recogido en una media cola que apenas alcanzaba sus hombros. Su complexión era delgada y sus vestimentas bastante humildes, pero ello no minimizaba la gracia de sus delicadas facciones o de sus ojos ámbar, los cuales relucían con admiración hacia el joven cultivador de túnicas blancas que se hallaba a su lado.

Lan Xichen era simplemente un espectador de aquella vergonzosa escena que, más que un sueño, parecía un vívido recuerdo de cuando su "yo" más joven no había sido capaz de medir su fuerza en una tarea tan sencilla como lavar sus propias prendas.

Meng Yao, por otro lado, se esforzaba en esconder su risa después de que el joven Lan rompiera su túnica por segunda ocasión.

—¿No es difícil? —preguntó el menor sin intención de burlarse, sino más bien dispuesto a ayudarlo.

—Es... bastante difícil —admitió el de cabello más largo luego de soltar un suspiro.

—Joven maestro, no se preocupe. Me encargaré de eso cuando vuelva. Por favor, sólo descanse —Meng Yao hizo énfasis en sus últimas palabras antes de despedirse con una sonrisa tan radiante que Xichen quedó desconcertado.

¿En qué momento la sonrisa de su hermano jurado había cambiado de ser así de auténtica y hermosa a ser solo un gesto cordial y complaciente? No lograba recordarlo. No recordaba haber visto de nuevo esa sonrisa en el rostro de Lianfang-zun jamás.

Inesperadamente una única lágrima descendió por el rostro del Lan Xichen espectador. Su vista se apartó de la escena al caer en cuenta de que sólo ahora había podido notar algo tan simple como eso. ¿Qué tan ciego había estado para omitir ese pequeño, pero importante detalle? ¿En qué momento había perdido de vista lo que él había conocido aquel día? La bondad y la picardía inocente de Meng Yao.

Limpió su rostro sintiendo que aquellas lágrimas eran la más grande hipocresía, si era él quién las vertía. No por sentir arrepentimiento o dolor, sino porque ¿de qué servía eso ahora? ¿A quién le servía? Al final solo era autocompasión y Lan Xichen no creía merecer nada de eso.

Al alzar nuevamente la vista, el escenario cambió a otra escena cotidiana de aquella época donde pudo verse a sí mismo compartiendo una humilde cena en el estrecho cuarto de Meng Yao.El menor procuraba robar algunas sobras del burdel en el que aún residía para poder llenar los estómagos de ambos. Acción que a los ojos de los Lan quizás no sería catalogada precisamente como algo virtuoso, sin embargo, el muchacho que lo había acogido no era un discípulo de su secta y tampoco era un ejemplo de moralidad. Jin Guangyao nunca lo fue; sólo se trataba de un humano más, con virtudes y defectos. Ni blanco, ni negro, solo gris. Xichen lo sabía pero también estaba seguro, ahora más que nunca, que tampoco era el villano infame al cual el mundo insultaba tras su muerte. No cuando la porción en su plato parecía ser mayor que la de Meng Yao.

—Necesitas comer bien para recuperarte, joven maestro. Después de todo, hay algo importante que debes hacer, ¿no es así? —con esas palabras el Jade difícilmente podía protestar.

—Éste joven maestro agradece tu diligencia y amabilidad —respondió resignado Xichen antes de comenzar a comer su ración.

Pese a las dificultades que significaban para Meng Yao, él jamás expresó una queja o puso una mala cara para ayudarlo. Tampoco parecía interesado en recibir algo a cambio. Era como si simplemente tener la oportunidad de hablar con alguien del mundo de la cultivación fuera suficiente para él. Por eso Lan Xichen se esmeraba por resolver sus dudas, incluso dándose el tiempo para enseñar o corregir algunas cosas básicas relacionadas al uso de la energía espiritual, pero a los ojos de su "yo" adulto, nada de eso parecía ser suficiente para compensar aquella sonrisa radiante que, de alguna forma, iluminaba su corazón en aquellos días turbulentos.

Las escenas continuaron pasando, como saltos inesperados en el tiempo que mostraban fragmentos de su memoria, a veces relevantes y otras no tanto. Algunos tan cotidianos y cálidos que Lan Xichen hubiese hecho cualquier cosa por hacerlos durar un poco más.

El ser espectador le permitió notar otras cosas, como el abuso al que Meng Yao era sometido por la gente del burdel, aunque el menor se esforzaba por disimular frente a él. Cayó en cuenta también de cuán desesperados eran sus esfuerzos por ser útil para los demás y lo mucho que quería ser reconocido. El hambre de aquel muchacho no era por poder, como más tarde muchos dirían, sino por reconocimiento básico, ese que busca alguien que se ha esforzado toda su vida por salir adelante. Sin embargo, el mundo a su alrededor parecía siempre darle la espalda.

—Joven Maestro...

Sin saber cuánto tiempo había transcurrido en su sueño, el escenario volvió a cambiar tras un simple parpadeo. Lan Xichen ahora se encontraban en medio de un bosque de bambú, iluminado por la blanca luz de la luna. Era un paisaje que recordaba bien, pues aquel había sido el lugar de la despedida.

—Joven Maestro, espero haber sido de ayuda… lamento que esto sea todo cuanto puedo hacer por ti, pero por favor, procura tener cuidado —las palabras susurradas por Meng Yao se sintieron honestas aunque Lan Xichen pudo notar el ligero temblor en las manos del otro cuando éste le ofreció una reverencia.

—Tienes mi eterna gratitud, A-yao —su "yo" más joven respondió el gesto mientras él se reprochaba internamente.

¿Qué tan arrogante había sido al creer que sus agradecimientos serían suficientes para alguien tan ávido de reconocimiento? ¿De verdad no había nada más en ese entonces que hubiese podido hacer por él? Seguramente sí, pero incluso así, esas meras palabras iluminaron el rostro de Meng Yao, tan solo por la familiaridad con la que el cultivador lo había llamado.

El corazón de Xichen se apretó nuevamente.

—A-yao… Debí llevarte conmigo o, al menos, volver antes por ti —murmuró frustrado consigo mismo, pero en ese preciso momento el muchacho del burdel de Yunping volteó el rostro en su dirección, abriendo los ojos con sorpresa, tal y como si hubiese escuchado sus palabras.

—¡Tú...!

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Lan Xichen despertó puntual a las 5 de la mañana al igual que todos los demás discípulos de Gusu. Su cuerpo se encontraba mucho mejor, más descansado y su mente menos turbulenta. Ver a Meng Yao de nuevo, aunque solo fuera en sueños, le había traído algo de paz. Además creía que, tal vez, estos sueños podían ayudarlo a entender mejor las cosas que en el pasado no había sido capaz de notar. Como un inconsciente intento de redención.

—Incluso si nada llega a cambiar… —su voz sonó agridulce.

Luego de unos minutos sentado sobre su cama en silencio, Xichen optó por levantarse y vestirse, para luego tomar asiento y escribir algunos apuntes respecto a los efectos del quemador de incienso. Detallando lo mejor posible su experiencia.

No fue sino hasta las 9 de la mañana que Lan Wangji y Wei Wuxian se aparecieron en el Hanshi para saber los detalles de lo ocurrido.

Efectivamente el líder de la secta Lan tenía un mejor semblante. Incluso las ojeras bajo sus ojos habían comenzado a mejorar, pero al verlo, por alguna razón Wei Wuxian pareció decepcionarse.

—¿Huh? ¿Zewu-jun? ¿Puede ser acaso que el efecto del quemador haya sido mejor gracias al alcohol? —preguntó descaradamente sin necesidad de confirmar sus sospechas. Wei Wuxian lo había comprobado por sí mismo durante su árdua investigación personal.

—Wei Ying… —reprochó Lan Zhan.

—¡Oh…! Jaja, sin ofender líder de secta, pero me dio la impresión de que la vez anterior tuviste un mejor sueño —la intuición del patriarca a veces resultaba aterradora.

Lan Xichen dejó escapar una pequeña risa que sorprendió a los otros dos.

—¿De verdad di esa impresión?

Algo que Wei Wuxian nunca había visto antes en la mirada de Zewu-jun hizo que optara por no responder su pregunta.

—La verdad no recuerdo con claridad qué fue lo que ocurrió la otra noche. Pero esta vez, más que un sueño, fue como haber hecho un pequeño viaje dentro de mis propios recuerdos.

—Similar a lo que le ocurría a Hanguang-Jun —explicó el patriarca mientras el aludido se tensaba al recordar el tipo de sueños al que se estaba refiriendo. —Tengo la teoría de que el quemador mezcla las memorias, los sueños y los deseos más fuertes de su usuario. —Wei Wuxian se llevó una mano a la barbilla mientras realizaba su análisis, tal vez queriendo imitar a propósito a Lan Qiren.

Hanguang-Jun relajó ligeramente los hombros y se limitó a asentir a sus palabras.

—Eso tendría bastante sentido —admitió Lan Xichen antes de soltar un pesado suspiro —Tal vez simplemente sea un pequeño consuelo.

—Siento que puede ser una buena herramienta para resolver las cosas pendientes en tu corazón. Si lo ves de esa manera, Zewu-Jun, creo que puede ser más que "simplemente un pequeño consuelo" —como siempre Wei Wuxian era franco con sus palabras.

Un segundo suspiro abandonó los labios del mayor, resignado, pero extrañamente alentado.

—Bien, entonces me quedaré con él por un tiempo —hubo una pequeña pausa silenciosa en el Hanshi antes de que Xichen agregara algo más. —Pero me gustaría pedirte un favor, Joven maestro Wei, ¿podrías contarme aquellas cosas que viste durante tu empatía con Da-ge?

—Hermano… —la voz de Lan Wangji tuvo un tinte evidente de preocupación y Wei Wuxian dudó.

—Por favor, Wangji. Hay tantas cosas que desconozco. Puede que sea muy tarde, pero incluso así quiero saber, quiero entender aunque sea solo un poco más.

Y esta vez el patriarca de Yiling fue quien dio un suspiro.

—Esta bien, Zewu-jun... pero debes tener en cuenta que también hay muchas otras cosas que yo desconozco de Lianfang-Zun.

Lo sabía, después de todo, cada persona solía crear una visión diferente de los demás según lo que conocía y compartía con ella, pero Wei Ying era cuidadoso al ir contando las cosas que había presenciado a través de los ojos de Nie Mingjue, intentando no emitir juicio y ser lo más neutral posible en su relato. También procuró no saturar de información al primer Jade de Lan, limitando sus reuniones a dos o tres veces por semana, dependiendo siempre del estado de ánimo del líder de secta.

Durante casi un mes y un poco más la condición de Lan Xichen mejoró de forma notoria. La mayoría de sus sueños en ese tiempo estuvieron relacionados a cuando Meng Yao se había unido a las tropas de Chifeng-zun durante la campaña por la caída del sol, tal vez influenciado por los relatos de Wei Wuxian.En ellos había sido testigo de cómo Meng Yao procuraba realizar sus labores de la mejor manera posible y cada vez que Nie Mingjue reconocía su capacidad, él lo agradecía humildemente, sin darse cuenta que su mirada delataba cierta emoción infantil. Era probable que A-yao inconscientemente estuviera asociando al líder de secta Nie con la figura ausente de su padre.

"Tal vez algo así se sienta cuando mi padre me reconozca." O al menos eso era lo que Xichen podía interpretar en aquellos ojos vidriosos y esa sonrisa que, aunque todavía parecía auténtica, se iba opacando cada vez más por las ansias de méritos y la violencia de la guerra.

A casi dos meses de haber comenzado a utilizar el quemador de incienso, Lan Xichen retomó varios de sus deberes como Líder de secta y comenzó a salir mucho más seguido de su habitación. A veces a la biblioteca o al manantial. Poco a poco Lan Wangji se convenció del buen progreso de su hermano mayor, lo suficiente como para volver a emprender un nuevo viaje fuera de Gusu junto a Wei Wuxian.

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Al abrir los ojos esa noche, Lan Xichen se encontró en la torre de la carpa dorada. Solo cuando distinguió a Meng Yao vistiendo el uniforme bordado con los "destellos en medio de la nieve" pudo tener noción de que, más o menos, se encontraba en la época en la que Nie Mingjue lo había mandado a Lanling con una carta de recomendación.

En el sueño, cinco discípulos del clan Jin parecían estar intimidando con gran hostilidad al hijo bastardo de Jin Guangshan, dejando a este último en evidente desventaja. Sin embargo, Meng Yao procuraba ofrecerles una sonrisa amigable a cambio, disimulando casi a la perfección la inquietud que sentía. Huir no parecía ser una buena idea.

—¿Qué dijiste? —uno de ellos alzó la voz, prepotente.

—Que... —Meng Yao desvió la mirada antes de responder. —n-no es justo que... se lleven todo el crédito. La estrategia que utilizamos en el reciente asalto a los Wen fue, en gran parte, mi idea.

—¿Y? ¿A quién diablos le importa eso? ¿Acaso piensas que voy a darle crédito al hijo de una prostituta? —dijo con sorna el discípulo de Lanling Jin que parecía ser el líder de aquel escuadrón. — Deberías sentir vergüenza de haber tenido siquiera el coraje de venir aquí. Nadie va a darte crédito, no importa cuánto te esfuerces.

—¿Ah? ¿Enserio es hijo de una prostituta? —preguntó otro solo por el afán de recalcar aquel detalle. —Creí que solo eran rumores.

Meng Yao empuñó sus manos y su mirada se volvió fiera. Claramente el asunto de su madre era algo que no se podía mencionar en su presencia, pero incluso así, él se esforzaba por mantener la compostura.

—¡Tú...! ¿Por qué todavía sonríes como un idiota? ¡Que asquerosa expresión estás poniendo! ¿No vas a decir nada? —los demás discípulos comenzaron a exclamar mientras intentaban acorralarlo cada vez más.

—¡De seguro piensa que es intocable por ser el hijo bastardo del líder de secta!

—¡Jaja! Pero evidentemente Jin Guangshan no lo considera su hijo, sino no lo hubiese colocado en una posición tan baja —acotó otro de ellos.

—De todas formas no puede decir nada, no es como que lo que estamos diciendo sea una mentira.

Lan Xichen se mantuvo estático, mirando con incredulidad y desconcierto la escena. A-yao, por otro lado, guardó silencio, intentando evadirlos, pero ellos inmediatamente le cerraron el paso.

—¿A dónde crees que vas? ¿No fuiste tú el que nos pidió hablar? No hemos terminado —uno de los muchachos más altos jaló el pelo de Meng Yao y redujo su pequeña figura en unos cuantos movimientos, inmovilizando sus brazos para que todos los demás pudiesen golpearlo, humillarlo con risas e insultos tanto como podían, incluso quitando gran parte de sus prendas.

—¡Ni siquiera mereces vestir estas ropas!

Meng yao intentaba desesperadamente cubrir su cuerpo como podía.

—¿De que tienes vergüenza? ¿Acaso no estás acostumbrado? Seguramente en tu antiguo "hogar" esto era algo habitual, ¿no? —dijo el primero con descarada malicia.

—¡Jajaja! Ten cuidado entonces, puede que tenga algo "sucio".

Las carcajadas resonaban en los oídos de Meng Yao, cuya mirada parecía buscar desesperadamente a alguien, pero al estar en uno de los patios más alejados, la probabilidad de que alguien apareciera para ayudarlo eran prácticamente nulas.

Un nuevo puñetazo fue a dar en la nariz de A-yao, aturdiendo sus sentidos hasta hacerlo quedar de rodillas en el suelo. En ese instante un sin fin de patadas cayeron sobre su menudo cuerpo, pero el muchacho daba su mejor esfuerzo por resistir creyendo que en algún momento se cansarían de todo aquel injustificado hostigamiento.

—Espero que no se te ocurra volver a cuestionar nuestros méritos otra vez, Meng Yao —declaró el líder del escuadrón antes de pisar su mano despiadadamente.

A-Yao no pudo soportarlo más y soltó un grito agudo de dolor, pero a nadie le importó, excepto a Xichen quien avanzó hacia ellos desenvainando a Shuoyue por reflejo, olvidando completamente que en todo esto él seguía siendo solo era un espectador.

Los discípulos se retiraron y Meng Yao estuvo temblando por algunos instantes antes de comenzar a recoger una a una sus prendas, vistiéndose como podía. La vista era grotesca: su nariz rota sangraba y sus lágrimas caían de sus ojos enrojecidos por la ira y la frustración, sin embargo, su sonrisa se mantenía estática, casi dolorosa sobre sus labios.

El pecho de Lan Xichen dolió como si hubiese sido atravesado por el filo de una espada y, sin poder contenerse más tiempo, se arrodilló junto a A-yao para abrazarlo, sin importar que él no pudiera verlo o sentirlo. Ahora mismo, todo lo que el mayor de los jades quería era acompañar de alguna manera a ese muchacho.

El corazón de Xichen pareció detenerse un instante cuando sus túnicas fueron atrapadas por los dedos de Meng Yao, quien inesperadamente rompió a llorar en sus brazos, aferrándose a él como un niño desconsolado.

Notes:

no me odien ;_; sufrí mucho escribiendo este cap, no me gusta relatar cuando abusan de A-Yao T-T

Chapter 3: Aquí junto a míSummary:

Desde el momento en que había tenido a Meng Yao sollozando entre sus brazos, el líder de la secta Lan comprendió que no necesariamente debía ser un espectador de sus sueños...

Notes:

Muchas gracias por leer ;O;!!!

Al fin Xichen se da cuenta de algunas cosas~

Espero que les guste!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

"Llamando tu nombre a la medianoche, buscándote en el sueño interminable, ahora hay tantos kilómetros entre nosotros, pero siempre estás aquí conmigo"

 

 

Desde el momento en que había tenido a Meng Yao sollozando entre sus brazos, el líder de la secta Lan comprendió que no necesariamente debía ser un espectador de sus sueños, sino que fácilmente podía interactuar con quienes aparecían en ellos. Lo había comprobado una y otra vez hasta convencerse.

De vez en cuando tomaba control sobre el cuerpo de su "yo" más joven y actuaba por él, pero ya fuera consciente o no, Lan Xichen tenía la precaución de no alterar demasiado los hechos ocurridos, tratando de intervenir solo en algunas situaciones de manera puntual.

Los sueños más recientes se relacionaban a la época de la campaña del sol. Muchos de esos momentos no eran realmente gratos de revivir, pero la situación actual era una de aquellas en las que creía necesaria su intervención: Meng Yao traía de vuelta de la ciudad sin noche a Nie Mingjue gravemente herido tras haber derrotado a Wen Ruohan. Xichen no pudo evitar salir a su encuentro antes de tiempo, sabiendo perfectamente la terrible escena que se desencadenaría, principalmente por la mala comunicación entre ambos.

—¡Líder de secta Nie, aún estás herido! —Meng Yao, quien todavía vestía las túnicas de la secta Wen, intentaba hacer razonar al aludido.

—Los mataste… —contestaba el mayor, apenas conteniendo su ira.

—¿Te refieres a los cultivadores de antes en el palacio del sol?

—Yo le ordené que lo hiciera —Lan Xichen interrumpió la escena con una expresión tan fría como el hielo.

La sorpresa en el rostro de los otros dos fue evidente, pero una de ellas cambió rápidamente a indignación y la otra a alivio.

—¡Zewu-jun!, ¡Zewu-jun! —Meng yao corrió para esconderse tras él. El pánico en su voz era evidente, pero el muchacho sabía muy bien cómo parecer todavía más desesperado y eso reavivó la ira de Chifeng-zun.

—Mingjue-xion, cálmate por favor —pidió el jade al ver el filo de Baxia expuesto, aunque una de sus manos se posó instintivamente sobre la empuñadura de Shuoyue, lista para ser desenvainada en cualquier momento.

—¡Xichen, explica esto ahora mismo! —rugió Nie Mingjue mientras su mano apretaba la empuñadura de su sable.

—Mingjue-xiong, ¿sabes quién ha estado entregando la información estratégica militar de los Wen todo este tiempo? —cuestionó calmado y firme el líder de los Lan.

—¿Acaso no fuiste tú? —el líder Nie parecía no entender la implicancia en las palabra ajenas.

—Yo solo fui un mensajero. ¿De verdad no notaste en todo este tiempo cuál era el origen de toda nuestra inteligencia? —su voz parecía más dura que de costumbre.

—¿Él...? —Mingjue se notaba aturdido, incrédulo a la verdad.

—No hay necesidad de sospecha —aseguró Zewu-jun con calma. —Hoy también he recibido un mensaje de Meng Yao, por eso vine a brindar apoyo. De otra manera, ¿cómo sería posible para mí estar aquí en este preciso momento? —intentó persuadirlo, pero aún así Chifeng-zun no parecía convencido del todo, por lo que Lan Xichen retomó su explicación. —Después del incidente de hace unos años, el corazón de A-Yao ha estado lleno de remordimiento, pero nunca se atrevió a encontrarse contigo de nuevo. Lo único que pudo pensar fue en infiltrarse en la secta Qishan Wen para acercarse a Wen Ruohan, entonces comenzó a enviarme cartas secretas. Al comienzo yo tampoco sabía quién era el autor de esas cartas. Por mera coincidencia y a través de pequeñas pistas logré darme cuenta de quién era.

—Zewu-jun… —sin tener necesidad de mirar, Lan Xichen sabía que A-Yao estaba temblando de pies a cabeza.

—Además… —agregó el jade. —Fui yo quién pidió explícitamente traerte de vuelta con vida a cualquier costo —Mintió con descaro, sabiendo que Meng Yao sería su cómplice por conveniencia. —A-Yao, ¿no le dijiste nada de esto a Mingjue-xiong?

—Zewu-jun, como notaste, aunque se lo hubiese dicho, el líder de secta Nie no me creería.

—¡No es excusa para haberlos matado!

—¡Nie Mingjue, esto es guerra! —por primera vez en su vida, Lan Xichen le alzó la voz al otro líder de secta.

Por un momento todos quedaron inmóviles, pero Meng Yao inmediatamente se arrodilló para pedir perdón, tanto por sus acciones como por su trato indebido, mas Nie Mingjue no lo concedió.

—¡No es frente a mí de quién deberías arrodillarte!

—Entonces los tres deberíamos arrodillarnos —sentenció el líder de los Lan, esta vez dando un paso hacia Mingjue, evidentemente molesto por su inflexibilidad.

Solamente ahora Xichen se daba cuenta de ello, del significado de las acciones de cada uno, de los defectos en sus personalidades. Xichen sabía perfectamente que estaba dando su favor a A-Yao, pero si tan solo ellos dos se hubiesen entendido un poco más o hubiesen podido ceder ante el otro, quizás…

¿Quizás qué?

Nie Mingjue guardó su sable y les dio la espalda, apenas conteniendo su disgusto. Se alejó de ellos frustrado, aún lo suficientemente molesto como para partir una roca con un solo golpe, pero eran dos contra uno y él, a diferencia de los otros, era el que estaba más herido. No había nada que pudiera hacer más que aceptar con amargura la situación.

Tan solo cuando los otros dos quedaron a solas en medio de aquel bosque, Lan Xichen soltó un largo suspiro antes de girarse hacia el menor, quien aún se mantenía de rodillas en el suelo.

—Muchas gracias Zewu-jun —murmuró todavía temblando, ofreciendo una reverencia.

En vez de responder con palabras, Lan Xichen simplemente se arrodilló junto a él para abrazarlo. Sentía los ojos arder a causa de los sentimientos mezclados en su pecho. Revivir todo aquello era como una tortura, pero a la vez era el más grande consuelo que podía tener a esas alturas.

—¿Zewu...jun?

—¡Ah, lo siento! Me dejé llevar... Yo… realmente temí por sus vidas —se excusó separándose con un sonrojo apenas perceptible en sus mejillas.

Las palabras del Lan no eran mentira, después de todo, la estrategia había sido bastante peligrosa. En cualquier momento Nie Mingjue y Meng Yao podrían haber sido descubiertos. Ese hubiese sido el final para ambos. No, más bien para todos aquellos involucrados en la guerra contra los Wen.

—Zewu-jun… ¿cómo supiste…? —quiso preguntar el menor, pero en ese preciso momento la mirada de Lan Xichen se posó en unas lesiones sospechosas sobre su cuello.

—¿Qué es esto? —preguntó abriendo un poco las túnicas para inspeccionar mejor las marcas que claramente parecían ser por estrangulamiento.

De inmediato Meng Yao cubrió la zona con sus manos, volviendo a temblar ligeramente. ¿Era vergüenza lo que veía en su rostro?

—¿A-Yao? —intentó encontrar la mirada del menor, pero este lo evadió.

—No es nada Zewu-jun.

—¿Acaso Mingjue-xiong…? —su voz sonó severa, indignada e incrédula ante la posibilidad que su mente había urdido.

—¡No! ¡Chifeng-zun nunca…! —Meng Yao se detuvo al notar que ahora debía dar una explicación.—Solo son heridas de batalla, nada de qué preocuparse.

Claramente el líder de la secta Nie no haría algo como eso, Xichen lo sabía, pero ¿entonces…?

Xichen palideció un momento cuando reparó en otras marcas, esta vez alrededor de las muñecas del muchacho. Inevitablemente recordó de golpe la conocida fama de sádico que poseía Wen Ruohan, pero si ese era el caso, Meng Yao jamás lo admitiría y, sin importar cuán preocupado estuviera, Xichen no podría insinuar aquello sin sonar extraño o bien, humillarlo.

—Zewu-jun... ¿puedes soltarme? —la voz de A-Yao sonó suplicante. Sus ojos estaban llorosos. Claramente quería evadir la situación y eso, por alguna razón, acrecentó la molestia en el corazón de Xichen.

Tomó el brazo de Meng Yao con la fuerza característica de la secta Lan y levantó la tela que cubría parcialmente sus muñecas. Solo entonces el muchacho notó con espanto las marcas dejadas en su piel. Xichen las cubrió inmediatamente con sus propios dedos, apretando como si anhelara reescribir sobre ellas. Estaba molesto, intolerante a la idea de que alguien hubiese dejado marcas de ese tipo sobre ese cuerpo tan pequeño. Molesto por no escuchar la verdad de los labios de A-Yao, pero más todavía por no haberse dado cuenta de aquel detalle antes, cuando realmente ocurrió.

—Zewu-jun… Me estás lastimando —murmuró asustado. Era la primera vez que Meng Yao era testigo de la indignación del primer jade de los Lan.

—Lo siento, no fue mi intención —se disculpó inmediatamente, sorprendido al caer en cuenta de sus propias acciones. —Vamos, es hora de volver —le ofreció una mano para ponerse de pie. —Has ganado un gran mérito hoy, A-Yao. Con la muerte de Wen Ruohan los remanentes de la secta Wen nunca podrán volver a levantarse de nuevo.

—Mh. —Meng Yao asintió. —Esta guerra al fin está terminando.

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El siguiente sueño tuvo relación con el día de la ceremonia de aceptación de Meng Yao en el clan Jin. Algo que tomó completamente por sorpresa a Xichen, ya que al ser una ceremonia privada, nadie ajeno a la secta podía estar presente.

Con el fin de no alertar a nadie y no perjudicar a Meng Yao, el líder de la secta Lan se mantuvo oculto para presenciar desde lejos aquel momento tan esperado por el muchacho del burdel de Yunmeng.

La cara de tedio y desagrado de Jin Guangshan por toda la situación era evidente, pero aunque no fuera su voluntad, ni siquiera él podía negar el mérito de su hijo bastardo al haber sido responsable de tomar la cabeza de Wen Ruohan. Incluso así, el líder de la secta Jin no estaba dispuesto a darle el más pequeño atisbo de aprobación sincera, ni siquiera se molestaba en callar a aquellos que aún murmuraban cosas a espaldas del muchacho, sonriendo con evidente hipocresía a las felicitaciones y halagos que otros le ofrecían por su hijo. Todos esos detalles no pasaban desapercibidos para alguien tan observador como Meng Yao, ahora, Jin Guangyao, pero aún así, su sonrisa se mantenía impecable sobre sus labios y ante su fortaleza Xichen solo pudo sentir orgullo cuando la marca rojiza del cinabrio al fin fue puesta entre sus cejas.

Si tan solo Jin Guangshan no fuera Jin Guangshan… Ojalá el mundo hubiese hablado un poco más mal de aquel hombre que no merecía ser llamado padre. Lan Huan se reprochó a si mismo por aquellos pensamientos.

—Zewu-jun, ¡qué sorpresa! Deberías haberme dicho que vendrías.

La ceremonia había acabado hace horas. La secta Jin había vuelto a abrir sus puertas y Lan Xichen fue uno de los primeros en llegar a visitar a Meng Yao.

—Lamento mi imprudencia. Solo quería felicitarte, Jin Guangyao —lo llamó por su nuevo nombre y vio el rostro del otro iluminarse.

Si tan solo el muchacho supiera cuanto prefería llamarlo Meng Yao, pero no era su intención menospreciar su esfuerzo, por eso se limitaba a llamarlo "A-Yao".

—¡Muchas gracias, Zewu-jun! —pero ahí estaba él, radiante al ser por fin parte de la secta de su padre y, por sobre todo, al alcanzar finalmente las expectativas de su difunta madre.

Xichen reparó en la marca que relucía entre sus cejas, alzando el rostro ajeno para verla mejor. El rojo del cinabrio le provocaba una sensación contradictoria, pero relucía elegante en la frente de A-Yao.

—¿Zewu...jun?

El jade se reprochó a sí mismo nuevamente por haber hecho algo imprudente. Esos acercamientos para él eran casi naturales, pero para aquella época, donde aún ni siquiera habían jurado hermandad, eran tal vez demasiado atrevidos de su parte.

—Ah, lo lamento —soltó su rostro y posó su mano sobre la cabeza del muchacho. Ante su acción, el sombrero que llevaba el muchacho se movió ligeramente de su lugar, dejando a la vista una contusión cerca de su sien. — A-Yao, ¿qué es esto? —sus dedos tocaron la zona con cuidado, pero incluso así el menor no pudo evitar quejarse al contacto.

—No es nada. —se arregló el sombrero apartando cortésmente la mano del líder Lan. —Solo fue un accidente producto de mi propia torpeza.

Lan Xichen frunció levemente el ceño. Podría ser cierto, pero también podría apostar a que la verdad era otra y quizás involucraba a algunos discípulos envidiosos o, incluso, a la misma Madam Jin. Por algo Jin Guangyao había procurado esconder la lesión y no exponerla, aunque ahora mismo se encontraba en una posición donde nadie debería atreverse a tocarlo.

—De cualquier forma, Zewu-jun, me alegra que hayas venido. De hecho, hay algo que quería hablar contigo —el intento de Meng Yao por desviar el tema fue evidente.

Las palabras dichas a continuación resonaron en sus oídos tal y como había sido originalmente, pero por alguna razón la sensación que generaron en Lan Xichen fue completamente diferente.

—Hay alguien que me gustaría que conocieras. Su nombre es Qin Su, hija de Qin Cangye, líder de la Secta Laoling Qin.

—¿Qin Su? —Xichen repitió el nombre, a la espera de la explicación de Meng Yao.

—Durante la campaña del sol hubo una ocasión donde salvé su vida. Luego de eso, ella me confesó su amor y poco a poco nos acercamos más, después de que ella insistiera un tiempo, finalmente nos hemos comprometido —explicó el menor con algo de vergüenza. Era la primera vez que alguna mujer se interesaba en él de aquella manera. —Pronto... me casaré con ella.

Hubo un silencio un tanto incómodo que sólo se rompió tras un suspiro, Lan Xichen parecía pensativo.

—¿Es ella una buena mujer…? —intentó seguir con los diálogos que correspondian, pero por alguna razón Lan Xichen no lograba entonar las palabras con la misma emoción.

Jin Guangyao asintió.

—Es una mujer dulce. Nunca ha cuestionado mis orígenes —era lógico que eso fuera lo más importante para Meng Yao.

"Yo tampoco" pensó el jade apretando los puños.

—Además posee rasgos gráciles con un rastro de inocencia infantil… ¿Zewu-jun? —Jin Guangyao se detuvo al notar cierta inquietud en el rostro del mayor.

Xichen inmediatamente se percató de lo mal que estaba actuando y puso en su rostro su mejor sonrisa, como el más grande mentiroso. Su tío, sin duda, estaría decepcionado de él.

—Estoy muy contento por ti A-Yao. Agradezco que me hayas confiado tal noticia —se movió por la habitación hasta la mesa donde el agua caliente y dos tazas los esperaban. Xichen sirvió el té y le ofreció una taza al discípulo del clan Jin, alzando la suya en su dirección, como un gesto de celebración. —Te deseo la mayor felicidad en tu compromiso y matrimonio.

Ambos bebieron, pero el nudo en la garganta que sentía le hizo más difícil la tarea a Xichen. ¿De verdad sentía lo que estaba diciendo? No. ¿Entonces por qué no persuadirlo para evitar ese matrimonio? Él sabía que A-Su era hermana de Jin Guangyao, que habían consumado la relación mucho antes del matrimonio y que probablemente A-Song ya se encontraba creciendo en el vientre de su joven madre sin saber la clase de desgracia que traería a sus progenitores y a sí mismo. Ya no había vuelta atrás.

—A-Yao...La verdad yo también quería hablarte sobre algo… —Lan Xichen fijó su mirada en la taza de té, pero en el instante que volvió a alzar la vista, se encontró sentado en medio del juramento con sus dos hermanos.

—En este día, en este lugar, prometemos solemnemente un juramento de hermandad. De ahora en adelante, fortaleceremos nuestra relación, compartiremos la fortuna y la desgracia, seremos una misma mente, pasando juntos por la vida y la muerte. Si hubiera traición, será conocida por todos y su cadáver desmembrado por cinco caballos. —la voz de los tres resonó al unísono.

"Si no puedo ser quien esté a tu lado, al menos quiero tener este vínculo para poder protegerte" Fue lo que Xichen pensó al momento de alzar su copa.

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Los sueños comenzaron a ser agridulces y cada vez menos gratos para Xichen. Tal era el caso de la boda de Jin Guangyao. En realidad ese día había estado muy feliz por él, pero actualmente se sentía inquieto, con un molesto dolor instalado en su pecho.

A-Su resplandecía en esas túnicas rojas y A-Yao, sin dudas, también lo hacía. Precisamente eso era lo que le causaba conflicto al mayor de los Lan, que permanecía asombrado por la gran capacidad de actuación de su hermano jurado. Sabía que tan solo el día anterior él se había enterado del lazo sanguíneo que compartía con quien ahora estaba tomado como esposa y, aún así, además de su sonrisa imborrable de siempre, su mirada demostraba un inmenso amor que parecía venir desde lo más profundo de su corazón.

Xichen no pudo evitar sentir el estómago revuelto por sus emociones turbulentas. Sentarse a analizar sus sentimientos o siquiera intentar ordenar sus pensamientos era demasiado difícil para él, quizás más de lo que creía. De pronto la mirada de Jin Guangyao dio con la suya, encontrando al mayor desarmado, desprevenido y vulnerable. Inmediatamente su cuerpo se tensó. No quería que A-yao viera a través de él, no en el día de su matrimonio, pero lejos de todo lo que esperaba, pareció vislumbrar una súplica silenciosa en el rostro del menor, aunque solo fue por una pequeña fracción de segundos. La mirada dorada rápidamente se suavizó disimulando el terror que realmente estaba sintiendo al estar desposando a su propia hermana.

Xichen tragó con dificultad. De todos los presentes, él era el único que sabía de ese miedo latente en Jin Guangyao, del pánico que sentía por ser señalado y juzgado, que pese a no querer casarse, era incapaz de hacer cualquier cosa para evitar el irónico destino al que, sin siquiera saberlo, lo había condenado su propio padre.

¿Acaso existía siquiera algo que pudiese hacer?

LaXichen sintió los ojos arder, apenas conteniendo las ganas de llorar, de interrumpir esa boda con la violencia que solo caracterizaría a Nie Mingjue, con el descaro de Wei Wuxian y con la determinación ciega de Wangji, y arrastrar a A-yao a Gusu, al Receso de las Nubes y encerrarlo ahí si fuese necesario.

¿Tal y como lo había hecho su padre?

Los labios de Lan Xichen se separaron levemente al percatarse de aquel detalle que ciegamente había estado obviando. De lo evidente del conflicto en su interior y que, pese a todo, no había podido notar sino hasta ahora. Su empatía hacia el mundo siempre había sido excepcional, especialmente hacia sus seres queridos, incluso Wangji era como un libro abierto ante sus ojos, pero había fallado miserablemente cuando se trataba de A-yao y absurdamente, esa misma empatía se volvía nula cuando se trataba de sí mismo.

Solo cuando se sintió en el mismo lugar que su padre pudo reconocer lo indiscutible: Los sentimientos que tenía por A-Yao, desde el comienzo en aquel encuentro en Yunmeng, nunca fueron de hermandad.

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Xichen… ¡Lan Xichen! —la voz de su tío lo sacó de sus pensamientos de golpe.

—Tío, lo lamento. No estaba prestando atención —admitió ofreciendo una reverencia junto a su sonrisa cansina como disculpa.

Lan Qiren suspiró, mirando a quien era uno de sus más grandes orgullos con desaprobación.

—Últimamente has vuelto a pasar más tiempo en el Hanshi —hizo la observación. —Pensé que ibas progresando respecto a éste asunto, pero ahora tengo mis dudas. —su voz se mantenía siempre severa al hablar. —Xichen…. creo que ya es hora de superar todo esto. Debes seguir adelante.

—Tío, por favor no te preocupes —Lan Xichen mantuvo la reverencia mientras se excusaba. — Estoy bien. Solamente he estado ocupado.

—Wangji aún no vuelve de su viaje, pero seguramente estaría de acuerdo con mis palabras —Lan Qiren parecía seguro de su discurso, pero Xichen dudaba. Conocía a su hermano mejor que nadie y, de todas las personas a su alrededor, Wangji era quien mejor sabía lo difícil que era todo ese proceso.

—Bien. Me retiraré por hoy. Mañana regresaré para seguir discutiendo el asunto de los alumnos. Espero que para entonces tu mente se encuentre más lúcida.

—Sí. Tío, agradezco profundamente tu consideración.

Lan Qiren dió un último suspiro antes de salir del Hanshi, pero el resultado del día siguiente fue el mismo. La mente del líder de la secta Lan parecía estar realmente en otra parte. Poco a poco comenzó a dormir más de la cuenta, a saltarse comidas, descuidando su cuerpo y su mente. Viciado por la influencia y el consuelo del quemador de incienso.

Parecía ser un severo caso de adicción.

Notes:

Drogas~

Xichen necesita rehabilitación xD

Chapter 4: DelirioSummary:

—Soy yo el que egoístamente desea esto… Por favor, A-Yao…

Notes:

Un poco de smut lindo y triste (?) (prometo un capítulo completo R18, no me odien xD)

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 

 

"Otra noche de sueños abrumadores, lo que ha sido dejado atrás, otra época en la que los días de no hace mucho están lejos, bien lejos."

 

 

—Er-ge, me alegra verte de nuevo por aquí.

Fueron las palabras de bienvenida que Jin Guangyao le dio al encontrarlo en los jardines de la Torre Koi. Ahí, en el mismo lugar donde hace unas noches Xichen lo había visto ser abusado por otros miembros de la secta Jin.

—Por coincidencia se determinó que la caza nocturna de los discípulos de la secta Lan se realizaría cerca de Lanling. Honestamente espero no importunar con mi visita, A-Yao. —últimamente cualquier excusa era utilizada por Lan Xichen para ver al más joven de sus hermanos jurados y, aunque sabía que sus palabras difícilmente podrían engañarlo, le agradecía no cuestionar sus razones o molestarse por su constante presencia en la torre Koi.

—Sería imposible que las visitas de Zewu-jun fueran un inconveniente para mí —aseguró Jin Guangyao, con una sonrisa acogedora en los labios. —¿Por qué no nos movemos a mi estudio para charlar? Tú y los discípulos Lan pueden pasar la noche aquí y volver a Gusu mañana por la mañana.

Xichen aceptó la oferta con una respetuosa reverencia hacia quien ahora era el jefe de todo el mundo de la cultivación.

—Por favor, toma asiento. Volveré enseguida —anunció Jin Guangyao al llegar al estudio.

Lan Xichen asintió, acomodándose frente a la mesa que siempre solía recibirlos en sus noches de discusión. Un delicado aroma a flores de ciruelo llenaba el ambiente, volviéndolo pacífico y acogedor. Al mirar a su alrededor Xichen notó que varias de sus pinturas se encontraban ahí y, por alguna razón, su corazón comenzó a latir más rápido de lo normal, tal vez por la inesperada manera en que A-Yao atesoraba su arte o bien porque ahora el líder de la secta Lan era mucho más consciente de sus sentimientos.

LianFang-zun apareció después de unos momentos con una botella de porcelana blanca entre las manos, adornada con hermosos detalles en oro. A simple vista se podría inferir que se trataba de algún fino licor de Lanling.

—A decir verdad, Zewu-jun, me alegra mucho que precisamente hayas venido hoy —Jin Guangyao tomó asiento frente a él y sirvió con delicadeza una copa para cada uno. —¿Me acompañarías solo por esta ocasión?

—No podría negarme cuando te has tomado la molestia, pero ¿cuál sería la razón de este brindis? —respondió Xichen mientras aceptaba humildemente la copa ofrecida.

LianFang-zun sonrió y por un momento a Xichen le pareció ver la honesta sonrisa de Meng Yao.

—Fue un día como hoy cuando Er-ge y yo nos conocimos por primera vez —la mirada del líder de los Jin resplandecía como el mismo oro incrustado en la porcelana gracias a la luz de las velas en la habitación.

—Han pasado algunos años de eso y sin embargo siempre logras recordar con exactitud la fecha.

—Mi memoria es una de mis mejores cualidades.

—Entre muchas otras… —agregó antes de alzar su copa.

Costó apenas un trago para que Lan Xichen se embriagara, después de todo, la nula tolerancia al alcohol era parte de su herencia familiar. LianFang-zun, en cambio, parecía estar solo un poco mareado por el licor, pero divertido por la situación, así que procuraba seguirle el juego al jade.

—¡A-yao, tú…realmente eres talentoso!

—Pero mi talento jamás podría compararse al de Zewu-jun —decía el menor, mientras servía otra ronda para ambos.

—¡No seas modesto! Apenas llevas algunos años practicando la cultivación y mira dónde estás. ¡Imagina si hubieses comenzado desde niño, entonces tú…! —Lan Xichen frenó sus palabras en seco al notar que sin querer había dicho algo poco considerado, la sonrisa congelada en el rostro ajeno así se lo había hecho notar. —Yo… —quiso disculparse, pero el alcohol en su sangre no le permitía actuar como normalmente lo haría. —¡Ya sé! ¡Toquemos algo de música para animarnos! —dijo en cambio.

Jin Guangyao quedó perplejo ante la propuesta, pero al ver que Xichen ya había sacado a Liebing, solo pudo suspirar, secretamente enternecido por la conducta un tanto infantil que su Er-ge estaba mostrando. Entre risas y alcohol ejecutaron un dueto de Xiao y Guqin, de alguna forma era como si la habitación se hubiese vuelto un mundo aparte, solo para ellos dos.

—A-Yao… quítate el sombrero —ordenó Xichen de pronto, dejando a Liebing de lado y cambiando su alegría a un estado completamente serio.

—¿Eh? —el menor fue tomado por sorpresa, pero rápidamente su cabeza comprendió no sólo las palabras, sino también la razón.

—Quítatelo —repitió secamente Xichen.

—Er-ge, no hay razón para… —sus palabras quedaron atascadas en su garganta ante la fría mirada que Xichen le dio. Intimidado por la conducta inusual de su hermano, A-Yao obedeció y quitó el sombrero de su cabeza con la mirada fija en el suelo.

—¿Qué es eso? —preguntó Zewu-jun, todavía en el estupor del alcohol, al ver por enésima vez magulladuras en su piel.

—Fue un acci-...

—No me mientas —le advirtió con un tono tanto o más severo que el de Nie Mingjue.

—Zewu-jun…. —por supuesto, Jin Guangyao apeló a la lástima de inmediato. Sus cejas se arquearon y sus ojos se enrojecieron, volviéndose vidriosos como los de un animal lastimado. Su labio inferior tembló ligeramente cuando una única lágrima resbaló por su mejilla.

Lan Xichen suspiró pesadamente, suavizando la mirada a medida que se acercaba al otro líder de secta. Sus dedos acariciaron la herida en la sien del otro, tal y como otras veces lo había hecho, pero esta vez no volvió a exigir explicaciones, parecía hipnotizado, mucho más interesado en el cambio de tonalidades verdes y moradas de su piel.

—¿Zewu-jun?

El mayor de los jades parecía completamente ido, como si estuviese flotando en las nubes de Gusu. Su mente estaba nublada con pensamientos simultáneos que no tenían orden o lógica alguna. Sus dedos descendieron desde la herida hasta la mejilla de A-Yao arrastrando la caricia por su rostro hasta su boca, repasando con delicadeza cada uno de los detalles de su cara: Sus facciones finas y elegantes, sus pestañas largas y abundantes, la marca rojiza de aires divinos que relucía sobre su frente, la suavidad de su piel y lo naturalmente atrayente de sus labios temblorosos.

—Yo...

Al oír la intensidad de su voz en esa sola palabra, Jin Guangyao se apartó repentinamente, como si hubiese caído recién en cuenta de la inusual cercanía entre ambos, como si hubiese podido adivinar las palabras que Xichen estaba a punto de decir.

—Es tarde, Er-Ge. Debo volver —la mirada de LianFang-zun volvió a clavarse en el piso. —A-Su me está esperando —la mencionó a propósito para de inmediato hacer un intento por levantarse, pero Xichen atrapó uno de sus brazos antes de que alcanzara a dar siquiera un paso.

—A-Yao… Sé que ustedes dos no duermen juntos. Madam Jin no te está esperando —acusó Lan Xichen, agregando en un susurro— Sé que no has vuelto a tocar a tu esposa desde el día de tu matrimonio —sus palabras fueron tan serias que Jin Guangyao creyó haber escuchado mal.

No había forma de que Zewu-jun supiera algo como eso. No cuando había procurado que absolutamente nadie notara aquel detalle. ¿Cómo era que entonces el líder de los Lan había hablado con tanta seguridad? Antes de que Lianfang-zun pudiera dar con una explicación o siquiera encontrar las palabras para excusarse, Xichen jaló de su brazo con tanta fuerza que perdió el equilibrio y terminó cayendo sobre él.

La queja que el líder de los Jin soltó entonces fue interrumpida por los labios ajenos que, sin permiso, se apoderaron de los suyos. Por un momento fue incapaz de reaccionar, quizás aturdido por el repentino movimiento, el alcohol en su cuerpo o las inesperadas acciones de Zewu-jun, a quien intentó apartar instintivamente con sus manos, pero era imposible que alguien como él pudiese ganar contra el líder de la secta Lan. Jin Guangyao incluso pensó en morderlo, pero ¿cómo podría hacerlo cuando debajo de sus manos sentía con claridad los latidos desenfrenados del corazón ajeno, tan enérgicos y apresurados como los propios?

Los labios que le robaban el aliento eran firmes, pero gentiles y aún permanecían dulces por el sabor del licor. El menor no podía evitar soltar suspiros ante cada roce de sus lenguas, después de todo, lo recién dicho era cierto: Hacía mucho tiempo que no tenía aquella clase de interacciones, ni siquiera con su esposa. Y aunque la situación actual era incorrecta en muchos sentidos, su cuerpo parecía opinar diferente.

Incluso si Lianfang-zun tenía la capacidad de engañar a todo el mundo de la cultivación, no podía engañarse a sí mismo. Menos cuando se trataba de Zewu-jun. Cuánta admiración sentía por quien ahora lo aprisionaba entre sus brazos con tanto anhelo como nadie jamás le había expresado. Cuánto tiempo mantuvo en él ese amor, guardado bajo llave en su pecho, tan grande, pero tan platónico que jamás logró encontrar un nombre para llamar a esos sentimientos. Cuántas veces había fantaseado con el calor de su cuerpo y se había reprochado a sí mismo por manchar, aunque solo fuera en su mente, la imagen de Lan Xichen.

La fuerza en los brazos de Jin Guangyao comenzó a desvanecerse cuando pensó que tal vez todo era culpa de la impulsividad otorgada por el alcohol y que al día siguiente Zewu-jun podría no recordarlo. Se dejó llevar, aceptando las acciones del mayor, mordiendo tímidamente sus labios en respuesta, ante lo cual el otro no pudo evitar soltar una queja placentera, tan honesta y sofocada que el líder de la secta Jin se detuvo de golpe al caer en cuenta de lo peligrosa que era la situación.

—Yo… realmente no puedo hacer esto… No puedo hacerte esto, Er-Ge —murmuró con el aliento entrecortado y las mejillas sonrojadas.

Xichen quedó pasmado por el repentino quiebre, pero el remordimiento en los ojos vidriosos de Lianfang-zun silenciaron en él cualquier queja. El terror era evidente en su rostro.

—No puedo ensuciarte… —su mentón temblaba mientras las lágrimas comenzaban a caer por las mejillas del menor, más honestas que nunca.

Solo entonces Xichen comprendió que la razón de su rechazo no era A-Su o las consecuencias que pudieran traer sus acciones para el líder de los Jin, sino que muy dentro de su corazón Jin Guangyao aún cargaba con el peso de ser el hijo de una prostituta, del contexto de su nacimiento y su infancia, a tal punto que lo hacía sentir insignificante, incluso asqueroso, completamente indigno de sus besos.

El jade intentó consolarlo acomodando su menudo cuerpo tiernamente entre sus brazos.

—Soy yo el que lo está haciendo. A-Yao no tiene la culpa —intentó secar sus lágrimas con las mangas de su túnica, pero pronto reemplazó la tela por sus labios que repartieron besos por todo su rostro mientras el agarre sobre su cintura se mantenía firme, impidiendo su escape. —Soy yo el que egoístamente desea esto… Por favor, A-Yao… —una de sus manos acarició su mejilla como si su piel fuese algo preciado, apartando su cabello, jugando con el lóbulo de su oreja y su cuello, deslizándose agradablemente por sus clavículas, robando escalofríos a su cuerpo.

Muy por el contrario a lo que Zewu-jun esperaba, Jin Guangyao cerró los ojos, asintiendo mientras se aferraba a su cuello, derritiéndose con las caricias que éste le otorgaba. Sin dudas Lan Xichen sabía perfectamente cómo ser convincente.

"Es mutuo" pensó el jade sintiendo su corazón detenerse un momento.

¿Entonces por qué nunca antes notó lo que ahora sus ojos le mostraban tan claramente? El anhelo y la tensión natural entre ellos, la compatibilidad de sus bocas, las respuestas de sus cuerpos. ¿Por qué nunca antes tuvo el valor de hacer algo, tal y como su hermano? Quizás había sido por los cuestionamientos, el aislamiento y los castigos que enfrentó Wangji al proteger lo que era importante para él. ¿Acaso fue por el peso que cargaba en sus hombros al ser líder de una de las sectas más prominentes del mundo de la cultivación? ¿O, al igual que lo recién expresado por su hermano jurado, temía ser la nueva mancha en la vida de A-Yao?

Que absurdo sonaba ahora mismo todo aquello. Que poco importante parecía al ser comparado con las reacciones que Jin Guangyao tenía por cada prenda que el Lan le iba quitando, con los gemidos que iba soltando mientras los besos del mayor bajaban por su cuello hasta su pecho, por su delgada cintura y sus caderas.

Como si de pronto un interruptor hubiese cambiado dentro de él, Jin Guangyao decidió tomar el control de la situación antes de que Xichen pudiese hacer o decir algo más. Tomó la botella de licor que había quedado sobre la mesa y se acomodó con descaro, completamente desnudo sobre las piernas del otro, dispuesto a compartir el último trago en un beso profundo y necesitado.

"Por favor que no recuerde nada de esto…"

A Xichen le pareció escuchar un murmullo, pero el líquido que descendió por su garganta rápidamente nubló su mente otra vez. El beso esta vez era liderado completamente por el menor, siendo sutil al comienzo, pero volviéndose intenso casi de inmediato, demostrando cuán experto era el dueño de esos finos labios.

Xichen solo pudo responder abriendo sumisamente la boca, dejando a Lianfang-zun hacer cuanto quisiera con él. El aroma a flores de ciruelo y el sabor dulce del alcohol se mezclaba entre ambos. Los sonidos húmedos del beso y la violencia moderada de las mordidas otorgadas eran estímulos que el mayor de los jades parecía disfrutar. Aquello era evidente, especialmente por la creciente incomodidad en su parte baja.

Jin Guangyao cargó todo su peso sobre Lan Xichen hasta dejarlo recostado en el piso de reluciente madera. Debido a la posición, su cabello inevitablemente rozó el rostro y cuello del jade, generando un cosquilleo sutil mientras sus manos descendían por su torso, sabiendo perfectamente cómo robarle suspiros al ir deshaciendo las blancas túnicas con rapidez.

Los labios del Lan dejaron escapar un nuevo sonido, más parecido a un humilde gemido, cuando su entrepierna aún cubierta fue rozada por supuesta casualidad. Los dedos del contrario temblaron ante la expresión que Lan Xichen estaba mostrando, como si no hubiese esperado tal reacción de su parte. Lianfang-zun no pudo evitar soltar una risa enternecida que para Zewu-jun resultó más dulce y embriagadora que cualquier licor.

—Er-ge… —jadeó A-Yao, suficientemente excitado al tener a su merced al otro líder de secta.

Era la primera vez que Lan Xichen había sido egoísta, que había insistido tercamente en algo que quería. Tal vez era la única vez en su vida que había experimentado la dicha de cumplir sus caprichos y sentirse pleno con ello.

En este punto ya nada parecía importar. Ni siquiera la realidad.

El aroma a flores de ciruelo del incienso llenó una vez más la habitación.

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Lan Zhan, ¡espera!

Wei Wuxian vio el preciso instante cuando los colores abandonaron el rostro de su amado justo antes de dirigirse a toda prisa al Hanshi. Terror, eso es lo que había visto en sus ojos cuando Lan Sizhui los recibió a la entrada del receso de las nubes para darles la terrible noticia.

—¡Hanguang-jun! —algunos discípulos de túnicas blancas lo saludaron, pero él ni siquiera se detuvo a darles una mirada. Tampoco lo hizo Wei Ying, quien daba su mejor esfuerzo por alcanzarlo.

—Wangji —Lan Qiren lo detuvo antes de que pudiese entrar a la habitación del líder de la secta. Su mirada estaba nublada con profundo pesar.

—¡Tío! Recibí el mensaje. Yo… vine de inmediato.

Lan Qiren asintió para luego suspirar pesadamente, acariciando su barba, gesto que evidenciaba su estrés.

—No sé cual es la razón de esto…

—¿Qué está pasando? —Wei Ying interrumpió, apenas recuperando el aliento.

Lan Qiren lo miró de reojo, luego miró a su sobrino y después de dudarlo un momento, se giró hacia las puertas del Hanshi. Aunque no lo quisiera, probablemente Wangji iba a necesitar el apoyo del Patriarca de Yiling.

—Síganme.

Al entrar a la habitación notaron que Lan Xichen se encontraba recostado sobre su cama, aparentemente dormido, con una expresión de absoluta serenidad en el rostro. Todo dentro del Hanshi en perfecto orden.

—¿Zewu-jun? —Wei Wuxian se percató en ese instante del leve rastro dulce que se mantenía en el aire. —¿Acaso él….? —miró a Hanguang-jun con el mismo pánico que había visto en sus ojos.

—Hermano…

—Lleva 4 días dormido —Lan Qiren no pudo disimular el pesar en su voz. Era la primera vez que Wei Ying veía una expresión como esa en el rostro del mayor. —Hemos ayudado a su cuerpo transfiriendo energía espiritual y se han hecho todos los intentos posibles para despertarlo, pero nada ha dado resultado. Su conciencia está perdida.

Lan Qiren no parecía tener idea de la existencia del quemador de incienso, o al menos eso infería Wei Ying por la manera en que el mayor se había expresado. Quizás, por una parte, era mejor así.

—Lan Zhan… —murmuró Wei Wuxian.

—Mn —asintió el menor de los jades, entendiendo perfectamente lo que estaba pensando. —Tío, nadie debe entrar al Hanshi. Nosotros nos encargaremos.

Lan Qiren dudó por un momento, pero al ver la determinación en la mirada de ambos, no pudo negarse, no cuando uno de sus orgullos era el que permanecía inconsciente.

—Bien. Lo dejaré en sus manos.

—¡Sí! —respondieron al unísono los otros dos sintiendo el mismo pesar en sus corazones.

Aquello, directamente o no, era su culpa.

Notes:

Jejeje: 'D .......

Sus comentarios son mis ganas de vivir...

Lo que sea que quieran comentar se agradece u3u porfavor alimenten mi alma T ^ T

Chapter 5: Extra: Abrázame mientras esperasSummary:

Una noche en Lanling ...

Una jarra blanca de licor con grabados dorados ...

Y dos almas siendo sinceras dentro de una habitación ...

Notes:

Capítulo adicional, más como un capítulo 4.5 con todo el smut que necesitaba mi alma.

LES RECUERDO QUE A-YAO YA ESTÁ SIN SU SOMBRERO x'D POR FAVOR TENGANLO EN CUENTA.

¡Espero que les guste!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

 "Este eres tú, este soy yo, esto es todo lo que necesitamos entonces, ¿no te quedarás un rato? "

 

—Se que no has vuelto a tocar a tu esposa desde el día de tu matrimonio —su certeza era tan imponente que inmediatamente el líder de los Jin entró en pánico.

No había forma de que Zewu-jun supiera algo como eso. No cuando había procurado que absolutamente nadie notara aquel detalle. ¿Cómo era que entonces el líder de los Lan había hablado con tanta seguridad en sus palabras? Antes de que Lianfang-zun pudiera dar con una explicación o siquiera encontrar las palabras para excusarse, Xichen jaló de su brazo con tanta fuerza que perdió el equilibrio y terminó cayendo sobre él.

La queja que el líder de los Jin soltó entonces fue interrumpida por los labios ajenos que, sin permiso, se apoderaron de los suyos. Por un momento fue incapaz de reaccionar, quizás aturdido por el repentino movimiento, el alcohol en su cuerpo o las inesperadas acciones de Zewu-jun, a quien intentó apartar instintivamente con sus manos, pero era imposible que alguien como él pudiese ganar contra el líder de la secta Lan. Jin Guangyao incluso pensó en morderlo, pero ¿cómo podría hacerlo cuando debajo de sus manos sentía con claridad los latidos desenfrenados del corazón ajeno, tan enérgicos y apresurados como los propios?

Los labios que le robaban el aliento eran firmes, pero gentiles y aún permanecían dulces por el sabor del licor. El menor no podía evitar soltar suspiros ante cada roce de sus lenguas, después de todo, lo recién dicho era cierto: Hacía mucho tiempo que no tenía aquella clase de interacciones, ni siquiera con su esposa. Y aunque la situación actual era incorrecta en muchos sentidos, su cuerpo parecía opinar diferente.

Incluso si Lianfang-zun tenía la capacidad de engañar a todo el mundo de la cultivación, no podía engañarse a sí mismo. Menos cuando se trataba de Zewu-jun. Cuánta admiración sentía por quien ahora lo aprisionaba entre sus brazos con tanto anhelo como nadie jamás le había expresado. Cuánto tiempo mantuvo en él ese amor, guardado bajo llave en su pecho, tan grande, pero tan platónico que jamás logró encontrar un nombre para llamar a esos sentimientos. Cuántas veces había fantaseado con el calor de su cuerpo y se había reprochado a sí mismo por manchar, aunque solo fuera en su mente, la imagen de Lan Xichen.

La fuerza en los brazos de Jin Guangyao comenzó a desvanecerse cuando pensó que tal vez todo era culpa de la impulsividad otorgada por el alcohol y que al día siguiente Zewu-jun podría no recordarlo. Se dejó llevar, aceptando las acciones del mayor, mordiendo tímidamente sus labios en respuesta, ante lo cual el otro no pudo evitar soltar una queja placentera, tan honesta y sofocada que el líder de la secta Jin se detuvo de golpe al caer en cuenta de lo peligrosa que era la situación.

—Yo… realmente no puedo hacer esto… No puedo hacerte esto, Er-Ge —murmuró con el aliento entrecortado y las mejillas sonrojadas.

Xichen quedó pasmado por el repentino quiebre, pero el remordimiento en los ojos vidriosos de Lianfang-zun silenciaron en él cualquier queja. El terror era evidente en su rostro.

—No puedo ensuciarte… —su mentón temblaba mientras las lágrimas comenzaban a caer por las mejillas del menor, más honestas que nunca.

Solo entonces Xichen comprendió que la razón de su rechazo no era A-Su o las consecuencias que pudieran traer sus acciones para el líder de los Jin, sino que muy dentro de su corazón Jin Guangyao aún cargaba con el peso de ser el hijo de una prostituta, del contexto de su nacimiento y su infancia, a tal punto que lo hacía sentir insignificante, incluso asqueroso, completamente indigno de sus besos.

—Shh… —el jade intentó consolarlo, acomodando su menudo cuerpo tiernamente entre sus brazos. —Soy yo el que lo está haciendo. A-Yao no tiene la culpa —intentó secar sus lágrimas con las mangas de su túnica, pero pronto reemplazó la tela por sus labios que repartieron besos por todo su rostro mientras el agarre sobre su cintura se mantenía firme, impidiendo su escape. —Soy yo el que egoístamente desea esto… Por favor, A-Yao… —una de sus manos acarició su mejilla como si su piel fuese algo preciado, apartando su cabello, jugando con el lóbulo de su oreja y su cuello, deslizándose agradablemente por sus clavículas, robando escalofríos a su cuerpo.

Muy por el contrario a lo que Zewu-jun esperaba, Jin Guangyao cerró los ojos, asintiendo mientras se aferraba a su cuello, derritiéndose con las caricias que éste le otorgaba. Sin dudas Lan Xichen sabía perfectamente cómo ser convincente.

"Es mutuo" pensó el jade sintiendo su corazón detenerse un momento.

¿Entonces por qué nunca antes notó lo que ahora sus ojos le mostraban tan claramente? El anhelo y la tensión natural entre ellos, la compatibilidad de sus bocas, las respuestas de sus cuerpos.

¿Por qué nunca antes tuvo el valor de hacer algo, tal y como su hermano? Quizás había sido por los cuestionamientos, el aislamiento y los castigos que enfrentó Wangji al proteger lo que era importante para él. ¿Acaso fue por el peso que cargaba en sus hombros al ser líder de una de las sectas más prominentes del mundo de la cultivación? ¿O, al igual que lo recién expresado por su hermano jurado, temía ser la nueva mancha en la vida de A-Yao?

Que absurdo sonaba ahora mismo todo aquello. Que poco importante parecía al ser comparado con las reacciones que Jin Guangyao tenía por cada prenda que el Lan le iba quitando, con los gemidos que iba soltando mientras los besos del mayor bajaban por su cuello hasta su pecho, por su delgada cintura y sus caderas.

Como si de pronto un interruptor hubiese cambiado dentro de él, Jin Guangyao decidió tomar el control de la situación antes de que Xichen pudiese hacer o decir algo más. Tomó la botella de licor y se acomodó desnudo, descaradamente sobre las piernas del otro dispuesto a compartir el último trago en un beso profundo y necesitado.

"Por favor que no recuerde nada de esto…"

A Xichen le pareció escuchar un murmullo, pero el líquido que descendió por su garganta rápidamente nubló su mente otra vez. El beso esta vez era liderado completamente por el menor, siendo sutil al comienzo, pero volviéndose intenso casi de inmediato, demostrando cuán experto era el dueño de esos finos labios.

Xichen solo pudo responder abriendo sumisamente la boca, dejando a Lianfang-zun hacer cuanto quisiera con él. El aroma a flores de ciruelo y el sabor dulce del alcohol se mezclaba entre ambos. Los sonidos húmedos del beso y la violencia moderada de las mordidas otorgadas eran estímulos que el mayor de los Lan parecía disfrutar. Aquello era evidente, especialmente por la creciente incomodidad en su parte baja.

Jin Guangyao cargó todo su peso sobre Xichen hasta dejarlo recostado en el piso de reluciente madera. Debido a la posición, su cabello inevitablemente rozó el rostro y cuello del jade, generando un cosquilleo sutil mientras sus manos descendían por su torso, sabiendo perfectamente cómo robarle suspiros al ir deshaciendo las blancas túnicas con rapidez.

Los labios del mayor dejaron escapar un nuevo sonido, más parecido a un humilde gemido, cuando su entrepierna aún cubierta fue rozada por supuesta casualidad. Los dedos del contrario temblaron ante la expresión que Lan Xichen estaba mostrando, como si no hubiese esperado tal reacción de su parte. Jin Guangyao no pudo evitar soltar una risa enternecida que para Zewu-jun resultó más dulce y embriagadora que cualquier licor.

—Er-ge… —jadeó A-Yao, suficientemente excitado al tener a su merced al otro líder de secta.

Sus manos probaron tantear de nuevo la zona sintiendo con claridad el tamaño del bulto entre las piernas del Lan. Su rostro se sonrojó de inmediato y quiso decir algo, pero no era lo suficientemente valiente como para pronunciar palabras que en su infancia había escuchado una y mil veces desde los pasillos del burdel. Su frágil orgullo no lo permitía.

¿Si lo hiciera Lan Xichen lo juzgaría?

De por sí el sexo era un tema complejo para Lianfang-zun, difícilmente relacionado al romance o siquiera a algo agradable, tanto por el estigma de su madre como por haber comenzado a familiarizarse involuntariamente con esos asuntos desde temprana edad. Probablemente de no ser por el carácter de A-Su y la determinación de sus ambiciones, la concepción de A-Song hubiese sido prácticamente imposible. Claro que nadie supo lo incómodo que fue para él tener a una mujer gimiendo bajo su cuerpo, ni tampoco las náuseas que sintió luego de que el frenesí del orgasmo lo abandonara. En algún punto había sido inevitable compararse con su padre, quien seguramente le había concebido de la misma manera en una noche de diversión en un burdel de Yunping.

Pero ahora mismo no le importaba tomar "el lugar de su madre" porque con Lan Xichen las cosas siempre eran diferentes. Su cuerpo anhelaba tocarlo y ser tocado, volverse un desastre con él. Era la primera vez que su líbido se manifestaba tan notoriamente y por ser la excepción, quería dar rienda suelta a su deseo solo por esa ocasión.

—¿Puedo…? —susurró con la mirada baja, estática en sus manos temblorosas que intentaban quitar los pantalones de Zewu-jun, temiendo aún parecer demasiado atrevido.

Lan Xichen notó el conflicto en Lianfang-zun, por lo que a pesar del mareo producido por el alcohol, se incorporó volviendo a quedar con A-Yao sobre su regazo. Acarició con ternura sus mejillas, queriendo despejar los torbellinos de su mente.

—A-Yao… En esta habitación solo estamos tú y yo. No necesitas estar tan asustado —aunque tal vez él también lo estaría si no fuera por el licor.—No deseo hacerte daño, ni obligarte a hacer algo que no quieres. Tan solo quiero que seamos honestos. Dime ¿puedes... confiar en mí? —susurró buscando la mirada contraria. —Yo confío en A-Yao, así que… —y como si quisiera darle más credibilidad a sus palabras, Lan Xichen llevó sus manos hasta la cinta que adornaba su frente para quitarla sin dejar de mirar a su hermano jurado en ningún momento.

El líder de los Jin lo miró atónito.

—Seamos honestos, aunque solo sea por esta noche —Lan Xichen amarró con delicadeza la cinta en una de las muñecas de Jin Guangyao como si fuera un fino adorno, una propuesta, una silenciosa promesa.

Al terminar el jade apoyó su frente en la del menor, su mirada era tan intensa que Lianfang-zun se sentía incapaz de rechazar el gesto, más todavía cuando sabía perfectamente el importante significado que tenía. Una sensación extraña se anidó en su pecho. ¿De verdad podía simplemente ser él sin máscaras ni pretensiones? Sí. Eso era precisamente lo que aquella cinta en su muñeca le estaba pidiendo ¿Cómo podría negarse cuando el mismo Zewu-jun estaba abriendo su corazón de esa forma? Así que Jin Guangyao llevó su propio antebrazo hacia su pecho, abrazándolo, atesorando aquel momento.

—A-Yao… Quiero tocarte —confesó el líder de la secta Lan tras reunir el valor para pronunciar tales palabras. —Pero… no tengo experiencia en este tipo de cosas. ¿Podrías guiarme? —susurró suavemente en el oído de Jin Guangyao, llevando la mano ajena hasta su propia entrepierna. —¿Podemos hacerlo juntos? En verdad me gustaría hacerte sentir bien…

De pronto Lianfang-zun sintió enormes ganas de llorar, conmovido por la amabilidad y ternura de Zewu-jun, por cómo de una manera tan sencilla lo había hecho sentir más valioso, deseado y respetado de lo que nunca se sintió en su vida.

—Mn —apenas logró asentir, pero de inmediato Lan Xichen lo volvió a llenar de besos y caricias que esta vez fueron correspondidas a la par hasta estar completamente desnudos, uno frente al otro, acariciando sus miembros entre gemidos y absoluta complicidad.

—¿Así está bien? —preguntaba de vez en cuando Lan Xichen.

—Ah... un poco más firme… —Jin Guangyao lo corregía casi en su límite, dando el ejemplo sobre la erección del mayor. —Sí… Ah.... justo así…

El corazón de Xichen parecía detenerse un momento ante cada palabra o sonido nuevo que lograba oír de la boca de Lianfang-zun.

Después de unos minutos la mano de Jin Guanyao se movió de forma mucho más errática, como si inevitablemente hubiese perdido la concentración de lo que estaba haciendo. Xichen prestó atención a la expresión de su rostro, al aumento de sus jadeos y a los espasmos que fueron la antesala de su primer orgasmo en mucho tiempo.

Hubo una pausa donde solo se escuchó la respiración de A-Yao intentando recuperar su ritmo normal. Xichen se mantuvo en silencio, mirando con obscena curiosidad el líquido espeso que había manchado su mano, mientras que la contraria acariciaba la espalda de Jin Guangyao hasta que el aturdimiento del orgasmo se disipó.

Al cabo de unos instantes, Lianfang-zun retomó su tarea, ligeramente avergonzado por ser el primero de los dos en correrse.