Capítulo 11: Visita a la ciudad Metal

El trío llegó a la ciudad, la cual estaba llena de estructuras metálicas.

—¿Qué es esto? —preguntó Yerno.

—Esto es Steelition, una ciudad habitada naturalmente por usuarios de metal —contestó Flare.

Iris observó las armaduras y preguntó:

—¿Y por qué estamos aquí?

Flare contestó:

—Vine a visitar a un amigo mío. Debería estar en una academia de inventos metálicos.

Yerno miró las armas colocadas en un negocio.

—Eh, esas armas se ven más limpias —dijo Yerno.

Flare dijo:

—Los usuarios siempre las limpian. En esta ciudad, es conocida como la ciudad de las armas industriales. No están hechas en fábricas industriales, sino que ellos las fabrican con su habilidad de metal. Hay muchos inventores famosos, como Medal-O-Lunch.

El trío siguió caminando hasta que entraron en otra parte de la ciudad.

—Esta parte es donde ocurre mucho del comercio de armas y armaduras para el gobierno federal. También traen pistolas y rifles de aquí —dijo Flare.

—Suena interesante, pero… ¿armas como rifles o pistolas no requieren pólvora también? —preguntó Iris.

Flare contestó:

—Obviamente tienen pólvora, y siempre están guardadas en un lugar que nadie conoce.

El trío caminó hacia una academia. Flare dijo:

—Hm, al parecer están abiertos. No hay muchos guardias por aquí.

Entraron en la academia, observando las armas metálicas, hasta que llegaron a un salón de fábrica donde un hombre de barba blanca, con uniforme de fábrica, explicaba el uso de la habilidad metal.

Se le escuchaba decir:

—Bien, usar su habilidad de metal no es tan fácil como creen. Requiere esfuerzo y dedicación si quieren crear inventos usando metal. Armas como espadas y escudos son fáciles de dominar, ya que solo necesitan algunos palos metálicos para mayor durabilidad. Pueden usar palos normales, pero su durabilidad será menor, aunque ganarán precisión y velocidad de ataque.

Flare tocó la pared, llamando la atención del hombre.

El hombre miró a Flare, y luego a la clase.

—¿Alguna duda? Necesito hablar con alguien.

Como nadie respondió, el hombre salió del salón con el trío.

Miró a Flare y dijo:

—Flare, mi viejo amigo. Veo que viniste de visita.

Flare asintió.

—Así es, vine a pedirte un casco de metal.

El hombre lo miró con curiosidad.

—¿Y para qué lo necesitas? Tu pelo está hecho de llamas. El metal se derretiría con tu temperatura.

Flare preguntó:

—¿Pero no tienes cascos que resistan temperaturas extremas?

El hombre respondió:

—Mira, Flare. Ese era mi trabajo antes. Mejorar esos cascos ya no es lo mío. Tengo 75 años y trabajé muchos años haciendo cascos anti-llama. Comencé a los 29. Ya no tengo la misma energía.

Iris cruzó los brazos.

—Qué bien, tu amigo ya no sirve para nada.

Flare la miró fijamente.

—Tienes suerte de que soy un príncipe con modales. Pero tenemos a Yerno, así que prepárate.

Iris lo miró con sospecha.

—¿Qué estás planeando? No me digas que le vas a pedir a Yerno que me dé…

Flare miró a Yerno.

—Yerno, ¿puedes darle una pequeña golpiza en la cabeza?

—¿Por qué? —preguntó Yerno.

—Solo hazlo y te doy 20 pesos —dijo Flare.

Yerno encogió los hombros y le dio un fuetazo a Iris, quien gruñó molesta.

—Yerno, si él te pide que me golpees, yo te voy a romper la cara —dijo Iris.

—Ay sí, cállate —respondió Yerno, cruzándose de brazos.

El hombre se rió.

—No han cambiado. Pero contéstame mi pregunta.

Flare asintió.

—Cierto. Vamos a Waterion, y vamos a entrar a un clan.

El hombre negó con la cabeza.

—Amigo, los usuarios de agua no respetan a los de fuego, especialmente a ti, que eres príncipe. Waterion tiene mucha discriminación hacia varios elementos. Ni las autoridades ayudan a quienes están en peligro. ¿Estás seguro de que quieres ir? Según veo, el otro chico y la chica del hielo tienen más posibilidad de superar los obstáculos. Pero tú… si te apagan el fuego, quedas vulnerable.

—Puedo evaporarlos, no te preocupes —dijo Flare.

—Entonces asegúrate de jugar suave.

Luego miró a Yerno:

—Y tú, protégelo de los ataques de agua. El clan de agua es de combate dual, y solo tú puedes aguantar sus ataques.

Yerno asintió con confianza.

—Le daré un fuetazo a quien se atreva.

Flare e Iris lo miraron con aborrecimiento.

El hombre miró a los estudiantes, luego a Flare.

—Mira, puedo hacer un casco anti-llama para ti. Solo ten cuidado.

El hombre sacó un silbato y lo usó para llamar a alguien.

Una persona con uniforme de fábrica, con textura de diamante, entró.

—¿Me llamaron?

—Sí —respondió el hombre—. Te he llamado por una tarea simple. Sé que llevas trabajando en unos martillos gigantes desde ayer.

—Ah, una tarea simple. Aún tengo tiempo. He avanzado bastante en los quinientos martillos que me pediste la semana pasada.

El trío abrió los ojos, sorprendidos por la cantidad.

El hombre cerró los ojos un momento y dijo:

—Necesito que hagas un casco anti-llama para el príncipe de Flameyon.

La persona miró a Flare.

—Ah, ¿llegó el príncipe? Un gusto conocerte.

Luego fue al sótano, dejó una radio sobre la mesa y sus manos comenzaron a brillar.

Se escuchó una voz en la radio:

—¿Algunos reportes?

—El príncipe de Flameyon, la princesa de Iceling y el hijo del hombre que asesinaste están en Steelition. ¿Qué debo hacer?

—Bien hecho. Manda las coordenadas para que las guardias de élite entren con fuerza. Los usuarios de metal son fáciles de atacar. No saben defenderse porque su habilidad solo sirve para inventar.

—¿Tú crees que esas guardias no harán algo con los niños?

—No puedo garantizar nada. Aunque se supone que no deben dañar a nadie más que al objetivo, esas guardias actúan como dictadores. Ignoran las reglas como si fueran basura. No tienen derecho.

—¿Y cómo sabes que son más crueles que los criminales que describe el presidente?

La radio se apagó. La persona envió las coordenadas usando un dispositivo y lo escondió bajo una mesa.

Luego recogió el casco y salió del sótano.

El trío y el hombre lo vieron regresar.

—Terminé el casco —dijo la persona, fingiendo estar satisfecho.

El hombre sonrió.

—Gracias. Sabía que podía contar contigo.

Le dio el casco a Flare.

—¿Te debo algo a cambio? —preguntó Flare.

—No, no es necesario. Ahora váyanse, por favor.

Flare asintió, y el trío se marchó.