Zhou Chongwen tuvo un sueño terriblemente espantoso.
En el sueño, Xu Zhao volvió a la vida, trayendo consigo todos los recuerdos de su vida pasada.
En el sueño, Zhou lo quería todo, pero no logró nada, e incluso fue vendido al suroeste.
Allí, las personas no eran personas, sino bestias, cerdos, meros objetos.
Todo menos humanos.
Recordaba claramente lo desesperado que estaba.
Por primera vez en su vida, odió tener un rostro hermoso.
Ni siquiera recordaba cómo había muerto en el sueño.
Solo el tormento y el dolor interminables permanecían en su memoria.
Incapaz de vivir, incapaz de morir.
—Esposo, ¿qué sucede?
La joven a su lado fue despertada por su ruido, consolándolo con ojos somnolientos.
—Nada, solo una pesadilla.
Solo un sueño.
Zhou Chongwen se consoló a sí mismo.
Pero pronto descubrió que no era tan simple como parecía.
Cómo describirlo—parecía atrapado por esta pesadilla.
Cada vez que se dormía, las escenas del sueño reaparecían ante sus ojos.